"Matók MiDvásh"
prensa electrónica de los proyectos Ieshivah.Net & EstudiosJudios.Net,
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Edición No. V - Tevet 5764, Parashát Shemót, desde Jerusalem
http://www.ieshivah.net/ediciones/05/
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Nuestras ediciones anteriores: 01 , 02 , 03 , 04
Esta edición es dedicada a la memoria de Hersh Mendl ben-Ioséf z"l
y a la sanación plena de Iehudah ben-Masha, Shlomoh ben-Moshéh y Shelby bat-Laura
Dedica Matók MiDvásh
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y a la sanación plena de Iehudah ben-Masha, Shlomoh ben-Moshéh y Shelby bat-Laura
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Indice:
* A modo de editorial: Unidos recibimos, porque queremos dar
* Anhelar la inocencia y ejercer la Fe, por Rav Dorón Rosilio
* La bendición del buen nombre, por Rav Lior Iasúr
* La Verdad es la fuente del Shalóm, por Rav Eial Kedmi
* A la medida de quienes somos: de quienes podemos ser, por Rav Israel Rafriat
* Halajáh: Toráh traducida en normas para la vida real: El lavado de manos (II), por Rav Natan ben-Jaím
* Cumplirá el mal su cometido. Y será Bien, por Netanél Mazor
* NUEVA SECCION: Esta semana, en el Foro OrTora-Sefarad:
* Testimonio: El Camino de la Verdad. El largo camino hacia el ejercicio de la fe.
* ¿Existen el pecado y la culpa en el Judaísmo? La respuesta del Rav Guideon Muzykansi
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Parasháh de la Semana: Shemót / Shemót (Exodo) I,1 - VI, 1
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A modo de editorial:
Unidos recibimos, porque queremos dar
Con el ingreso al libro de Shemót, llega la constitución de Israel como "ám", habitualmente traducido por "pueblo". Si ahondamos en la palabra, hallaremos en su raíz la partícula "im", que significa "con". Con setenta miembros había llegado a Mitsráim la familia de Israel, y logran en nuestra parasháh conformar "masa crítica": 600.000 personas con-formando un colectivo que comparte la fe, la convicción de un sentido que proviene del Creador. Y esa fe, ese fundamento común, les sostiene como pueblo, y les prepara a la redención.
Seiscientas mil almas germinales, fundacionales, de toda la historia de Israel: una por cada letra de la Toráh que se aprestan a recibir. La Toráh que recibirán al día número cincuenta de camino por el desierto, tras caminar un día por cada nivel de mal que los sometiera a prueba durante la esclavitud de Mitsráim. Caminan con seguridad. En el desierto les será provisto el "man", que caerá del cielo, por sólo y completo sustento. Y no dudan.
Venimos de Bereshít, de hablar de seres únicos y paradigmáticos en cantidades pequeñas (uno a uno los patriarcas, los doce hijos de Iaakóv, los setenta miembros de la familia), y pasamos a afirmarnos, ahora, en una experiencia de unidad multitudinaria de la que formamos parte. "Shemót", los nombres de quienes salimos esta semana de Mitsráim, son los de todos quienes tomamos vitalmente el desafío de crecer en dirección a la Verdad, de arribar a una vida plena de sentido. Dejamos atrás la opresión, el bullicio, el embrutecimiento de cada Mitsráim que vivimos, y con la Toráh por mapa y arma, arremetemos a merecer una vida de Verdad.
Desde Banáij Tsión, trabajamos para compartir esta vivencia maravillosa con vosotros: el lujo de la sabiduría rigiendo la propia realidad, el deleite de la verdad ancestral que nos fuera legada por visión y por misión. Sea voluntad que estos contenidos, en los que trabajamos con amor, con amor y Shalóm lleguen hasta vosotros para bien.
