Kolót » Foros » Kol Hasbará: Análisis judío de la realidad » Israel en el Islam, tomado del libro "Tierras por Paz, Tierras por Guerra"
Israel en el Islam, tomado del libro "Tierras por Paz, Tierras por Guerra" | |
Israel en el Islam esta tomado del libro "Tierras por Paz, Tierras por Guerra" (Ensayos del Sud: 2002) de Julian Schvindlerman
No es que Israel sea provocativo; el que Israel sea es provocativo. George Will, columnista del Washington Post.1
Antes de introducirnos en la temática relativa al lugar que ocupa Israel en el pensamiento y la teología musulmana es imperioso quebrar una percepción de gran difusión en Occidente: el mito de que el Islam fue altamente tolerante hacia sus minorías, incluyendo a los judíos.
Puesto que solo mediante una comprensión cabal de la actitud histórica y teológica del Islam hacia los judíos podrá entenderse con justicia la actual hostilidad árabe-musulmana hacia el estado judío, Israel. Líderes árabes han propagado la noción de la hermosa coexistencia sin pausa y apologistas occidentales la han abrazado con entusiasmo. Dijo en 1937 el Mufti de Jerusalén, Haj Amin al Huseini: [Los judíos] siempre han vivido previamente en países árabes en completa libertad, como nativos del país. De hecho, el gobierno musulmán ha sido siempre conocido por su tolerancia (...) según la historia, los judíos han tenido una apacible y pacífica residencia durante el dominio árabe.2 Análogamente se expresó el titular de la OLP, Yaser Arafat, en 1968: No estamos en contra de los judíos (...) hemos estado viviendo uno con el otro en paz y fraternidad, musulmanes, judíos y cristianos, por varios siglos.3 Unos años después, en 1973, el Rey Faisal de Arabia Saudita dio eco a este espíritu de armonía fraternal con estas palabras: Antes de que el estado judío fuera creado, no existió nada que dañara las buenas relaciones entre árabes y judíos.4 El representante kuwaití ante la ONU dijo ante la Asamblea General en 1975 durante el debate de la resolución Sionismo es racismo que ...fue solo cuando los sionistas vinieron que, a pesar de nuestra hospitalidad hacia el judío, mostramos hostilidad hacia el sionista.5 El Rey Husein de Jordania, por su parte, afirmó: La relación que permitió a árabes y judíos vivir juntos por siglos como vecinos y amigos ha sido destrozada por acciones e ideas sionistas.6 Otros varios líderes árabes han proclamado similares frases de armoniosa coexistencia entre ambos pueblos a lo largo de la historia. Esta impresión no se limita al relato árabe solamente sino que encuentra amplia difusión en círculos occidentales. Que una agenda política actúe de agente motivador de la posición árabe es comprensible. Su objetivo es focalizar la creación del Estado de Israel como el catalizador de un conflicto inter-fraternal, cuyo mismo establecimiento arruinó una idílica, tranquila y mutuamente beneficiosa relación previa. La conclusión lógica del planteo puede sintetizarse en las siguientes palabras: remuevan el estado judío y el hermoso vínculo perdido retornará.
Quienes afirman que antes del advenimiento del Islam en el siglo VII, judíos y árabes efectivamente gozaron de relaciones armoniosas, están en lo cierto. Elogiosas palabras en cuanto a las nobles cualidades de los judíos pueden encontrarse en la literatura árabe antigua. Aquí estamos explorando, sin embargo, cómo el Islam -desde su aparición en la escena histórica catorce siglos atrás- trató a sus minorías, especialmente a los judíos. Vale acotar que la presentación pro-islámica en algunos círculos de Occidente en torno a la relación judeo-musulmana de siglos anteriores toma importante distancia del clásico y utópico relato árabe arriba mencionado. La postura generalmente plantea no que hubo relaciones armoniosas per se, sino que en comparación al trato que los judíos recibieron en manos del Catolicismo (especialmente durante el medioevo), la actitud islámica fue más benigna. Esta impresión es totalmente correcta. Durante el yugo eclesiástico católico los judíos sufrieron enésimas veces más que durante el dominio musulmán. Pero tal como observaron Dennis Prager y Joseph Telushkin en su formidable estudio sobre el antisemitismo, Why the Jews?, esto dice mucho más acerca de la condición de los judíos dominados por los cristianos que sobre el trato musulmán. En tanto que durante el dominio musulmán los judíos raramente experimentaron las torturas, pogroms y hogueras públicas que caracterizaron la vida de las comunidades judías durante la Europa cristiana medieval, sus vidas bajo el Islam fueron, en el mejor de los casos, signadas por la discriminación, la degradación y la inseguridad.7 Hay, sin embargo, un aspecto subyacente en esta comparación que merece observación. El hecho de que el Islam califique como benigno respecto al tratamiento al que sometió a los judíos solamente en comparación al mal absoluto que representó el catolicismo medieval, es en sí mismo un muy elocuente comentario sobre el particular. Puesto que indica que solo juzgado por un estándar tan bajo puede emerger moral e históricamente limpio de su propio pasado. Podrá decirse en la actualidad del movimiento islámico fundamentalista Hamás que, hasta tanto no construya un Auschwitz en Gaza, su conducta vis-à-vis los judíos es benigna respecto a la de los Nazis. Pero solamente juzgado en función a su propio mérito puede uno genuinamente arribar a una conclusión acerca de la naturaleza de un grupo terrorista que eligió la auto-inmolación como método y a los judíos como su objetivo. Hecha esta salvedad entonces, veamos que tan tolerante fue históricamente el Islam respecto a los judíos.
