16 agosto 2005

Matók MiDvásh #15 - Bamidbár 5764

Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer
A modo de Editorial:

EL SINAI QUE CONSTRUIMOS NOSOTROS MISMOS

Queridos amigos:
solo nos resta verlo, y para ello hay que vivirlo
Esta
semana damos comienzo a la lectura de Bamidbár (Números), el cuarto
libro de la Toráh. Y ello ocurre siempre en un clima de especial
emoción, porque resulta ser inevitablemente el shabát anterior a la
festividad de Shavuót, en que conmemoramos Matán Toráh: ese momento
glorioso en que el pueblo de Israel se planta a los pies del Monte
Sinai y recibe la Toráh. Dicho momento es concebido como los
"esponsales" del Creador con el pueblo de Israel: el momento en que se
signa el pacto que unirá íntimamente a Israel con los dictámenes del
Creador, para ser su socio en la culminación de la Creación. Por ello,
este shabát es llamado "Shabát Caláh", el "shabát de la novia": Israel
es la novia que se apresta a la consagración eterna por parte de D's,
ante quien dirá, en unos días: "Haremos, y Oiremos"; cumpliremos con la
Toráh, y desde el ejercicio de la Verdad, nos tornaremos capaces de
comprender.

En nuestra parasháh, es censado el pueblo de Israel,
y tras ello, se dispone la formación militar en que continuará su
tránsito por el desierto. En medio del campamento viajará el Mishkán,
el Tabernáculo u templo portable construido por el pueblo de Israel,
que guarda dentro de sí las "Lujót haBrít" (las Tablas del Pacto). En
lo sucesivo, sólo desde el Mishkán hablará D's a Moshéh y le
transmitirá lo que él habrá luego de volcar al pueblo. Rodeando el
Mishkán la tribu de Leví: veintidosmil hombres cuenta entonces Leví,
mil por cada letra del alefato, del abecedario sagrado con que es
pronunciada la Creación; mil por cada letra en que se desgrana la Toráh
y, desde ella, todo lo que Es. Y rodeando el Mishkán, el resto del
pueblo, tribu por tribu, en doce líneas que trazan la forma de un
Maguén David, una estrella de seis puntas adoptada desde ya como forma
en que se habrá de mover por siempre el pueblo de Israel en conjunto.

Se
preguntan nuestros sabios acerca de la coincidencia necesaria entre
parashát Bamidbár y la conmemoración inmediata de la entrega de la
Toráh; y halla el Rambá"m (Maimónides) un paralelismo bellísimo e
inquietante: la formación provista por Bamidbár traduce a las
posibilidades de todos los tiempos y todos los hombres la escena
irrepetible e irrecuperable del pacto único y maravilloso que vivimos
al pie del Monte Sinai. Las coordenadas precisas en que se ubica el
Monte Sinai, al igual que las del lugar en que reposan los restos
mortales de Moshéh, nos son ocultadas por D's; no tenemos modo de
recuperarlas y, por consiguiente, tampoco de tentar la reedición de la
experiencia. Mas tal como se revela D's en toda su majestad y evidencia
en el Sinai, se revelará luego y para siempre en el Mishkán, en el
Templo construido por Israel para reposo de la ProVidencia. Y tal
paralelismo se expresa claramente en las advertencias que pesan sobre
todo Israel en ambas circunstancias. Tanto en Bamidbár I, IV y XVIII
como en Shmót (Exodo) XIX, leemos advertencias equivalentes respecto de
la muerte que espera a quien no debe acceder al más sagrado de los
espacios y viola los límites que su naturaleza le impone. En el Sinai,
todo el pueblo debe contenerse de tocar siquiera el pie de la montaña
bajo pena de muerte. Otro tanto ocurre con los espacios sagrados del
Mishkán. Y amenaza equivalente pesa sobre los propios sacerdotes a
cargo del oficio, de no ingresar en estado de la mayor pureza. El
Mishkán (y más tarde el Mikdásh, el Templo de Jerusalem que esperamos
ver reconstruido en nuestra generación y para ello oramos y plegamos
cada día) es en cierto modo un "Sinai portátil", que acompaña a Israel
en su travesía. Y de alguna manera, cuando el estado de exilio extremo
requiere que carezcamos incluso del Mishkán, es en este instante el
propio contenido de nuestro estudio de Toráh con tesón y esmero el que
constituye lo más cercano al "Sinai" que nos es dado portar, evocar,
erigir, incorporar, para romper desde él los designios del exilio y
acceder a la verdadera redención.

