R. Yosef Benchimol
Entendiendo el alma del pobre
“Cuando hubiere en medio de ti, pobre de alguno de tus hermanos, en alguna de tus ciudades, en la Tierra que A-do-nai, tu Di-s te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano menesteroso”.
“Si no que generosamente le abrirás tu mano, y sin falta le prestarás lo suficiente para la necesidad que padeciere”.
Rabí Iosef Caro, en su "Shulján Aruj" capítulo 249 estableció:
“La cantidad que debe dar - si tiene el poder económico, entonces debe dar acorde a las necesidades de los pobres”.
Un capítulo más adelante (cap. 250) el Shulján Aruj especifica esta halajá:
“¿Cuánto le debemos dar al pobre? Todo lo que él necesita. ¿Cómo es esto? Si tiene hambre, le debemos dar alimentos; si necesita ropa, debemos proveerle de vestimenta; si no posee artículos para el hogar, se los debemos comprar”.
Sin embargo, esta halajá no se aplica solamente a las cosas que a nosotros nos podrían parecer lógicas que el pobre necesite, sino literalmente a toda necesidad que él tenga, como continúa Rabí Iosef Caro:
“Incluso si antes de empobrecer alguien solía montar a caballo y tenía un sirviente que iba delante de él, y luego perdió su fortuna, nosotros deberemos comprarle un caballo y proveerle de un sirviente. Y la misma regla se aplica con cada persona de acuerdo a sus necesidades”.
De estos ejemplos se aprende que tanto las necesidades físicas del pobre como las psicológicas deben ser tomadas en consideración para cumplir la mitzvá de la tzedaká de la mejor manera.
Por esta razón el gran sabio del Talmud llamado Hilel compró un caballo a un hombre que había sido rico y le puso un sirviente, y más tarde cuando Hilel ya no pudo mantener a ese sirviente, él personalmente sirvió de sirviente corriendo delante de ese hombre.
Para entender mejor este concepto podemos utilizar un ejemplo de Rabí Eliyahu, el "Gaón" (genio) de Vilna.
Él explicó que cuando una persona cierra su mano, sus dedos dan la apariencia de ser todos del mismo tamaño, mas cuando la persona abre su mano, uno puede comprobar que en realidad cada dedo tiene una longitud diferente.
Y así ocurre también con la caridad - dice el Gaón. Cada persona pobre tiene diferentes necesidades, y la obligación para con cada uno de ellos es darle tzedaká de acuerdo con su necesidad única.
Cuando es necesario la pobreza es un castigo que le impone Di-s a sus hijos –el pueblo de Israel- para dirigirlos por el camino recto, y eso hace que sean temerosos de Di-s. Ya que si no tienen pan para comer y ropa para vestir, ellos piden misericordia y se acuerdan del que creo toda existencia.
Una familia pudiente que no da tzedaká y piensa que todo lo que tiene es gracias a su esfuerzo, y su sabiduría y no quiere ayudar a los necesitados el Todopoderoso los vuelve a ellos o a sus hijos pobres. El mundo es como una rueda, aquel que se encuentra en un momento muy arriba puede caer y quedar bajo , por eso existen lo pobres.
Esta escrito en la Guemará (Ketubot 68): “Todo aquel que se desentiende de la tzedaká es como si hiciera idolatría”.
Aquí surge la pregunta: porque se considera idolatra el que no da Tzedaká pero sin embargo cree en Di-s?
Si meditamos un poco sobre esta pregunta vemos que se contradicen las actitudes de no dar tzedaká y por otro lado creer en Di-s. Si las personas creen en Di-s y está convencida que todo lo que tiene viene del Todopoderoso y que Él le dio la riqueza. Entonces debe obedecer cuando le ordena separar parte de ella para los pobres, ya que si no actúa así se volverá pobre y tendrá que pedir limosna por las calles.
Ahora bien, imaginémonos alguien que viene a comprar una mercancía a nuestro negocio y nuestra mercancía vale el triple de lo que nos costo. No creo que tendríamos duda en vender o no la citada mercancía ya que obtendríamos un gran beneficio y podríamos comprar mucha más mercancía.