Desde su advenimiento en el siglo VII y hasta el siglo siguiente, el Islam se esparció con singular rapidez ganando terreno tanto geográfico como religioso. El primer encuentro de los guerreros musulmanes con las cultas y ricas comunidades judías lejos estuvo de haber sido signado por la hostilidad o por el atropello, a punto tal que los judíos ocuparon en este período roles administrativos importantes en los nuevos territorios árabes. Si bien el Islam casi desde su nacimiento creó una teología y una ley religiosa repleta de elementos anti-judíos (ambas serán analizadas luego), estos -en la era temprana del Islam- permanecieron en una dimensión teórica y raramente se materializaron en la práctica. La posición de los judíos durante el dominio musulmán en los primeros siglos fue de una naturaleza tal que les permitió sobrevivir e incluso en muchos casos progresar económica y socialmente. Túnez, Iraq, Egipto, entre otros, vieron el florecimiento de sus comunidades judías, principalmente en el comercio y la academia, e incluso en muchos casos los judíos también ocupaban cargos de médicos, astrónomos y funcionarios de la corte. Pero en ningún otro país como en España alcanzaron los judíos una posición de franca prosperidad. En su ambiente estimulante pudieron desplegar su erudición filosófica, entre otros, Abraham Ibn Ezra, Yehuda Halevi, Ibn Gavirol, Shmuel ha-Nagid, y Moshe ben Maimón, este último también médico de la corte egipcia. Es oportuno destacar, sin embargo, que no todo el período en el cual los judíos estuvieron bajo reinado musulmán fue armonioso. Uno tan solo debe recordar que el prestigioso filósofo Maimónides llega a Egipto huyendo de conversiones forzosas de Marruecos y antes de allí había debido escapar con su familia de su España natal por la misma razón. Esto evidencia instancias de persecuciones que lamentablemente también han caracterizado el yugo islámico. Veamos unos pocos esporádicos ejemplos: Iraq: en el siglo XI las mujeres judías debían usar un zapato rojo y uno negro. En el siglo XIV las sinagogas de Bagdad fueron destruidas. En el siglo XVIII los judíos de Basra fueron asesinados.
Marruecos: en el siglo XI, seis mil judíos fueron asesinados en Fez. En el siglo XII, los judíos fueron forzados a convertirse, los ciento cincuenta que se negaron fueron asesinados. De los conversos, aquellos que no lograban convencer al gobernante musulmán de la sinceridad del acto de conversión, eran exterminados, su propiedad confiscada y sus mujeres dadas a musulmanes. En el siglo XV toda la comunidad judía fue acusada de haber asesinado a un musulmán y solo unas pocas familias escaparon con vida del pogrom. El siglo XVII presenció similares persecuciones.
Palestina: en el siglo XVI el Sultán Murad III legisló que mil judíos de Sfad serían deportados a Chipre. En el siglo XVII, los judíos fueron perseguidos porque había sequía y fueron acusados de que por tomar vino paró de llover. En el siglo XVIII libelos de sangre estimularon más persecuciones. Durante el siglo XIX los judíos debían pasar a un musulmán por el lado izquierdo, que es el identificado con el diablo. Las sinagogas debían estar ubicadas en lugares remotos, en tanto que los judíos debían rezar casi en silencio. Además debían pagar impuestos especiales para salvaguardar la integridad física del cementerio del Monte de los Olivos, la Tumba de Rajel camino a Belén, y para no ser atacados en el camino a Jerusalén. Yemen: en el siglo XVII en casi todo el país, los judíos fueron expulsados de las ciudades y aldeas. Llamados a retornar un año más tarde, fueron confinados a ghettos fuera de las ciudades. Durante la expulsión la sinagoga fue transformada en una mezquita. Niños musulmanes podían arrojar piedras contra los judíos sin reprimenda alguna. Hasta la expulsión de los judíos en 1948, los niños judíos que perdían a su padre eran considerados propiedad del estado y convertidos al Islam.
Egipto: en el siglo once el barrio judío fue destruido, y los judíos fueron obligados a colgar de sus cuellos bolas de dos kilos. En los siglos XIV, XV y XIX estallaron revueltas anti-dhimmis. Un historiador documentó seis persecuciones inspiradas en libelos de sangre solamente entre 1870 y 1892. También ocurrieron masacres contra las comunidades judías en Siria (1840 y 1936), Libia (1945), Argelia (1801) y a lo largo de todo el mundo árabe entre 1948 y 1967. Vale decir que la situación de los judíos durante la égida musulmana conoció tanto épocas felices de bienestar y florecimiento, como épocas negras de brutales persecuciones. Entre los dos polos opuestos extremos (armonía y persecuciones) -ambas manifestaciones ocasionales en catorce siglos de dominio musulmán- se encuentra una norma primordialmente caracterizada por la intolerancia y la discriminación religiosa. Salvo cortos períodos de florecimiento, por un lado, y violentos pogroms, por el otro, la vida judía bajo el Islam muestra un continuo de teoría y práctica segregacionista epitomizada por el concepto de minoría tolerada o dhimma.