A lo largo de toda nuestra
parasháh asistimos a los avatares de un censo nacional: cada tribu, y
dentro de ella, cada familia, es censada, cada hombre junto al
estandarte de los suyos, cada quien a la orden en su función
específica. Porque es Israel en conjunto el que puede realizar de modo
pleno el pacto que le une al Creador; mas ello es posible únicamente
desde la especificidad, desde la individualidad irrepetible de cada
uno. La Toráh no nos traza un camino de uniformidad forzada sino, antes
bien, de respeto a la individualidad, de crecimiento desde cada uno
hacia el colectivo, desde las capacidades especiales de cada quien,
desde las inclinaciones, las búsquedas, el modo de amar la Verdad y de
vivirla que cada quien es capaz de hacer crecer en sí. Y éste mensaje,
de cara a los esponsales, a la celebración del Pacto con el Creador el
próximo martes a la noche cuando comience Shavuót, es de importancia
vital. El camino de la Teshuváh, del retorno a la respuesta, se
encuentra abierto ante todos, y hay una senda especial signada para
cada uno. La Toráh establece el camino; el hombre, desde quien es, lo
dibuja en su propio destino. Y así dice el Zohar sagrado en nuestra
parasháh: "Estudiamos: el lugar que los poseedores de la Teshuváh
ocuparán en el mundo venidero, está vedado a los 'tsadikím guemurím', a
los justos perfectos" que nacieron dentro de la respuesta, de la
Verdad, y ningún esfuerzo hubieron de hacer para arribar a ella. Es
mucho más alto el desafío de quien retorna, en nuestra generación, al
ejercicio de la Verdad desde el estudio y la práctica de la Toráh, que
el de quien ha nacido en ella y sólo (¡sólo!) ha de continuar el camino.

Sea
voluntad de D's darnos la fuerza de estar entre los verdaderos
poseedores de la Teshuváh. Sea Su voluntad que no nos desviemos del
camino, y que sepamos, haciendo uso de cuanto nos ha enseñado la vida y
de la experiencia maravillosa de cada momento de Toráh aplicada a
nuestro tiempo, atraer sobre nosotros, sobre quienes amamos, sobre
Israel y la Creación toda, la pronta y completa Redención.

Con vosotros, con amor, bendiciéndoos de cara a la fiesta de Shavuót,
y deseándoos Shabát shalóm,



daniEl I. Ginerman
editor@ieshivah.net



APRENDIMOS EN LA GUEMARA ESTA SEMANA:
EL PODER DE LA PLEGARIA DE UN HOMBRE SAGRADO


Rabi Janina


Rabí
Janina ben Dosa iba por el camino, cuando repentinamente se desató una
fuerte lluvia. Se detuvo y clamó: “Amo del universo: todos los
pobladores están satisfechos porque las lluvias riegan los campos,
¿mientras Janina yace afligido en su andar por el camino bajo el agua?”.
Inmediatamente cesaron las precipitaciones a causa de su plegaria.

Cuando
hubo llegado a su hogar, clamó delante del Creador: “Todos los
pobladores están inmersos en aflicción porque las lluvias no descienden
para regar los sedientos campos, ¿mientras Janina yace
confortablemente en su casa?”.

Comenzaron nuevamente a descender las precipitaciones a causa de su plegaria.

(Talmud Bablí, Tratado de Taanít, 24b)




Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer LAS GUARDIANAS DEL PACTO POR AMOR
por Galia Ginerman

"Y
habló D's a Moshéh en el desierto de Sinai, en la Tienda del
Testimonio, en el día primero del mes segundo, en el año segundo a su
salida de la tierra de Mitsráim, para decir"

Respetadas
lectoras: Les invito a contemplar el versículo que acabo de citar, con
el que comienza la parasháh "BaMidbár", y a realizar juntas el intento
de develar qué conocimientos esconde para nosotras.

Sabemos que,
en este punto, el pueblo de Israel se encuentra en el desierto de
Sinai; que el "Ohel Moéd", el Templo que les acompañará en su viaje, ha
sido erigido; y que hace ya un año y dos semanas que el pueblo de
Israel se halla en el desierto.

Pensemos por un instante en este
último dato: hace ya un año y dos semanas que el pueblo de Israel se
encuentra en el desierto. ¡Año y dos semanas! Describámonos la
situación.