Con la brajáh que estáis oyendo en voz de Rav Hagai Mazor, nuestro director,
con las brajót de la Toráh,
daniEl I. Ginerman
editor@ieshivah.net
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Anhelar la inocencia y ejercer la fe
por el Rav Dorón Rosilio, ravdoron@banayichzion.com
Bereshít es un punto de inicio, un punto virgen y completo de inocencia previa a toda prueba, a toda reflexión, a toda costumbre, a toda complejidad de pensamiento. Cuando estamos en Bereshít somos aún cual niños pequeños, sencillamente buenos y verdaderos, amantes y amados; sin quejas ni argumentos ni intereses que defender, ni búsqueda alguna de acomodar la realidad a quienes somos. Bereshít es "el libro de la Fe", el libro que indica los paradigmas de la verdad sobre la tierra (el "derej Erets"): la combinación maravillosa del Jesed -la bondad, la entrega- de Abrahám con la Guevuráh -el rigor y el poder- de Itsják, y la pasión del Emet -de la Verdad- de Iaakóv, nacida en la pureza de su alma y su inocencia.
Llegamos así al inicio de Shemót, con doce hermanos sagrados que toman todo lo suyo y descienden, junto a su anciano padre Iaakóv, rumbo a lo desconocido. Con ellos, la mejor defensa y la más alta garantía: una provisión de Fe, sostenida sobre cimientos poderosos. Son ya la cuarta generación en que se prueba la Fe verdadera y el amor al Creador más allá de toda condición. Les son consustanciales la aceptación de la Ley y del rigor, la comprensión de la realidad desde una plataforma sustentada en la Verdad, la entrega al ejercicio del Bien. Y quien sustenta su camino en tales cimientos, no teme. A quien tiene fe, el miedo le es ajeno.
El miedo nace en la terrible combinación de lo desconocido y la percepción de un desarrollo "casual", azaroso, de los acontecimientos. Quien cree que es él por sí solo quien "mueve" las cosas, quien cree que determina por sí mismo el sentido de la vida, teme sin cesar, porque pesa sobre él el yugo de una responsabilidad insostenible: su propia vida, la de su familia, las elecciones que debe tomar constantemente sin nada consistente en qué basar su decisión. Mas, si vives desde la fe, fluyes como un manantial silencioso y transparente, y con paz y con seguridad pasas feliz las experiencias y pruebas a que la vida te enfrentará.
Porque hacemos sin cesar, trabajamos, nos esforzamos, desde la conciencia de que en realidad, todo es supervisado por el Creador, y todas las decisiones provienen finalmente de El. Hacemos lo que debemos, lo que nos toca hacer, y percibimos en cada paso la supervisión plena, la providencia que ejerce sobre su Creación el Creador, desde la conciencia completa del propósito vital de todo lo creado.
Esta fe, que halla sitio en la raíz de toda la especie humana, fue "diseñada", se desarrolló y se consolidó en las vidas de nuestros patriarcas sagrados y paradigmáticos, a lo largo de Bereshít. Es una herencia "genética" irrenunciable, sin cuya asunción no hay verdadera vida.
Esta fe trasciende el nivel de la experiencia individual y se proyecta, en Shemót, al nivel de un pueblo, un colectivo completo que sustenta en la fe la superación de la más terrible experiencia del mal. "Mitsráim", el lugar de la opresión y la esclavitud, de la degradación y la muerte, en que Israel es despojado de todo y resta solo y desnudo con su fe por todo escudo, por toda riqueza, por sustento de toda esperanza y de todo esfuerzo. La fe es el fundamento vital y motor de Israel durante su tránsito por las terribles pruebas de Mitsráim, y tal desnudez provee una conciencia clara de que, sin la fe, sólo resta la muerte misma.
