ACERCA DE LA TRISTEZA QUE NOS OPRIME
por Rav David Meir
Los días que median entre el 17 del mes de Tamúz y el 9 de Menajem-Av (3 semanas que este año van del 6 al 27 de Julio) son llamados "Bein HaMetsarím"; ésto es: "entre las opresiones"; y son la época del año fijada por nuestros sabios para sostener luto por la "galút" (exilio) y el "jurbán" (la destrucción del Beit-Hamikdásh: el Templo de Jerusalem). Son días especiales para el estudio y la reflexión en cuanto respecta a la situación de exilio y devastación, cuyo carácter nos acompaña y nos pesa en el camino hacia la futura Redención.
La Mishnáh (base del Talmud), en su Tratado de Taanít 4:6, dice: "Desde que entra (el mes de) Av, se reduce la alegría". Y agrega la Guemará (discusión sobre la Mishnáh, que le sigue en el Talmud): "Así como desde que ingresa Av se reduce la alegría, de igual modo (simétricamente), desde que ingresa (el mes de) Adár se abunda en alegría". Y es importante comprender cuál es la relación entre el colapso de la alegría en Av, y su relapso con el comienzo de Adár.
Sucede que los días de "Bein haMetsarím", y también esta época entera en que el pueblo de Israel se halla en situación de exilio y devastación espiritual, tienen un doble significado. Por un lado, en la superficie, sucede que nos encontramos en estado de "desconexión" respecto del Creador. Aquella conexión, aquel contacto íntimo y revelado y sensible que experimentábamos respecto de Hashém hasta la destrucción del Beit-HaMikdásh, especialmente en la cantidad y la calidad de la revelación que se nos ofrecía mediante la plegaria y el estudio de la Toráh, ya no nos acompaña. La Mishnáh que mencionamos en el Tratado de Taanít menciona cinco eventos trágicos que acontecieron a nuestro pueblo el 17 de Tamuz, y otros cinco que acontecieron el 9 de Av: todos ellos, sin excepción, son expresión de ese alejamiento, ocultamiento, desconexión, de la pérdida de vitalidad e intensidad del vínculo que nos une al Creador a través de la "tefiláh" (plegaria) y el estudio y ejercicio de la Toráh. Y de tal situación se desprende nuestro estado de luto, de desánimo, de anhelo intenso por recuperar el preciado tesoro de la proximidad al Creador, que se manifiesta en el dicho de nuestros sabios: "Desde que ingresa Av, se reduce la alegría".
No obstante, por debajo de la superficie, en la profundidad oculta de la vida, aparece un panorama distinto, que es base para el consuelo y cimiento de una alegría renovada, una felicidad plena, que aguardamos para los días de la Redención. Y este panorama es el que se revela a nosotros en el mes de Adár, cuando acontece el milagro de Purím: cuando, ya en situación de exilio y devastación, se manifestó de modo magnífico y revelado el vínculo entre Hashém e Israel en un milagro de salvación destellante, y comprometedor de un futuro al que habremos de arribar. De aquí, entonces, la simetría: "Tal como" nos enlutamos en estos días de Bein-haMetsarím, "así", en igual magnitud, nos llenamos de felicidad y esperanza cada vez que el mes de Adár llega, augurando el milagro de la verdadera Redención.
De suyo, entonces, nuestra obligación de tener presente en la conciencia este doble valor de los días de opresión y oscuridad en que vivimos. Y especialmente, advertir siempre la dimensión profunda del vínculo que nos une al Creador, y prepararnos en cada instante y cada acción del modo máximo posible, especialmente desde el estudio y la práctica de la Toráh y desde la plegaria, para ser aptos de la renovación del lazo sagrado, que habrá de hacerse evidente y sensible otra vez, fuente de belleza y dulzura infinitas, con la Redención que se acerca en cada nuevo esfuerzo, cada mitsváh, cada obra en que la Verdad que guardamos en el alma se hace patente en nuestros actos
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