Asimismo, tenemos que imaginarnos cuando viene un pobre o el recaudador de tzedaká, éste es como un cliente que viene a comprarnos una mercancía muchísimo más valiosa que es la tzedaká. Porque no vemos y entendemos el beneficio que nos trae si abrimos nuestras manos y damos con alegría, ya que como dice en Shulján Aruj: “No hay persona que se empobrezca de dar tzedaká”. Entonces de ¿qué teme? Solamente tiene que probar y verá que la tzedaká es el mejor negocio de su historia, se vera recompensado con buenos hijos, se le va a multiplicar sus bienes hasta tal punto que no le va a caber donde meterlo ni contarlo.
Cuantas veces buscamos agentes de negocios o del mercado de valores que nos aconsejen donde invertir mejor y que nos dé un buen beneficio. En definitiva tratamos de colocar bien nuestros intereses pero muchas veces por desconocimiento no nos damos cuenta que tenemos un gran manual -Shulján Aruj- que nos guía en nuestro sendero de la vida y en este caso concreto nos garantiza la inversión con total seguridad.
Todo el que piensa que desentendiéndose de la tzedaká, tendrá mas propiedades y teme que se le va a disminuir su capital por ayudar a los necesitados y no cree en el Todopoderoso, y solo cree en sus propiedades y en su dinero es como actuara como un idólatra.
Generalmente la mayoría de las personas dan tzedaká y aumentan sus donativos cuando conocen verdaderamente esta mitzvá y su virtud. Sus contribuciones no dependen del capital, si es poco o mucho, no es el bolsillo que decide dar sino su corazón.
Por eso parte fundamental de los Sabios, Rabinos, maestros deben impartir shiurim y estudios constantemente en su profundidad de la importancia de la tzedaká. De una manera amable, prudente directamente a sus corazones, mostrando el beneficio y el zejut que se obtiene.
Una de las lecciones espirituales más importantes de todas es la necesidad de sentir realmente el alma del pobre como si fuese propio.
Esto puede sonar simple y familiar, pero no es ninguna de las dos cosas. Todos tenemos, de manera innata, un sentimiento natural de compasión cuando escuchamos los problemas de otras personas. Pero hay una gran diferencia entre ese sentimiento de compasión y sentir de verdad el dolor de la otra persona como propio. Nuestra falta de capacidad para sentir el dolor de otra persona es asombrosa. Aún cuando tenga que ver con pequeñas dolencias que todos hemos padecido como gripe, resfriado o dolor de estómago, no podemos despertar nuestros sentimientos por el dolor y la incomodidad de otra persona, de igual manera como lo hacemos con nosotros mismos. Si éste es el caso con las cosas pequeñas, es mucho más cierto que no sentimos como propio el dolor por problemas mayores que tal vez jamás hayamos experimentado.
Es importante que nos demos cuenta de lo lejos que estamos de este importante nivel espiritual, para que sepamos lo tan lejos que debemos desarrollarnos a nosotros mismos.
También es importante que entendamos porqué necesitamos desarrollar un sentimiento aún más fuerte por el dolor de los demás.
Una razón es el ímpetu siempre creciente por nuestro subir espiritualmente y nuestro deseo de ayudar al mundo.
Si nuestro deseo de crecimiento espiritual está limitado a nuestra propia necesidad de satisfacción, entonces nuestro impulso hacia arriba y ayudar a otros disminuirá cuando nos sintamos contentos o en un sitio espiritual relativamente bueno.
Pero si desarrollamos y hacemos que continuamente crezca nuestro sentimiento por el dolor ajeno como si fuese nuestro propio dolor, entonces tenemos una fuente infinita de motivación ir subiendo en nuestro trabajo.
Porque aún cuando estemos en este momento contentos, hay millones de personas con carencias y que están sufriendo y nuestro trabajo puede ayudarlos y los ayudará.
Es importante que también tengamos en mente que hay una importante razón egoísta para aumentar nuestros sentimientos por el dolor ajeno
Desarrollar esta naturaleza nos conecta con Di-s, y sentir el dolor de otros es la naturaleza del Creador.