El pueblo de Israel se halla hoy disperso en el mundo, parte de él "voluntariamente" desconectado de la esencia motriz del judaísmo: la civilización occidental propone al hombre una vasta gama de ocupaciones, entretenimientos, vanidades, sensaciones.... ¡todo inmediato!, ¡todo "en efectivo"! Y frente a toda esta corriente avasallante de placeres instantáneos, de vida en presente desconectada de todo sentido, se mantiene en pie el punto pequeño (y gigante), el punto inamovible, fijo, de la fe. Basta conectarnos a él con delicadeza, con cuidado y seguridad, con íntima voluntad de paz, para liberarnos de súbito de todo el inútil vértigo de occidente... y entonces, de modo natural, la realidad va cambiando lentamente su significado: la diferencia entre lo fundamental y lo vano se vuelve clara y luminosa. Nos conectamos a nosotros mismos, a nuestra esencia: nos descubrimos. Y entonces, verdaderamente, vivimos.
De ésto aprendemos en Shemót: D's ordena a Moshéh concurrir a salvar a Israel; a un pueblo deprimido, denigrado, arrumbado en la desazón y la tristeza.... ¡¿Cómo hacerlo?!. Moshéh interroga al Creador: "¿Y si no me creen", si no confían en lo que digo?.
Indican nuestros sabios que esta duda de Moshéh, su dudar de la potencia de la fe de Israel, será luego castigado. Y en los hechos, ya en el primer encuentro de Moshéh y Aharón con el pueblo de Israel, subraya la Toráh: "Y creyó Israel". Creyó Israel, despertando su fe desde las profundidades del letargo en que la vida en Mitsráim parecía haberles sumido. Creyó, exteriorizó, proyectó en la realidad la fe que llevaba inscripta en el alma, ni bien le fue revelado el camino hacia la redención. Y entonces, por fuerza de la fe, se hizo merecedor de ella.
Esta es la fuerza del cimiento de fe que alberga en el alma todo hijo de Israel. Si le permites manifestarse en tu vida, exteriorizarse, si le abres paso a ocupar el rol que le corresponde en tu vida y la haces crecer en cada paso y cada acción, la verdadera fe ilumina la vida. Y verás -y vivirás- entonces milagros verdaderos e irrefutables, y sentirás sobre tí la supervisión maravillosa del Creador que superpone un camino transparente de inmensa belleza ante tí, superpuesto al caos vertiginoso que colapsa de pronto ante la potencia trascendental de la Verdad.
¡Shabát Shalóm!
La bendición del buen nombre
por Rav Lior Iasúr ravlior@banayichzion.com
El libro de Shemót (Shemót es "nombres", en hebreo) se llama así a partir de la frase con que comienza: "Y éstos son los nombres de los hijos de Israel...". Acude en nuestro auxilio Rashi (el mayor exégeta y comentarista de la Toráh), y explica: "Aún cuando ya habían sido contados y nombrados por sus nombres al llegar a Mitsráim" (al final de Bereshít), "vuelve la Toráh a nombrarlos luego de fallecidos, para expresar el amor del Creador por ellos". Los hijos de Israel, consagrados por su fe en D's, son objeto de amor por parte de El; por tanto, aún cuando el lenguaje de la Toráh es parco en palabras, aún cuando no hay en ella una sóla palabra demás, vuelve la Toráh sobre lo ya dicho y llama uno a uno por sus nombres a los hijos de Israel, para expresar el amor que corresponde a cuanto ellos representan.
Intentemos comprender cuál es la relación entre el amor que toca a los hijos de Israel, y la forma en que este amor se manifiesta: llamándoles por sus nombres.
En el Tratado de Avót (Talmud Bablí) está escrito: "Tres son las coronas (que puede llegar a vestir un hombre): la corona de la Toráh, la corona del sacerdocio, y la corona de la realeza; y la corona del buen nombre se eleva sobre todas ellas". "¿Por qué la corona del buen nombre se eleva por sobre el conjunto de las otras tres?", se pregunta el libro Pele-Ioéts. Y responde: Porque el nombre dice la plenitud de los actos y de las cualidades que puede desarrollar un hombre. El nombre es, entonces, una difusión pública de la esencia íntima de quien lo porta.