Un pueblo completo que comprende varios millones de
personas (seiscientos mil hombres de entre veinte y sesenta años, más
los niños, los hombres mayores y todas las mujeres), sale en una noche
de Mitsráim, rumbo al desierto.

Mitsráim no era entonces el país
desértico que conocemos en el Egipto de hoy. Por el contrario, era una
tierra fértil y verde, cuyos campos pródigos eran alimentados por las
aguas del río Nilo. Era una tierra rica y próspera, en la que lo bueno
de este mundo abundaba. De tal tierra salió el pueblo de Israel, rumbo
al desierto.

¿Y qué llevaron con ellos para el camino? Algo de matsáh, de pan ázimo; y agua.

Queridas mías: ¡¿cómo podríamos llamar a una acción como ésta, sino "suicidio colectivo"?!

Salir
a un desierto desnudo con la certeza de que no se habrá de retornar,
munidos de alimento y agua que bastarán sólo para unos pocos días, con
bebés y niños y ancianos, a un lugar estéril, desnudo y seco como el
desierto, tiene por única consecuencia lógica la muerte segura. Si no
por hambre, por sed; si no por sed, por calor; si no por calor, por la
mordedura de las serpientes y escorpiones que abundan en el desierto.

Mas
tenemos de qué maravillarnos: ¡una realidad increíble se exhibe ante
nuestros ojos! Transcurridos un año y dos semanas, el pueblo que salió
al desierto sin la más mínima probabilidad de supervivencia, no sólo ha
sobrevivido y existe aún, sino que ¡ha aumentado en número! En el censo
que trae nuestra parasháh resultan haber más de seiscientos mil hombres
de entre treinta y sesenta años....

Intentemos comprender el
proceso ocurrido aquí, y cómo no sólo sucedió en el desierto de Sinai
hace más de 3.300 años, sino que tiene lugar en nuestros hogares
también cada día.

La palabra clave de todo este proceso es
"emunáh": fe. Sin fe, el pueblo de Israel jamás habría salido de
Mitsráim, ni habría considerado siquiera salir al desierto con
semejante apuro y bajo tal presión, ni sin una provisión razonable de
agua y alimentos para el camino.

Y no se trata de "meramente
fe". Para salir al desierto en semejantes condiciones hay que disponer
de una fe potente, capaz de sobreponerse a lo que ven nuestros ojos, y
a cuanto resulta sensato y razonable pensar en circunstancias como
esas si atendemos a los "caminos de la naturaleza", a cómo suelen
suceder (y es esperable que sucedan) las cosas.
Y de hecho, la gran
mayoría del pueblo de Israel que se encontraba en Mitsráim, no contaba
con tal nivel de fe, y no salió de Mitsráim sino que murió allí durante
los tres días de oscuridad.

El pueblo de Israel es comparado numerosas veces, en la Toráh, con una mujer.

En
la haftaráh (lectura de los Profetas) correspondiente a nuestra semana
(Oseas II), el profeta acusa al pueblo de Israel comparándole con una
mujer que se prostituyó, que abandonó a su marido y fue en pos de sus
amantes. Los "amantes" son los pueblos del mundo. Y así dice la mujer:
"Iré tras mis amantes, quienes me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi
lino, mi aceite....".

Y D's argumenta contra ella: "Y ella
desconoció que Yo le di el cereal y el mosto, y el aceite puro, y
reproduje para ella la plata, y el oro utilizó para...".

De
hecho, esta descripción responde a la situación del pueblo de Israel en
el exilio. El pueblo de Israel se confía al resto del mundo, deja que
de ellos dependa su sustento y que de ellos provenga cuanto le falta, y
olvida que, esencialmente, toda su existencia depende única y
exclusivamente de Hashém, y que sólo de El proviene la abundancia.

Cada
hogar judío es base y fundamento para la continuidad del pueblo de
Israel. Es del hogar que abreva cada judío la fe que habrá de mantener
con firmeza toda la vida.

Muchas veces nos parece, a las
mujeres, que por exclusivo mérito de nuestro gran esfuerzo obtenemos
cuanto necesitamos. El hogar bonito y bien amueblado, los niños
avispados, el sustento económico, etc. Pero en los hechos, sólo D's
pone éxito en nuestros actos, sólo de El proviene el flujo de bien, que
no es -entonces- consecuencia directa de nuestro esfuerzo.