La emigración de Mahoma a Medina es considerada el punto de partida de la historia islámica, y el encuentro del Islam con los judíos de Medina fue un evento central en la formación de actitudes musulmanas hacia el pueblo judío. Considerándose a sí mismo como el último profeta del monoteísmo mosaico, Mahoma adoptó varios elementos de la práctica judía e instó a los judíos a abrazar la nueva fe, y ante sus ojos, la auténtica. Cuando comenzó su reinado en Medina en el año 622, Mahoma adoptó varias costumbres judías con la finalidad de ganar adeptos del judaísmo, cuya validación el profeta musulmán necesitaba puesto que esta nueva religión había emanado del Judaísmo y por consiguiente necesitaba afirmarse como un movimiento religioso independiente. Los judíos necesariamente jugarían un papel crucial en este aspecto dado que ningún grupo podía validar sus posiciones religiosas tal como podían los judíos, [ni] ningún grupo podía tan seriamente amenazar con socavarlas tal como podían los judíos.8 Entre las costumbres adoptadas por Mahoma cabe mencionar rezos diarios mirando en dirección a Jerusalén, ayuno en Iom Kipur, y algunas prácticas alimentarias en el espíritu del Kashrut (dieta alimentaria judía). Cuando los judíos rechazaron la nueva religión ofrecida por el profeta, Mahoma sustituyó Jerusalén por la Meca, reemplazó el ayuno del Iom Kipur por el de Ramadán, y dejó de lado otras prácticas judías. No se limitó a esto, sino que a partir de este rechazo Mahoma adoptó una actitud muy hostil hacia los judíos y ventiló públicamente su enojo. Sus furiosas reacciones fueron incluidas en el Corán así como en el Hadith (un compendio de dichos y hechos del profeta), otorgando de esta forma sustento divino a su antipatía antijudía, perpetuándola en la historia y esparciéndola entre millones de seguidores. El hecho de que los judíos no hayan sido acusados de haber crucificado al profeta musulmán no impidió la conformación de un cuerpo teológico antisemita. Así, por ejemplo, una famosa frase del Hadith dice: La resurrección de los muertos no vendrá hasta que los musulmanes guerreen con los judíos y los musulmanes los maten (...) los árboles y piedras dirán, ´Oh musulmán, Oh Abdallah, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo´9 (esta cita figura también en la Carta de Alá, el documento fundacional del Hamás). En el Corán uno puede encontrar las siguientes frases referidas a los judíos, las que fueron introducidas luego de que el pueblo judío rechazara el mensaje de Mahoma, que eclipsa completamente las positivas referencias previamente existentes:10
Han incurrido enojo de su Señor, y desdicha será puesta sobre ellos (...) porque han descreído de las revelaciones de Alá y mataron equivocadamente a los profetas... (Surah III, v. 112). Y encontrarás en ellos los más avaros de la humanidad... (Surah II, v. 96). Debido a la mala conducta de los judíos (...) y por su usura (...) y por devorar la riqueza de otros pueblos con falsas pretensiones (...) Hemos preparado para aquellos que no creen una dolorosa fatalidad... (Surah IV, v. 160). Alá los ha maldecido por su no creencia... (Surah IV, v. 46). Ellos no escatimarán dolores para corromperte. Desean no otra cosa que tu ruina. Su odio es claro... (Surah III, v. 117-120). Los más vehementes en su odio a la humanidad son los judíos y los idólatras... (Surah V, v. 82). Esparcen maldad en la tierra... (Surah V, v. 62-66). Alá luchó contra ellos. ¡Que perversos son! (Sura IX, V. 30).
Presentadas como la palabra de Alá, estas y otras citas forman la base de la teología anti-judía del Islam. De ellas no puede desprenderse ni remotamente un trazo de actitud tolerante hacia los no creyentes en general y hacia los judíos en particular. El eminente profesor emérito de la Universidad de Princeton y mundialmente renombrado orientalista, Bernard Lewis, lo explica de esta manera:
Similarmente del lado musulmán, aducir tolerancia, ahora tan oída por apologistas musulmanes y especialmente por apologistas del Islam, es también nueva y de origen externo. Solo recientemente algunos defensores del Islam han comenzado a aseverar que su sociedad en el pasado brindó igual status a los no musulmanes. Esto no es planteado por voceros del Islam re-emergente, e históricamente no hay duda de que están en lo cierto. Sociedades islámicas tradicionales nunca brindaron tal igualdad ni pretendieron haberlo hecho. De hecho, en el viejo orden, esto hubiera sido considerado no un mérito sino un abandono de la obligación. ¿Cómo podría uno otorgar el mismo trato a aquellos que siguen la verdadera Fe y a aquellos que voluntariamente la rechazan? Esto sería un absurdo lógico y teológico.11