Se comprende entonces que, siendo la esencia íntima de los hijos de Israel buena y completa y fundada en la fe en el Creador, se "deleite" el texto de la Toráh en llamarlos por sus nombres otra vez. Puesto que en esos nombres se inscribe el potencial que estará todo Israel llamado a revelar y desarrollar, acude el texto a sentar, en sus nombres, la esencia de la misión y el amor que ésta merece a ojos del Creador.
Esto se proyecta sobre las almas de todos nosotros: todo quien "se llama" (quien responde espiritualmente a la naturaleza y la misión de un) hijo de Israel, porta consigo el testimonio permanente de que su esencia, sus cualidades, y la acción que desarrolla desde tales bases, son proclives al amor del Creador.
Sea la Voluntad que nuestro nombre, Israel, sea expresión verdadera tanto de nuestro interior como de nuestros actos, y que éstos sean dignos del amor de D's, y nos conduzcan al pleno Bien del ejercicio de la Verdad.
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La Verdad es la fuente del Shalóm
por Rav Eial Kedmi, raveial@banayichzion.com
A lo largo del proceso de Teshuváh, de retorno a nuestras fuentes y raíces y a nuestra vida de Toráh, muchos conceptos se aclaran de un modo completamente diverso a su significado anterior; se invisten de nueva luz, y sustentan la vida nueva. Repasaremos hoy, tal como lo explica Rabi Najman de Breslev, el concepto de Emét: la Verdad.
Cuando hay "Emét", hay "Shalóm" -aprendemos-.
La Verdad se encuentra siempre bajo la égida del Shalóm. Shalóm es uno de los nombres de D's, y significa "paz en plenitud", la más plena armonía de Todo. El Shalóm es, entonces, la forma más perfecta de manifestación de la Verdad. Y ésta, procedente de D's, que es el Shalóm supremo, se expresa en la construcción de la máxima armonía, paz, y plenitud posible en nuestras vidas.
¡Shabát shalóm!
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A la medida de quienes somos: de quienes podemos ser
por Rav Israel Rafriat, ravisrael@banayichzion.com
Decimos en la plegaria de Shajarít (matutina) de Shabát: "E ilumina al mundo todo y a sus habitantes, creados en la medida -o cualidad- de Rajamím" ("Rajamím" se traduce por bondad, piedad).
Es sabido que el sol sale cada día, como está ordenado; en verano como en invierno. Tal es así que lo vemos como algo "habitual", como algo que es así por su propia naturaleza, al igual que toda otra realidad, en apariencia constante, del mundo entero.
Pero dicha percepción nos quita perspectiva y capacidad de advertir hasta qué punto es maravilloso el modo en que todo tiene lugar. La luz del sol se despliega cada día sobre nosotros justo al ritmo que nuestros ojos están preparados a absorber el cambio de luminosidad del ambiente; si una sóla vez ocurriera que sale el sol de pronto y la luz del mediodía se expande súbitamente en medio de la noche, nuestros ojos, nuestra capacidad de ver y disfrutar los beneficios de la luz, se arruinaría sin remedio.
Que todo ha sido creado "con la cualidad de Rajamím" significa, entonces, que todo en la Creación es dosificado del modo exacto en que puede aportarnos el mayor beneficio, y al mismo tiempo no nos produce daño. Así sucede con la luz (física) del sol; así, también, con la luz de la sabiduría, con la luz de la Verdad. Cuanto más aptos nos tornamos para comprender (cuanto mejor nos preparamos, en el estudio y en la acción; cuando más nos consagramos), más fluidamente se revela ante nosotros la luz de la Verdad, más claramente percibimos el milagro cotidiano, más influencia de Bien nos es dado ejercer en nuestro mundo.