A
veces, creemos que si actuamos bien de acuerdo a las "leyes naturales",
la buena consecución nos estará garantizada. Y ello se manifiesta en
todos los órdenes: en el sustento económico, se nos ocurre que si
alentamos a nuestros maridos a trabajar horas extras, o aún si
cumplimos nosotras largas jornadas de trabajo, dispondremos de más
recursos. Y en la educación de los niños, se nos ocurre que si enviamos
a nuestros hijos a un colegio especialmente reconocido, serán más
inteligentes y exitosos.

¿Por qué nos parecen así las cosas?
Porque vivimos en un mundo que parece funcionar de acuerdo a tales
"leyes naturales", un mundo de estadísticas y análisis cuantitativos. Y
el Creador inscribió estas leyes en la naturaleza; mas para que nos
sirvan de auxilio: no para que dependamos de ellas.

D's es quien
dirige todo lo relacionado con nuestros hogares, con la educación de
nuestros hijos, con nuestro sustento económico y con los resultados de
todas nuestras acciones.

Ciertamente, es posible vivir sin fe;
pero ello implica subordinarse a esas "leyes naturales" y a las leyes
de los hombres, sin posibilidad alguna de salir de Mitsráim, de salir
de la esclavitud a las leyes de la naturaleza baja para llevar a todos
los integrantes de nuestro hogar arriba, arriba, hasta la tierra
prometida.

Tenemos la obligación y la capacidad de cumplir, cada
día, este proceso que pasó el pueblo de Israel, en el desierto, 3.300
años atrás. Y sólo la mujer tiene capacidad de dirigirlo, desde su
posición al frente del hogar. Sólo la mujer puede sacar a su propia
familia de Mitsráim cada día.

Y si creemos por un instante que
es difícil el desafío, viene la Haftaráh de esta semana, en Hoshéa
(Oseas) II, y nos promete que en el final de los tiempos se cancelarán
las leyes naturales, y sólo quienes estén en posesión de la verdadera
fe estarán capacitados para ver y aprehender todo el bien que el
Creador dispondrá para nosotros; y entonces será el momento de ver las
cosas de modo cierto, y ya no desde la confianza que provee la fe.

D's
le anuncia al pueblo de Israel, que es comparado a una mujer, que todos
sus amantes partirán de ella al final de los tiempos, y ya no estarán
más para auxiliarla. Que toda mujer que se confíe únicamente a las
leyes que aparecen como naturales, ya no obtendrá éxito en nada como
solía. Porque la única opción estará dada por el versículo final de la
Haftaráh: "Y te desposaré para mí en la fe, y conocerás a D's".
La
Haftaráh habla a la mujer que representa al pueblo de Israel. Y expresa
lo que ocurrirá al fin: cuando el pueblo de Israel camine el sendero de
la fe, desde esa fe arribará al conocimiento: "conocerás a D's". Como
explica el Malbí"m: "El pueblo de Israel conocerá a D's con un
conocimiento claro que trascenderá la necesidad de tener fe, porque la
fe se tiene en algo que no se conoce plenamente".

Sólo si
legamos la fe y la enraizamos en nuestros hogares, mereceremos que al
final el conocimiento verdadero se revele en nosotras y en los
nuestros; y ese conocimiento verdadero es la llave, para la familia y
para el pueblo y para el mundo, que abre las puertas a la más fuerte
unión, a la más elevada forma de plenitud, a la realización completa
del amor.



Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leerLLEGAR A CONOCER QUIEN SOY por Rav Dorón Rosilio


Dice
el midrásh que estaba el pueblo de Israel en el desierto y D's les
ofreció la sagrada Toráh. Respondieron y dijeron: "Haremos, y Oiremos".
Emergió una voz del firmamento y preguntó "quién reveló a Mis hijos
este profundo secreto", puesto que "haremos y oiremos" es una respuesta
maravillosa que contradice toda lógica: se supone que uno "oye"
(atiende, comprende) primero, para decidir y emprender la acción
después.

Siempre tomé este midrásh como símbolo de la capacidad
del pueblo de Israel de anularse, de supeditarse ante la manifestación
grandiosa de la Toráh, de anular la lógica mezquina de sus mentes para
tornarse capaces de incursionar en el secreto de la razón Divina de la
Verdad.