Una cosa no puede inherentemente ser buena o mala; es nuestra utilización de las cosas lo que puede asociarlas con acciones justas o injustas. El dinero real –es decir, dinero no corrupto– merece nuestro respeto, y por muchas razones espirituales al igual que materiales.
De hecho, el dinero es una poderosa forma de energía, como la electricidad o la energía eléctrica, y es tan capaz de crear un terrible descontrol en el mundo, como brindar a la gente enormes beneficios.
Los mismos pocos dólares que alimentarían durante una semana a un poblado en África, también pueden comprar suficientes municiones para mutilar, o asesinar a tantas personas como hubiera podido alimentar.
Este es un poder gigantesco. Y un poder de esa magnitud siempre viene acompañado de reglas. Ningún adulto en su sano juicio quebrantaría a conciencia las leyes que rigen a la electricidad, algo o alguien podría resultar herido. Sin embargo, las leyes fundamentales de utilización de la electricidad son bien conocidas y sabiamente respetadas; las relacionadas con el dinero no.
Para los sabios, la pobreza era, sino la raíz de todo los males, con seguridad lo peor en el universo. “Si todo el dolor y el sufrimiento en este mundo,” leemos en el Midrash (Éxodo Rabá 31:14), “fueran colocados en un platillo y la pobreza en el otro, la balanza con seguridad se inclinaría hacia la pobreza”. Aunque está compuesta de elementos tanto naturales como humanos, la pobreza está directamente relacionada con el dinero en el sentido de que el dinero puede aliviarla.
Por esta razón, los sabios desarrollaron yishuv olam, el concepto de un esfuerzo hacia “el establecimiento del mundo”. Esto debe sus orígenes al Génesis 2:15, en donde a la humanidad se le asigna la tarea de “cultivar y guardar” la tierra, y el concepto nos urge a intentar continuamente mejorar la calidad general de vida, mientras que a la vez mantenemos una relación con el mundo que sea escrupulosamente honesta.
La importancia de la tzedaká está probablemente mejor ejemplificada como dice el Midrash Tanhumá por Rabí Yehudá para examinar los distintos receptáculos de poder en el mundo: La piedra es dura, pero el hierro la corta. El hierro es rígido, pero el fuego lo derrite. El fuego es poderoso, pero el agua lo apaga. El agua es pesada, pero las nubes la transportan. Las nubes son fuertes, pero el viento las dispersa. El viento es fuerte, pero el cuerpo se resiste a él. El cuerpo es fuerte, pero el miedo lo destruye. El miedo es fuerte, pero el vino lo desvía. El vino es fuerte, pero el sueño lo conquista. La muerte es más poderosa que todos ellos, pero la tzedaká la redime.
Aquí la muerte representa la forma más abstracta de una no-transacción, que es redimida por la tzedaká, que es en sí misma el ideal perfecto de una transacción, en otras palabras, la vida vivida a su máximo potencial. Este potencial sólo puede lograrse cuando entendemos completamente todas nuestras responsabilidades.
Posiblemente, la mejor manera de entender las responsabilidades inherentes con el dinero es pensar de él –como enseñan nuestros sabios Rabinos– como algo prestado y no propio. De esta manera, eventualmente tendremos que rendir cuentas de cada centavo. Y así como nadie nos puede quitar lo que no es en realidad nuestro, similarmente, no podemos quedarnos con lo que no nos pertenece.
Bajo esta luz tanto los contratiempos financieros como los éxitos pueden verse de una manera muy diferente.
Y en última instancia, ¿qué es en realidad nuestro?
Nuestra respuesta a esto pudiera ser que tendemos a hablar acerca de tener un alma, cuando en realidad tenemos un cuerpo porque somos un alma, y por ello debemos actuar como tal. La era mesiánica –la era Dorada en lugar que la era actual del oro– entonces estará aquí en un parpadeo.
Porque en realidad la injusticia es la raíz y el resultado de todo los males.
Es importante reflejar que todo proviene de Di-s y Él es quien enfrenta al rico ante una prueba y bendito es aquel que la pasa.
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