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Halajáh: Toráh traducida en normas para la vida real:
El lavado de manos: "netilát iadáim" (II)
por Rav Natan ben-Jaím, ravnatan@banayichzion.com
En la pasada edición, repasamos los motivos por los que, antes de cada comida que incluirá pan, nos lavamos ritualmente las manos (hacemos "netilát iadáim"). Hoy, hablaremos de cómo y cuándo corresponde.
Tomamos una vasija sin rasgaduras, llena de agua, con la mano izquierda, y la volcamos tres veces sobre la mano derecha. A continuación, la tomamos con la derecha, y volcamos tres veces sobre la izquierda. Como estamos cumpliendo, al hacerlo, con un precepto de la Toráh, bendecimos: "Bendito Tú Hashém,...., que nos consagraste con tus preceptos y nos ordenaste el lavado de manos". Podría en principio resultar extraña la fórmula "y nos ordenaste", por cuanto la mitsváh de "netilát iadáim" proviene de nuestros sabios, y no directamente de la Toráh escrita. Pero es que la propia Toráh refiere a los mandamientos de nuestros sabios cuando nos dice, en Devarím -Deuteronomio- XVII: "De acuerdo al dictamen que ellos te indiquen, harás".
La normativa de "netilát iadáim" rige sobre toda comida que incluya pan de una de las 5 especies de cereales que menciona la Toráh, en cantidad no menor a 30 gramos: toda "seudáh", toda comida que comenzaremos bendiciendo: "..... el que extrae pan de la tierra"; expresando nuestra fe y nuestra experiencia de que de El todo proviene, y sólo del Creador habremos de esperar.
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Cumplirá el mal su cometido. Y será Bien
por Netanél Mazor, netanel@banayichzion.com
En las parashiót que estamos recorriendo, nos ocupamos del descenso de los hijos de Israel a Mitsráim (Egipto); de su esclavización, luego; de la redención por fin. Desde nuestro punto de vista (desde las escasas posibilidades de nuestro punto de vista), buscamos comprender la lógica interna de todo este proceso.
D's, que es el Bien en sí mismo, creó todo el sistema universal dando a cada existencia un propósito positivo, una finalidad de bien. Todo lo que es creado en el mundo, lo es para bien. No existe nada en la Creación que sea "mal absoluto": lo que tal parece, tiene en realidad un propósito que sirve al bien. El bien que se esconde tras una cáscara -una máscara- de mal, recibe el nombre de "nitsotsót": chispas, destinadas a ser fuego alguna vez. Y cuando tal sucede, cuando el bien oculto tras una apariencia de mal se manifiesta y se realiza, el mal que lo contenía queda despojado de toda otra meta y desaparece.
La tierra de Mitsráim estaba en la cima del mal y de la "tumAh", que es lo impuro, lo que en sí mismo es profanación. El "Or haJaím", uno de los grandes exégetas de la Toráh, llama a Mitsráim "el lugar de la cáscara maloliente". Nosotros ya sabemos, por el principio que explicamos antes, que el objetivo vital -aún inconsciente- de Mitsráim era proclive al bien; si bien en este caso extremo la explicación completa sería ardua, desgranaremos algunos puntos fundamentales para facilitar su comprensión:
Toda persona es enviada a esta vida con el objeto de superar algunas pruebas, que le permitirán luego "pasar de nivel". Se ponen a su paso todo tipo de experiencias, y aún tentaciones hacia las que se ve atraída por naturaleza. El trabajo de cada quien es sobreponerse a las tentaciones que contradicen su misión en la vida, y hacerse acreedor a participar del bien superior, del bien eterno, del disfrute más verdadero y más elevado al que es posible acceder. Cuanto más duras las pruebas, más alto se nos está capacitando para llegar; mayor es la oportunidad cuanto más difícil la prueba.