Todos nosotros somos, en esencia, chispas de Divinidad
alojadas en este mundo material con una meta. Pero si somos chispas de
divinidad, si del espacio ilimitado provenimos y esa misma ausencia de
límites es el anhelo de nuestras almas, ¿por qué no podemos romper las
barreras y saltar al infinito del tiempo, del espacio, de la mente? La
respuesta a esta pregunta ardiente la hallo en las palabras del Rav de
Piasezna: estamos en este mundo, rodeados, envueltos en circunstancias
externas que definen los límites de nuestra personalidad y el alcance
de nuestros actos. Y nuestro trabajo radica en trabar relación con ese
entorno que nos rodea y nos envuelve tanto sensorial como
intelectualmente, para revelar, gota a gota, paso a paso, hacia fuera,
la esencia pura que albergamos en nuestro interior, y hacer que se
superponga a toda la influencia a que estamos sujetos por parte del
mundo material. Y en nada cambia para este trabajo la gran variedad de
modos en que se presenta la influencia exterior entre tierra y tierra,
entre idioma e idioma, entre color y color. La variedad nos enriquece y
alimenta las herramientas para el conocimiento de nosotros mismos, el
conocimiento que vive en lo más profundo de nosotros y que estamos
llamados a recuperar.

Recién cuando, desde donde sea que uno
esté, se conecta íntimamente con la realidad grandiosa de la Toráh, de
la mente Divina; recién cuando uno tiende a hacerse Uno con el Creador,
comienza a operar y realmente funcionar el milagro de la revelación.
Entonces, recién, descubres tu esencia de ser ilimitado. El
conocimiento de la Toráh va agregando a tu descubrimiento una capa tras
otra, uno tras otro escalón, y la capacidad de tu corazón crece en un
proceso maravilloso y vivificante, dulce como la miel y de a ratos
amargo, que te derriba y te iza y te abisma y te encarama una y otra
vez. Y aprendes que por fin estás viviendo el verdadero viaje de la
vida, cuando dejas por fin de lado los prejuicios y las ideas pequeñas
y humanas que te acompañaban, y tu lógica y la que llamabas "sabiduría
de la vida"; y todo ello va dejando su lugar a la Toráh que se expande
dentro de tí dándote nueva forma, para que seas capaz de decir "Naaséh
veNishmá", "Haremos, y Oiremos". En el decurso, descubres que no estás
renunciando a ser quien eres, sino que apenas vas comenzando a
descubrirlo, a hallar la grandeza inmensa e insospechada de quien
albergas en tu interior y carecías de instrumentos para revelar.

Porque
por fin, cuando hayas logrado incorporar la Toráh a tu propia
naturaleza, hallarás el verdadero sentido de cuanto has aprendido en la
vida, que se incorporará con nueva luz a conformar ese ser luminoso,
único e irrepetible, que has nacido para ser. Ese es, finalmente, el
secreto profundo de nuestra respuesta al pie del Monte Sinai: "Haremos,
y Oiremos".
Les quiere,

Dorón

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IGUERET HARAMBA"N

Lo
que sigue es la carta con consejos que escribió el Rambá"n
(Najmánides), desde Israel, a su hijo que había restado residiendo en
Catalunya. La perfección de su síntesis y su carácter luminoso la han
transformado en guía para los hombres y mujeres judíos en todas las
generaciones, y su lectura atenta y frecuente es muy recomendable para
todos
.

Presta atención, Hijo mío a la disciplina de tu
padre y no deseches los consejos de tu madre. Habitúate a hablarle
amablemente a toda la gente en todo momento. Este proceder te protegerá
de la ira, una máxima falla de carácter que induce a la persona a
pecar. Nuestros Rabinos nos enseñaron lo siguiente: "Todo aquel que se
inflame preso de la ira, estará sujeto a la disciplina del Gehinnom
-Infierno-, tal como está escrito: Destierra la ira de tu corazón y
elimina el mal de tu carne. El mal al que aquí se hace referencia es el
Gehinnom, tal como está escrito: Y los perversos están destinados para
el día del mal.

Una vez que te hayas alejado de la ira, la
cualidad de la humildad entrará en tu corazón. Esta auténtica cualidad
es la más sublime de todas las virtudes admirables, así como lo
expresan las Escrituras: Siguiendo inmediatamente a la humildad viene
el temor a D's. A través de la humildad, se intensificará en tu corazón
el temor a D-s, ya que siempre tendrás presente de dónde has venido y
adonde estás destinado a ir. Te darás cuenta de que en la vida eres tan
frágil como la larva o el gusano -y con más razón en la muerte. Es este
sentido de la humildad, el que te recuerda de Aquel ante Quien serás
convocado para el juicio o el Rey de la Gloria. De El está escrito:
Mira, el cielo y el cielo de los cielos no puede contenerte a Ti, ni
seguramente tampoco el corazón de los hombres. Está escrito además: ¿No
lleno Yo el cielo y la tierra? dice D's.