El Corán y el Hadith integran la base de la cual se desprende la Ley Islámica Religiosa o Sha aria. Dentro de ella se encuentra un concepto particular denominado Dhimma que es aplicable a los infieles que residen en territorio musulmán. Según la ley y la práctica musulmana, la Dhimma es el pacto que regula la relación entre el estado musulmán y las comunidades no islámicas que son toleradas o protegidas por medio de dicho pacto. Estas minorías protegidas son denominadas ahl al-dhimma (pueblo del pacto) o más usualmente dhimmis. Entre los infieles hay diferencias. Los idólatras deben optar, en teoría, entre el Islam o la muerte. El resto, principalmente los judíos y los cristianos, reciben el status de minoría tolerada y pasan a ser considerados dhimmis. Desde ya, esta tolerancia dista mucho del entendimiento moderno en cuanto al sentido del término. En el siglo VIII, el Califa Omar, quien sucedió a Mahoma, delineó las doce leyes bajo las cuales el dhimmi viviría como un no creyente (judío, cristiano, etc.) entre los creyentes (musulmanes). La codificación e institucionalización de estas regulaciones fue luego ampliada por juristas medievales en tanto que otras nuevas reglamentaciones fueron introducidas al cuerpo jurídico musulmán con el devenir histórico. Junto con las reglas clásicas otras muchas de ellas nacieron en contextos geográficos y políticos determinados. Si bien las reglas de la dhimma poseen aplicabilidad para los cristianos también, haremos hincapié aquí en la condición particular de los judíos. De esta manera fue definida su vida en el Islam: Los judíos tenían prohibido tocar el Corán. Estaban obligados a usar ropas distintivas (el califa al-Rashid fue el primero en introducir un parche amarillo como emblema distintivo de los judíos. Esto fue en el año 807, una idea que sería posteriormente tomada por la Iglesia Católica en el siglo XIII y por el Nazismo en el siglo XX). No podían practicar su fe públicamente. Tenían prohibido poseer o montar caballos o camellos dado que eran considerados algo noble. Podían montar burros fuera de las ciudades, sentados de manera que ambas piernas estuvieran del mismo lado, y debían desmontar solo en presencia de un musulmán. No podían beber vino en público. Debían enterrar a sus muertos cuidando que su pena no sea oída por los musulmanes. Para poder vivir bajo la protección musulmana, el judío debía pagar un impuesto especial, la jizya. El Corán prescribe que el pago debe ser efectuado en una ceremonia que sirva de expresión del status inferior del dhimmi, algo materializado por golpes en el cuello o espalda. En otras palabras, según la Sha´aria el derecho a la vida no es considerado un derecho natural, sino un derecho que debe ser comprado anualmente al establishment islámico. Las relaciones sexuales entre musulmanes y dhimmis eran penalizadas con la muerte. Las sinagogas podían ser usadas para guardar camellos y caballos de los musulmanes. La ley religiosa islámica determinó que si un dhimmi mataba a un creyente, la pena de muerte era el castigo. Si ocurría la inversa, el musulmán tan solo debía pagar una multa monetaria a la familia del asesinado. Dado que el testimonio de los judíos no era aceptado en las cortes, el derecho a la defensa era inexistente. Los judíos tenían prohibido poseer o cargar armas o ser propietarios de tierras. No podían tener esclavos o sirvientes y, teóricamente, no podían escribir en árabe. En cuanto a la vivienda, los judíos eran relegados a la mellah, ghettos a-la-árabe. A su vez, el principio de castigo colectivo era ampliamente aplicado a los dhimmis. La menor transgresión derivaba en brutales represalias. La menor transgresión debe ser tomada en sentido literal: por ejemplo, si un dhimmi, al montar un burro, tenía la temeridad de sentarse sobre una montadura en lugar de sobre un lienzo, toda la comunidad pagaba por eso, económicamente o sufriendo vandalismo, algo tristemente usual. Un musulmán explicó en Hebrón en 1858 luego de robar a los judíos que su derecho derivaba de tiempo inmemorial en su familia de entrar en casas judías y reclamar contribuciones sin ninguna rendición de cuentas.12 Pero donde bien reflejado quedó el espíritu de (in)tolerancia islámica hacia el judío fue en un reporte del consulado británico en la Palestina del siglo XIX: El judío en Jerusalén no es estimado en valor muy por encima de un perro (...) lo que el judío debe sufrir, por todas las manos, no puede ser contado. Tal como un perro miserable sin dueño, es golpeado por alguien porque se le cruzó en el camino y pateado por otro porque lloró.13 Karl Marx, no gran amante del pueblo judío a pesar de él mismo haber sido judío y descendiente de una ilustre línea de rabinos, escribió un artículo en 1854 en el que expresó pena por la paupérrima situación de la comunidad judía en Jerusalén: nada iguala la miseria y los sufrimientos de los judíos de Jerusalén, quienes habitan el más mugriento rincón de la ciudad, llamado hareth al-yahoud (...) son el constante objeto de opresión e intolerancia musulmana.14
La aplicación de este contrato social unilateral (con perdón de Jean-Jacques Rousseau) varió en grados de crueldad o inflexibilidad, dependiendo del carácter del gobernante musulmán de turno. Cuando el dominio era tiránico, la vida era esclavitud abyecta, como en Yemen, donde una de las tareas del judío era limpiar los lavatorios de la ciudad y otro limpiar los excrementos de los animales de las calles, sin paga y usualmente durante el Shabat (el día del descanso judío).15 Tal como explica la experta en la condición de las minorías bajo el Islam, la académica Bat Yeor, la protección es abolida si el dhimmi se revela contra la ley islámica, se alía a una potencia no musulmana, rehúsa pagar la jizya, aleja a un musulmán de su fe, ocasiona daño a un musulmán o a su propiedad o incurre en blasfemia.16 Una vez que el dhimmi pierde la protección de la comunidad islámica queda a merced de la piedad del guerrero santo. Y si esta era la vida de un grupo protegido no se requiere