Esto exactamente es Mitsráim: al lugar de mayor impureza y más sofisticado mal debió descender Iaakóv con los suyos, para medirse en las pruebas a que el peor mal les sometería. Porque tras haber superado la prueba, tras sobreponerse al yugo del mal y a las tentaciones de lo impuro, saldrían preparados y dispuestos para recibir la Toráh. Y en ese momento, cumplida ya su misión al servicio del bien, el ejército de Mitsráim perecerá ahogado en las aguas del Mar Rojo (tras haberse abierto éstas al paso de Israel).
Este proceso nos toca -llega directamente- a nosotros hoy. En la continuación de la parasháh, se pregunta el "Or haJaím" por qué, tras un período tan largo en Mitsráim (400 años), se apresuró D's a sacar a Israel de allí, de un instante para el otro, sin preparativos, sin espera. ¿Qué había de particular en ese instante preciso en que debieron salir, y qué en el tiempo que les llevaría luego llegar a recibir la Toráh? Explica, al responder, que existen cincuenta "shaaréi tumAh", puertas de ingreso a lo impuro, al mal: cincuenta niveles en que se agotan todas las pruebas a las que el mal nos puede someter antes de resultar vencido y desaparecer. Mitsráim exhibía los cincuenta todos, listos para vencer a Israel. Y la misión de Israel era superar todas las pruebas, todas las tentaciones, toda degradación y humillación, y salir fortalecido, dispuesto al salto cualitativo hacia el verdadero bien.
A cuarenta y nueve niveles de pruebas fue sometido Israel por parte del mal y lo impuro, y trabajosamente, cuarenta y nueve niveles pasó. Mas no contaba Israel con la herramienta correcta para pasar el nivel número cincuenta, el último, el más terrible, de las pruebas listas en Mitsráim para él. Verse enfrentado a esta prueba, habría implicado la derrota. De modo que, dejando "pendiente" este último paso para la superación definitiva de lo impuro (que haría desaparecer el mal de la Tierra, puesto que éste quedaría ya sin cometido), fue rescatado Israel de Mitsráim rápidamente y de sus pruebas. Israel es salvado para acceder a las armas adecuadas, para enfrentar lo que inexorablemente deberá vencer.
El portal número 50 quedó vigente, y de él se proyecta el mal sobre la Creación. Nos revela el "Or haJaím" que serán los hijos de la última generación (antes del fin de Estos tiempos y el arribo a la gueUláh="redención") quienes deberán enfrentar las pruebas cúlmines, definitorias, y superarlas para dejar al mal sin cometido: para hacer que desaparezca.
Es nuestro trabajo, entonces, avanzar en la lucha que nos quedó pendiente desde que salimos de Mitsráim. A la interrogante respecto de qué armamento es el correcto para esta prueba, responde el "Or haJaím": "La Toráh es el arma. En Mitsráim, antes de recibir la Toráh, no estaban preparados los hijos de Israel para superar esta última puerta, esta última prueba. Salieron de Mitsráim, se consagraron durante cuarenta y nueve días de tránsito por el desierto, y al día número cincuenta, precisamente, recibieron la Toráh".
Como hemos escrito ya, cada uno de nosotros tiene un Mitsráim privado y particular al que ha de descender, para superar las pruebas que le son propias, y entonces salir fortalecido y capaz de más altos niveles de bien en plenitud. El armamento para la lucha es la Toráh; y si se lo usa -se lo vive- cabalmente, uno triunfa en la guerra tras la batalla final, para acceder a los cincuenta portales de la Luz, que son los del verdadero Amor.
Las "nitsotsót", las chispas de bien atrapadas entre las cáscaras de mal, deben ser devueltas a su sitio. Tal nuestro trabajo: llevar al mal a la culminación de su cometido superando las pruebas de cada Mitsráim, con la Toráh por armamento y por defensa, para arribar al Bien verdadero, a la unión íntima con el propósito de la Creación y, a su través, con el Creador. Sea voluntad que lo merezcamos.
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