Después de que hayas
pensado seriamente sobre estas ideas habrás de temer a tu Creador, y
estarás a salvo del pecado. Una vez que hayas adquirido estas
magníficas cualidades, estarás feliz entre tus semejantes.

Cuando
tus actos muestran una genuina humildad - cuando tengas una actitud
modesta ante el hombre y temerosa ante D-s; cuando actúes
cautelosamente frente al pecado - cuando el espíritu de la Presencia de
D-s se pose sobre tí; habrás de vivir el Mundo del Futuro.

Y
ahora hijo mío, entiende claramente que aquel que tiene arrogancia en
su corazón hacia otros hombres se rebela contra la soberanía del cielo,
porque se está glorificando a sí mismo con las vestiduras propias de
D-s, porque está escrito que el Eterno reina, y El viste el manto de la
grandeza.

Porque en realidad, ¿de qué debería estar orgulloso el
hombre? Si tiene riqueza -es D's quien lo hace próspero. Si posee
honores -¿no pertenece a D-os el honor? Tal como está escrito: La
riqueza y el honor provienen de Tí: ¿cómo puede alguien glorificarse a
sí mismo con el honor de su Creador? Si se enorgullece de su sabiduría,
hazle entender que D-s puede quitarle el habla a los más competentes y
despojar de la sabiduría a los ancianos."

De tal manera, todos
los hombres están en pie de igualdad frente a su Creador. En Su furia
El derriba a los encumbrados; en Su buena disposición El eleva a los
oprimidos. Por lo tanto, hazte humilde y de este modo el Eterno te
elevará.

Por esta razón, te explicaré de qué modo puedes
habituarte y lograr la cualidad de la humildad, y mantenerte siempre
con ella. Que tus palabras tengan un tono amable; manten la cabeza
inclinada.

Baja tus ojos, y eleva tu corazón hacia el cielo; y
cuando hables no fijes tu mirada en tu interlocutor. Que todos los
hombres se vean más grandes que tú ante tus ojos; si alguien es más
sabio o acaudalado que tú, deberás mostrarle respeto, y si otro es
pobre, y tu fueras más rico o más sabio que él, considera que puede ser
más virtuoso que tú: si comete pecado, ello podría ser el resultado de
un error por su parte, en tanto que tu transgresión sería deliberada.
En todas tus palabras, acciones y pensamientos -en todo momento-
imagínate en tu corazón, que estás de pie ante la presencia del Ser
Sagrado y Bendito que es Él, y que Su Presencia se ha posado en tí.
Verdaderamente, la gloria de Hashem llena el universo. Habla con
reverencia y temor, como lo haría un sirviente en presencia de su amo.
Actúa con moderación en la compañía de otras personas: si alguien te
llama, no le respondas a gritos, sino que le contestarás amablemente -
en un tono bajo de voz, tal como lo haría alguien en presencia de su
consejero.

Ten cuidado de estudiar siempre la Torah asiduamente,
de manera tal que te será posible cumplir sus mandamientos. Cuando te
levantes de tu estudio, pondera atentamente el contenido de lo que has
aprendido, y analiza qué es lo que puedes llevar a la práctica de ello.

Revisa tus actos cada mañana y cada noche, y de esta manera podrás vivir todos tus días con un sentimiento de arrepentimiento.

Expulsa
los asuntos externos de tu mente, cuando estés orando; prepara
cuidadosamente tu corazón en la presencia del Sagrado. Purifica tus
pensamientos, y pondera tus palabras antes de pronunciarlas.

Condúcete
de acuerdo a estas normas en todos los esfuerzos que realices mientras
vivas. De esta manera habrás de evitar seguramente las transgresiones;
tus palabras, acciones y pensamientos serán intachables. Tu plegaria
será pura y clara, sincera y placentera para D-s, El que es Bendito, y
será tal como está escrito: Cuando Tú preparas sus corazones (para
concentrarse), Tú estás atento (a sus plegarias).

Lee esta carta
una vez por semana y no descuides nada de su contenido. Cúmplela, y al
hacerlo condúcete según ella y en los caminos indicados por Hashem, que
sea El bendecido, de modo de que puedas tener éxito en tu conducta y
ser merecedor del Mundo del Futuro, que permanece escondido y destinado
a los virtuosos. Cada día en que leas esta carta, el cielo responderá a
los deseos de tu corazón.

Amen. Selah.

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