demasiada imaginación para adivinar su destino una vez que perdía el status preferencial en tierras musulmanas. Es interesante notar que la primera persecución de judíos en la España musulmana aconteció en el siglo XI, inspirada precisamente por lo que fue percibido por varios musulmanes un exceso judío del status de dhimmi que la ley islámica asigna a los no creyentes. Esto fue en el año 1066 cuando Joseph (hijo de Shmuel) ha-Nagid fue asesinado y luego los musulmanes atacaron a la judería de Granada forzándola a huir para salvar sus vidas. Actualmente, por citar dos casos, en el norte de Egipto los cristianos cópticos son perseguidos por fundamentalistas islámicos que consideran una violación del contrato de protección la decisión de esta minoría de no pagar la jizya. En Sudán, cristianos del sur son esclavizados por musulmanes del norte. En el año 2002, una figura religiosa prominente saudita, el jeque Saad Al-Buraik, instó a los palestinos a esclavizar a las mujeres judías: Sus mujeres son legítimamente suyas, tómenlas. Dios las hizo suyas. ¿Por qué no esclavizan a sus mujeres?17 En oposición al concepto universalista de los derechos humanos que postula que todos los seres humanos nacen con derechos naturales, fundamentales e inalienables, según el Islam los derechos del hombre tienen un comienzo y un fin: se originan con el otorgamiento del derecho por parte del musulmán y terminan con la abolición del mismo al momento de la violación del contrato.18 Aquellos derechos que no encuadran con el sistema islámico de tolerancia son considerados ilegales, una afronta a Alá, y deben consecuentemente ser suprimidos. Este código legal de tratamiento a las minorías duró por más de doce siglos en algunas regiones del reinado musulmán.
En resumidas cuentas, una vista panorámica a lo largo de la historia judía en un Medio Oriente musulmán nos da una noción de la arbitrariedad a la que los judíos estaban expuestos bajo mandato islámico. La existencia judía en tierras islámicas estuvo fundamentalmente caracterizada por la discriminación, manifestada mediante la segregación religiosa, el chantaje impositivo, la ridiculización pública y, a veces, incluso la esclavitud. Hubo períodos de singular prosperidad, pero la vida judía en la égida musulmana no estuvo tampoco exenta de extrema opresión. El judío queda relegado a un status inferior y en tanto acepte dócilmente la humillación es tolerado. La violación del contrato trae aparejadas como principales consecuencias la destrucción de sinagogas y asesinatos de comunidades enteras, expulsiones forzadas, vandalismo y violaciones. Prácticamente no hubo un solo país árabe del que los judíos no hayan tenido que huir en algún momento. El ex embajador israelí ante la ONU, Yehuda Blum, aptamente resumió la fragilidad del mito de la tolerancia islámica hacia los judíos con estas palabras:
Los hechos simples y no adornados hablan más elocuentemente por la larga historia del sufrimiento judío y persecución en tierras árabes que todos los romances idílicos e historias ficticias que hemos oído en los discursos de algunos representantes árabes.19
Frente a las continuas afirmaciones de voceros árabes en torno a la bondadosa actitud del Islam hacia las minorías, uno no puede menos que concluir, azorado, una de dos cosas: o bien los interlocutores árabes mienten, o bien el concepto que poseen de la tolerancia es, para ponerlo diplomáticamente, curioso.* Esta seudo-tolerancia islámica tiene sus raíces en la doctrina teológica del Islam. Con estas palabras sintetizaron Prager y Telushkin la actitud islámica hacia los judíos:
Solo mediante un entendimiento de las profundas raíces teológicas del antisemitismo musulmán y una comprensión de la continua historia del antisemitismo islámico puede el actual odio musulmán contra Israel ser entendido. Solamente entonces puede uno reconocer cuán falsas son las argumentaciones de que previamente al Sionismo, judíos y musulmanes vivieron en armonía y que ni el Islam ni los musulmanes alguna vez albergaron odio al judío. La creación del Estado de Israel de ninguna manera creó el anti-judaísmo musulmán; tan solo lo intensificó y le dio un nuevo foco.20
Desde la óptica del Islam existen dos regiones confrontadas: la región del Islam (Dar-al Islam), donde la ley islámica prevalece, y la región de la guerra (Dar al-Harb), donde la infidelidad predomina. Entre el reinado del Islam y el reinado de la infidelidad existe un estado de guerra perpetuo, canónicamente obligatorio, el que continuará hasta que todo el mundo acepte el mensaje del Islam.21 Esta noción está basada en la creencia de que el Islam no es simplemente una nueva religión revelada, sino la fe prevalente que ha venido a reemplazar a las otras religiones monoteístas. En consecuencia, es obligatorio para los seguidores del Islam esparcir su mandato por todos los confines de la tierra, pacíficamente de ser posible, por medio de la guerra de ser necesario.22 Dado que raramente otros pueblos, naciones y religiones se avengan a voluntariamente abrazar el Islam, la Jihad (comúnmente traducida como guerra santa) es el instrumento adecuado para expandir esta Pax Islámica. En tanto la infidelidad exista, es mandato para los devotos musulmanes lanzar una Jihad tendiente a transformar la región de los infieles en un reinado de fidelidad a Alá. Así lo explica el académico mesooriental Majid Khadduri:
