Matók MiDvásh: prensa electrónica de Ieshivah.Net - Edición No. XXVII
Iár 5765, Parasha't Emór, desde Jerusalem
Edición dedicada a la elevación del alma de Meír ben-Ia'acóv, y a la elevación del alma de todos los tsadikím que entregaron su aliento por Kidúsh Hashém
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"... y os Icé sobre alas de águilas, y os traje hacia Mí..."
Ser cohaním: debemos aprender a hacer Shalóm
Javerím, queridos amigos, Shalóm:
La parasháh de la semana pasada está dedicada, casi íntegramente, a enseñar al pueblo de Israel cómo arribar a la sacralidad, cómo hacernos sagrados: "kedoshím". Inmediatamente a ello, comienza nuestra parasháh, Emór (Vaikrá -Levítico- 21:1-24:23), enseñando cómo habrán de preservar su pureza, su aptitud para la sacralidad, los "Cohaním" y los "Leviím": los sacerdotes del pueblo de Israel.
De paso: en español, la palabra "sacerdote" alude a la raíz de lo sagrado, a partir de la raíz consonante "s-c-r", que da lugar a "sacro" y, tras él, a "sacerdote".
Dice nuestro comienzo: "...dí a los Cohaním, hijos de Aharón"; y pregunta el Or HaJaím, uno de nuestros mayores exégetas: si en la Toráh, por regla, el sustantivo precede al adjetivo, ¿por qué aquí es al revés?, ¿por qué enuncia en segundo lugar a las personas, los "hijos de Aharón", y en primero a su calidad de Cohaním? De aquí aprenderemos que la condición del Cohén es de índole espiritual. No es, como en tantas culturas idolátricas, una mera cuestión de casta. Si bien la "potencia" del sacerdocio está destinada a los hijos de Aharón, la calidad de "cohén" debe ser adquirida por ellos a través de su propio trabajo en la comprensión y el cumplimiento de la Toráh. Por consiguiente, "di a los Cohaním, hijos de Aharón", indica también: es a su carácter de sacerdotes que están dirigidas estas palabras, y no a su dimensión humana personal. Ni tampoco a su condición de casta, sino al nivel espiritual en que deben vivir para ser verdaderos sacerdotes.
Mas hemos de detenernos antes aún de esta precisión, para observar el maravilloso enlace entre lo que estudiábamos la pasada semana, y lo que nos toca aprehender durante ésta. Hasta ahora, se nos instruyó cómo ser sagrados todos, la gran masa del pueblo en su conjunto. Hecho lo cual, pasa la Toráh a elaborar la sacralidad de quienes deben estar a la cabeza del pueblo, y deben oficiar de antenas, de artífices de un vínculo superior entre la creación y el Creador.
¿Por qué primero el pueblo y después sus sacerdotes?
Los cohaním han de servir en el Beit-HaMikdásh, en el Templo. La esencia de su función consiste en representar al pueblo de Israel en el oficio sagrado, en elevar las almas de los demás merced a las herramientas especiales que el Creador ha puesto en sus manos. Por consiguiente, nada pueden hacer si no es por mérito del pueblo mismo. De hecho, no hay Beit-HaMikdásh, no hay Templo en que puedan brindar su servicio, si no es por mérito del grueso del pueblo mismo. Tal cual sucede hoy. Tal ponemos nuestra fuerza para que se haya revertido mañana.
Por ello, sólo es relevante la sacralidad del Cohén una vez que todos somos sagrados. De igual modo -hemos dicho ya ésto alguna vez-, el profeta hebreo se llama "Naví", palabra también traducible por "traeremos". Porque la profecía del Naví es "traída" hasta él por razón del pueblo todo, y no por su condición personal específica. De ahí que el profeta de Israel no es dueño de su profecía, ni puede utilizarla en beneficio propio, sino que oficia únicamente de canal a cuyo través llega a Israel, y en algunos casos al mundo, el mensaje que le está destinado.
Tenemos una agenda prevista. Comienza porque aprendamos a ser sagrados. Entonces, cuando llegue el momento de recibir nuevamente el privilegio del Templo, del Mikdásh, nuestros Cohaním podrán retomar sus funciones. Y por fin, llegará el momento en que la luz se hará patente para todos. Como se nos explica en Shemót -Exodo- 19:6: "Y vosotros seréis para mí un Reino de Cohaním, y un pueblo sagrado". Al final de esta historia, las leyes que rigen la sacralidad del Cohén serán aplicables a todo Israel, y la Toráh se convertirá en verdad patente a los ojos del mundo.
Y para entonces, ¿cómo entenderemos que los Cohaním deban ser, como leímos recién, los "hijos de Aharón"?
Aharón, de quien debemos prepararnos a ser dignos "hijos", es descripto por Rabí El'azár, hijo de Rabi Iosi HaGlilí, en el Tratado de Sanhedrín 6b, con estas palabras: "Aharón, ama el Shalóm y persigue el Shalóm, y asienta el Shalóm entre los hombres". Shalóm, la paz de la plenitud, es la concreción máxima de la sacralidad perfecta que nos enseña la Toráh en estos días. Tal ponemos nuestra fuerza hoy, para que sea verdad evidente mañana.
Con nuestras brajót, desde Ierushalaim,
daniEl I. GinermanEditor
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