La universalidad del Islam proveyó un elemento de unión para todos los creyentes, dentro del mundo del Islam, y su carácter ofensivo-defensivo produjo un estado de batalla permanentemente declarado contra el mundo externo, el mundo de la guerra (...) Ergo, la Jihad puede ser considerada como el instrumento del Islam para llevar adelante su objetivo primordial al transformar a toda la gente en creyentes (...) Hasta que ese momento sea alcanzado la Jihad, en una forma u otra, permanecerá como una obligación permanente sobre toda la comunidad islámica (...) La Jihad, en consecuencia, puede ser afirmada como una doctrina de permanente estado de guerra...23
Por su parte, el oficial religioso de más alto rango en Egipto, el jeque Muhammad Sayyid Tantawi, de esta manera explica la importancia de la Jihad:
Jihad en el sendero de Alá es una virtud que une a los musulmanes en todos los tiempos, y es una obligación sobre todo quien pueda llevarla a cabo, y decenas de versos coránicos narran las virtudes de la Jihad en el sendero de Alá, así como decenas de Hadiths proféticos (...) Jihad para confrontar al enemigo y liberar la tierra saqueada es una obligación para los musulmanes en todo tiempo y lugar.24
Es instructivo notar que el emblema de la Hermandad Musulmana (un movimiento fundado en Egipto a principios del siglo XX, precursor de varias agrupaciones fundamentalistas islámicas) está precisamente representado por el Corán rodeado por dos espadas, simbolizando como la Jihad por medio de la fuerza defiende la justicia encapsulada en el Corán.25 El ethos islámico de la guerra afirma una actitud exclusivista en la que toda creencia ajena al Islam es teológica y prácticamente rechazada. Es por esta razón que los derechos de las minorías no musulmanas en el Medio Oriente han sido oprimidos; brutalmente en no pocas ocasiones. La mentalidad árabe-islámica no admite entidades no musulmanas en el Dar al-Islam. En este contexto, el establecimiento de un estado no musulmán dentro de la región del Islam se constituye en un insulto teológico a la Nación de Alá. En consecuencia, la mera existencia de una entidad independiente judía en medio del Dar al-Islam, habitada por un pueblo que se desencadenó de las restrictivas leyes de la Dhimma -peor aún, por un pueblo al que el sagrado Corán condenó a la desdicha y a la humillación- se convierte en un contrasentido teológico de proporciones mayúsculas para los seguidores de la auténtica fe. Arieh Stav articuló claramente este punto:
El Dar al-Islam se extiende sobre un área de alrededor de catorce millones de kilómetros cuadrados, dos veces el área de Europa, del Océano Atlántico hasta el Golfo Pérsico, e incluye veintidós países en dos continentes. Todas las nacionalidades y religiones minoritarias que han demandado autonomía territorial han sido aniquiladas o reprimidas. Aquellas pocas que han sobrevivido son reducidas en status al de dhimmi, o personas protegidas, minorías toleradas que viven por la admisión del Islam. Dentro de la amplia expansión de este Medio Oriente, que limita con dos océanos y tres mares, hay una entidad soberana no islámica, el estado judío. Como si esta violación del ethos de la jihad fuera poco, no solamente no pudieron los árabes extirpar a Israel, sino que cada intento que probaron para aniquilar a la entidad sionista ha sido derrotado en el campo de la batalla, una ofensa intolerable a una civilización orgullosa (...) Las fronteras de Israel, entonces, no son la razón de la hostilidad árabe. Esta es una aseveración absurda en todo caso, dado que el estado judío ocupa tan solo aproximadamente 1/500 del Dar al-Islam. La hostilidad árabe ha sido engendrada por la propia existencia de Israel.26
Hemos visto antes que un dhimmi no tenía derecho a defenderse en caso de ser atacado por un musulmán, tan solo podía pedir piedad. Al haberse defendido exitosamente en repetidas guerras de agresión que lanzó el mundo árabe con el declarado propósito de evaporar la existencia soberana judía en la región, Israel violó las leyes de la Sha´aria. En otras palabras, la terquedad israelí de no dejarse exterminar es en sí misma una afrenta al Islam. Y esta humillación no debe tomarse a la ligera puesto que el mundo árabe en 50 años involucró a Israel en seis guerras, implementó campañas de terrorismo a escala mundial, orquestó maniobras políticas aislacionistas e impuso un boicot económico contra Israel durante su infancia; un boicot de extensión terciaria, donde no solo se abstenían los estados árabes de comerciar con Israel, ni tampoco se limitaban a boicotear a empresas que mantenían lazos comerciales con Israel, sino que llegaron a sancionar a compañías que comerciaban con empresas que lidiaban con el estado judío. Hasta aquí, ya sería un significativo agravio al orgullo nacional árabe. Pero además de sobrevivir, el estado judío tuvo la temeridad de prosperar económicamente superando en todo indicador económico a sus vecinos árabes; toda una osadía para un pueblo considerado inferior y divinamente condenado a la desdicha y la humillación. El PBI anual per cápita israelí supera al de sus vecinos combinados y, separadamente, al de los países árabes productores de petróleo. Apenas seis millones de israelíes producen más de $100 mil millones; mientras que más de ochenta millones de árabes vecinos del estado judío (Egipto, Siria, el Líbano y Jordania) producen $82 mil millones.27 Esta brecha tenderá a ampliarse en tanto que Israel, como un país high-tech, está muy bien posicionado para afrontar los desafíos y las oportunidades de la economía del siglo XXI. En otras palabras, Israel es un cruel espejo del subdesarrollo árabe. Históricamente, Palestina ha estado bajo gobierno islámico desde el siglo XII hasta el siglo XX, cuando pasó a estar brevemente en manos británicas y desde 1948 controlada por los judíos. La única excepción previa fue durante el período de los cruzados pero fueron expulsados por Saladino con la conquista de Jerusalén. Por ende, no es sorprendente que Israel sea actualmente vista como una nueva excepción efímera condenada a la extinción. Como hemos visto en la sección anterior, incluso los Acuerdos de Oslo -que en Occidente fueron entendidos como el preludio de una genuina era de reconciliación judeo-árabe- en círculos árabes fueron en gran medida vistos como una tregua estratégica en el contexto de una guerra aún inconclusa. El propio Yaser Arafat -quien por avenirse a negociar con Israel fue galardonado con la distinción más noble que la humanidad confiere a sus miembros, el premio Nobel de la Paz- en repetidas ocasiones hizo referencias públicas al Tratado de Hudayybia, un tratado que el Profeta musulmán firmó desde una posición de debilidad y que canceló luego de haberse fortalecido y estar en condiciones de derrotar al enemigo. Esto podrá sonar extraño a oídos occidentales, sin embargo, es algo que se encuentra en perfecta armonía con la cosmovisión islámica de la historia y con el ethos de la Jihad. Hasta que punto la presencia independiente, soberana y libre de los judíos en la Tierra de Israel (Palestina) es teológica y mentalmente rechazada por el mundo árabe-musulmán puede apreciarse con alarmante claridad en las siguientes citas:
· Alá ha conferido sobre nosotros el raro privilegio de finalizar lo que Hitler tan solo comenzó. Dejemos que empiece la jihad. Maten a los judíos. Mátenlos a todos ellos. Gran Mufti de Jerusalén, Haj Amín el-Huseini, 1946.28 · Nuestra guerra con los judíos es una lucha vieja que comenzó con Mahoma (...)Es nuestra obligación luchar contra los judíos por el bien de Alá y la religión, y es nuestra obligación terminar la guerra que Mahoma comenzó. Del periódico Al-Ahram, 26 de noviembre de 1955.29 · Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo elimine, tal como ha eliminado lo que lo precedió [en referencia a los cruzados]. Hassan al-Banna, fundador de la Hermandad Musulmana en Egipto.30 · Seguramente el juicio de Alá está reservado para ellos [los judíos] hasta que Palestina sea transferida del Dar al-Harb al Dar al-Islam. Yaser Arafat.31 · La conquista sionista de Palestina es una afronta a todos los musulmanes. No puede haber ningún tipo de arreglo hasta que todo judío esté muerto o [haya] partido. El Rey Idris de Libia.32 · Enemigos de Dios, enemigos de la humanidad, perros de la humanidad (...) los judíos manifiestan en sí mismos una continuidad histórica de cualidades malvadas (...) son hostiles a todos los valores humanos (...) la envidia, el odio y la crueldad son inherentes a ellos (...) conspiran (...) mienten (...) adulan a ídolos (...) son pecadores... Pronunciamientos sobre los judíos en la Cuarta Conferencia sobre el Estudio del Islam, Universidad Al-Azhar, El Cairo, septiembre 1968.33 · Prometo aplastar a Israel y lo retornaré a la humillación y desdicha establecidas en el Corán. Anwar Sadat, ex presidente egipcio, 25 de abril de 1972. 34 · Nuestra lucha con los judíos es una lucha entre la Verdad y el vacío, entre el Islam y el Judaísmo. Del Panfleto No. 70, distribuido por el Hamas, febrero 1991.35 · La conferencia proclama que el régimen sionista es una entidad ficticia e ilegal. Su establecimiento en el corazón del dominio islámico es un complot del sionismo internacional (...) La entidad sionista racista es un crimen contra la humanidad. De una resolución adoptada por la Conferencia de Estados Islámicos en Teherán, 20 de octubre de 1991. Cuarenta y cinco países árabes e islámicos participaron en la misma.36 · Todo problema en nuestra región puede ser trazado a este único dilema: la ocupación de Dar al-Islam por judíos infieles. Hashemi Rafsanjani, presidente de Irán, 1991.37 · Luchar contra los judíos e Israel es una obligación religiosa y un deber divino. De un documento firmado por Ibrahim Ghousha, líder del Hamas, 2 de enero de1993.38 · La lucha contra el Estado judío, en la que los musulmanes están involucrados, es una continuación de la vieja lucha de los musulmanes contra la conspiración judía contra el Islam. Sayyd Mohammed Hussein Fadlallah, líder espiritual del Hizbullah, 1994.39 · Mataremos y seremos matados, mataremos y seremos matados (...) nuestros hermanos, héroes de la jihad islámica. Yaser Arafat al dirigirse al pueblo palestino al día siguiente de un atentado suicida contra un micro israelí en la localidad de Beit Lid donde veintidós israelíes resultaron muertos. Televisión palestina, 23 de enero de 1995.40 · El principal enemigo del pueblo palestino, ahora y siempre, es Israel. Freih Abu Meiden, Ministro de Justicia de la Autoridad Palestina, abril de 1995.41 · No tengan piedad alguna con los judíos, no importa donde se encuentren, en cualquier país. Luchen contra ellos, donde sea que Uds. estén. Donde sea que los encuentren, mátenlos. Donde sea que Uds. estén, maten a esos judíos y a esos norteamericanos que son como ellos -y aquellos que permanecen a su lado- están todos ellos en una trinchera, contra los árabes y los musulmanes, porque establecieron a Israel aquí, en el corazón latiente del mundo árabe, en Palestina (...) Alá lidiará con los judíos, vuestros enemigos y los enemigos del Islam. Extractos de un sermón pronunciado en la mezquita Zayed bin Sultán Aal Nahyan en Gaza por el Dr. Ahmad Abu Halabiya, ex rector de la Universidad Islámica de Gaza, miembro del Consejo Fatwa de la Autoridad Palestina. El sermón fue difundido en vivo por la televisión oficial palestina, 13 de octubre de 2000.42 · Los participantes afirman que la estrategia que debería ser adoptada al lidiar con este asunto no puede estar basada en la coexistencia con el enemigo sionista (...) sino en la erradicación del mismo de nuestra tierra. De un comunicado emitido al finalizar la Conferencia Pan-Islámica sobre Jerusalén, Beirut, febrero 2001. Cuatrocientos delegados de cuarenta países árabes e islámicos participaron en la misma.43
A esta altura uno puede con certeza afirmar que el conflicto árabe-israelí es indudablemente una verificación empírica del postulado teórico del Dr. Samuel Huntington, quien en 1993 (irónicamente poco tiempo antes de la firma de la DOP) elevó la hipótesis de que la nueva modalidad de disputa de fines del siglo XX estaría regida por un choque de civilizaciones.44 En su ensayo, publicado en Foreign Affairs, este profesor de la Universidad de Harvard argumentó que la fuente primaria de conflictos en el nuevo mundo no sería ideológica o económica, sino cultural. En sus palabras: el choque de las civilizaciones dominará la política global. Huntington indicó que la evolución de los conflictos en Occidente estaba llegando a su fase final. Inicialmente signados por luchas entre monarquías y principados (procurando expandir sus burocracias, ganar fuerza económica y capturar territorios), dieron lugar a la creación de naciones-estados y, a partir de la Revolución Francesa, el nuevo orden conflictivo pasó a estar regido por la lucha entre naciones en lugar de entre príncipes. Posteriormente, como resultado de la Revolución Rusa y la consecuente reacción occidental, los conflictos pasaron a estar caracterizados por ideologías opuestas, tales como el comunismo, el nazismo y la democracia liberal. Durante la Guerra Fría la rivalidad entre las superpotencias epitomizaba una confrontación no entre estados en el sentido europeo y clásico del término, sino entre dos ideologías diametralmente antagónicas. Con el fin de la Guerra Fría, explicó Huntington, la política internacional presenció la introducción del componente oriental como un actor político e ingresó en una fase representada por la interacción entre civilizaciones occidentales y no occidentales. Huntington detectó ocho civilizaciones principales: occidental, confusional, japonesa, islámica, hindú, eslávica-ortodoxa, latinoamericana y africana. Las mismas se diferencian en función de la historia, la cultura, el lenguaje, la tradición y lo más importante, la religión. Estas civilizaciones poseen diversas percepciones respecto a Dios y el hombre, el individuo y el grupo, el estado y el ciudadano, la familia y toda una larga gama de valores relativos a la libertad, la autoridad, la igualdad, la jerarquía, etc. Hasta donde estas diferencias son insalvables fue así descrito por Huntington: Estas diferencias son el resultado de siglos. No desaparecerán pronto. Son mucho más fundamentales que diferencias entre ideologías políticas o regímenes políticos. Las diferencias no necesariamente implican conflicto y los conflictos no necesariamente implican violencia. Durante siglos, sin embargo, las diferencias entre civilizaciones han generado los conflictos más prolongados y más violentos (...)[C]aracterísticas y diferencias culturales son menos mutables y por ende menos fáciles de ceder y pasibles de resolución que las [diferencias] políticas o económicas (...) En conflictos de clase e ideológicos, la pregunta crucial era ¿De qué lado está uno?´ y la gente podía y de hecho eligió de que lado estar. En conflictos entre civilizaciones, la pregunta es ´¿Qué es uno?´ Eso está dado y no puede modificarse. Y como sabemos, desde Bosnia hasta el Cáucaso hasta Sudán, la respuesta errada a esa pregunta puede dar lugar a un tiro en la cabeza. Incluso más que lo étnico, la religión discrimina filosa y exclusivamente entre la gente. Una persona puede ser medio francés y medio árabe y simultáneamente [ser] incluso ciudadano de dos países. Es más difícil ser medio católico y medio musulmán.
De entre los varios ejemplos que el profesor presentó en su ensayo, el Islam era predominante. En efecto, los musulmanes han estado o están enfrentados con serbios ortodoxos en los Balcanes, con rusos en Chechenia, con chinos en Asia Central, con hindúes en India, con judíos en Israel, con budistas en Burma y Afganistán, y con cristianos en las Filipinas, Egipto, Indonesia, Timor Oriental, Sudán y Mauritania. Además uno podría agregar las luchas internecinas en países musulmanes tales como Pakistán, Afganistán y Argelia; la int |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario