16 agosto 2005

Matók MiDvásh #14 - Behár / Bejukotái 5764

Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer A modo de Editorial:
Que soy capaz de recibir, de vivir, y de brindar
PARA QUE SEA TESTIMONIO DE LA VERDAD

Queridos amigos:
solo nos resta verlo, y para ello hay que vivirlo
Entre
los temas tratados en parashát Behár, se encuentran las leyes relativas
a "shvi'ít", el séptimo año, en que prohibe la Toráh cultivar,
cosechar, tomar provecho de la tierra. Tras establecer ésta y otras
leyes, hallamos una instancia de prueba, de comprobación de la verdad.
Y dice así, en Vaikrá XXV, 20: "Y si decís (si os preguntáis) qué
comeremos en el séptimo año, si no plantaremos y no recolectaremos
nuestra cosecha". A este versículo, refiere Rabi Iehudáh un versículo
de Tehilím (Salmos XXXVII,3), cuyo sentido intentamos traducir así:
"Confía en D's, y haz bien; mora (halla asiento en) la tierra, y
alimenta la fe".

Cuatro son las etapas del trabajo del hebreo en
esta vida. La primera: "Confía en D's". A cada paso hallarás desafíos y
pruebas frente a los cuales la lógica te indicará un camino ajeno a la
Toráh. Confía, ten fe. El ejercicio de la fe sabe mudar la realidad.
Debes saberlo y hacerlo parte de tí. Una vez que estás cierto en ello,
una vez que sabes que no hesitarás en hacer lo correcto por más que no
responda eventualmente al dictamen de nuestra lógica insignificante y
mezquina, estarás en condiciones de oficiar correctamente la segunda
etapa: "haz bien". Hacer el bien es conducir la propia vida de acuerdo
a la Toráh, a las mitsvót, a la sabiduría de la verdad. Es tomar la
Toráh por mapa de tu laberinto, y conducirte por los caminos que la
Toráh te muestra en cada orden de la vida. Explica el Zohar en este
punto que, cuando haces el bien en el mundo material, despiertas bien y
bendición en el firmamento: abres las puertas de la brajáh, de la
bendición, para que ésta penda sobre tí. De ese modo, el ejercicio del
bien en todas sus formas incide en los órdenes material y espiritual de
la vida de modo directo, y atrae bendición.

Gracias a la
realización armónica de estas dos primeras etapas (asentar la confianza
en D's, y a partir de ella, obrar bien), es posible arribar a la
tercera: "Mora (halla asiento en) la tierra". En la explicación de Rabi
Iehudáh, "la tierra" aquí es expresión de ambas dimensiones: material y
espiritual. A través del ejercicio del bien "abajo", despiertas la
respuesta, el reflejo, del verdadero bien, que proviene de "arriba". Y
con ello, se constituye en tí una armonía única, sólida, que se
proyecta en hallar tu sitio, el espacio físico-mental-espiritual que te
es propio, en el que podrás desarrollar todo tu potencial. Hallar
verdaderamente asiento en la tierra es acceder a la vida que hace
propicio todo el bien y toda la belleza que soy capaz de recibir, de
vivir, y de brindar.

Y cuando ésta se hace realidad,
automáticamente se cumple la instancia final: "alimenta la fe". El
verbo original que hemos traducido por "alimenta" es de sentido mucho
más amplio y preciso; es "lir'ót", traducible también por "pastorear".
Y la metáfora no podría ser mejor, puesto que un pastor que lleva a su
rebaño a pastar, procura para él las mejores pasturas. Tales pasturas
no son alimento para consumo humano: nadie que no los animales lo
comería. Mas a través de buscar, para sus animales y de acuerdo a lo
que ellos están aptos y dispuestos a comer, las mejores pasturas, el
pastor está procurando para más tarde el sustento de más elevada
calidad para los hombres: la mejor carne, la mejor leche, la mejor
lana, el mejor cuero; alimento y abrigo que brindará luego el animal a
los hombres, gracias a la dedicación del pastor que procuró las
pasturas.

Tal es el proceso que lleva a alimentar la fe, a
alentarla, a expandirla: a activar la bendición del Creador sobre sus
creaturas desde el ejercicio feliz de la Toráh. No está en nuestras
manos producir la carne, la lana, el cuero: está en nosotros, sí,
procurar las pasturas; generar las causas que darán por resultado la
bendición, la felicidad, el bien. Y esas "causas" que resultarán en
tales efectos son el ejercicio propio de la fe, el trabajo de las
mitsvót, el amor y la entrega desde la plena convicción de verdad y
bien que nos enseña la Toráh.

Entonces, tras proponer la Toráh:
"Y si decís (si os preguntáis) qué comeremos en el séptimo año, si no
plantaremos y no recolectaremos nuestra cosecha", así responde Hashém
al desafío en el versículo siguiente: "Y ordenaré mi bendición para
vosotros en el año sexto, y se hará la cosecha para tres años". Esto
es: si confiáis, y hacéis bien, y halláis entonces vuestro lugar en la
tierra y expandís la fe, de modo natural regirá la bendición para
vosotros. Y desde que la finalidad del proceso es la expansión de la
fe, la afirmación del lazo que une al Creador con sus creaturas por vía
de hacer manifiesta y visible en la realidad Su majestad y presencia,
no dice: "os daré cosecha suficiente para tres años", ni "cosecharéis
el triple de lo habitual". En su lugar, dice: "y se hará la cosecha
para tres años". Porque habrá de ser como en el milagro de Janucáh, en
que la vasija de aceite suficiente para un único día duró ocho (y fue
"esa" única vasija; no ocurrió que de la nada aparecieran siete vasijas
más, sino que el contenido de esa única vasija rindió ocho veces lo
previsto): la cosecha será normal, como cada año, mas rendirá, en un
milagro revelado permanente, el triple de lo habitual. Para que sea
testimonio de la verdad. Para que cada momento de la vida, cada orden,
cada área del quehacer de nuestros días, sea testimonio de la verdad.

Por
ello, también el capítulo XXXVII de Tehilím continúa diciendo, tras el
versículo que analizamos: "Y deléitate en Hashém, y te dará lo que pida
tu corazón". Porque del deleite en el bien, del deleite en la Toráh y
su estudio y ejercicio permanente, nace el deseo certero, capaz de
volverse realidad.

Les invito a visitarnos en nuestro Beit-Midrásh virtual,
a disfrutar del estudio, a cooperar con este proyecto creado para
vosotros. Esperando que disfrutéis del material de esta revista,
que ha sido preparado con amor,
con vosotros mis brajót, desde una Ierushalaim luminosa,


daniEl I. Ginerman
editor@ieshivah.net




El verdadero sentido de participar de la Verdad
Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer APRENDIMOS EN LA GUEMARA ESTA SEMANA


Qué dice la paloma


¿Qué dice, qué canta, la paloma al Creador? Así le dice:
"Amo
del mundo: Así sean mis alimentos amargos como la oliva mas vengan de
tu mano, y no que sean dulces como la miel dependiendo de los hombres".
Talmud Bablí, Tratado de Eruvín 18,2

Toen

No argumenta un hombre si no tiene razones en su mano.
Esto
es: si alguien defiende ante un tribunal su derecho, se debe presumir
que tiene razones que respaldan su pretensión. No es razonable pensar
que alguien va a defender ante un tribunal una posición que caiga sola
ante un ataque sencillo.
Talmud Bablí, Tratado de Shvuót 40,2



Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer EL SHABÁT : DE MANOS DE LAS MUJERES
APRENDEREIS A RECIBIR
por Galia Ginerman

Queridas lectoras:

En
la parasháh de esta semana estudiamos sobre la importancia de la
mitsváh de Shabát. Se nos ordena cuidar, en la tierra de Israel, del
año de Shmitáh (el séptimo año, en que está prohibido tomar provecho de
la tierra), y se nos ordena al mismo tiempo el Shabát.

Al final
de la parasháh, hallamos una equivalencia entre el Mikdásh (el Templo)
y el Shabát: "Preservaréis mis shabatót, y mi Templo temeréis, yo soy
D's", indica la Toráh.

Permitidme compartir con vosotros una
experiencia que viví esta semana. Viajamos con mi esposo a celebrar el
compromiso matrimonial de una amiga, y en el camino descubrimos que era
imprescindible cargar nafta para seguir. Llegamos a una estación de
servicio y nos dispusimos a llenar el tanque; mas para nuestro espanto,
descubrimos de pronto que no traíamos con nosotros la llave que abre el
tanque de nafta del coche. Permanecimos allí, en la estación de
servicio, unos cuantos minutos, confundidos y perplejos. ¿Qué hacer?
Por un lado, no teníamos nafta. En segundo término, estábamos en el
lugar correcto: había muchísima nafta disponible junto a nosotros. Pero
no disponíamos de la llave que nos permitiría introducir el combustible
en nuestro automóvil.

Aprendí que de todo lo que nos sucede en
la vida, de todo lo que oímos o vemos, es posible extraer enseñanza:
que todo lo que se relaciona con nosotros en la vida, viene a
enseñarnos algo. De modo que me pregunté entonces qué venía a decirme
ese momento crítico, que yo debía aprender.

Y descubrí entonces
que esa situación era una representación fidedigna de las vidas de
muchos de nosotros. Podemos estar en situación de carencia, de
necesidad, y dirigirnos a donde se encuentra lo que necesitamos. Pero
si no disponemos de la llave correcta, ¡no seremos capaces de recibir
lo que pedimos y se nos ofrece! Es cierto, ¡y terrible!

Algunas
veces, ni siquiera somos concientes de que aquéllo de que carecemos
abunda a nuestro alcance, y de que todo lo que debemos hacer es abrir
las compuertas y permitir a la abundancia, a lo que ansiamos, ingresar
en nosotros.

¿Cómo hacer para estar siempre preparados y aptos
para recibir el bien que se nos ofrece y se nos da? El secreto reside
en el cuidado del Shabát. Y el cuidado del Shabát depende
fundamentalmente de la mujer.

¿Cómo se entiende? Del siguiente modo:

D's creó el mundo en seis días. Y en el séptimo, reposó de todo trabajo.
El
Shabát nos fue entregado por el Creador como regalo y como señal de que
somos Su pueblo, y como tales, representamos y demostramos vitalmente
la fe en un Creador único que creó su mundo en seis días.
Todos los
días de la semana nos esforzamos y trabajamos duro, y cuando llega
Shabát, se nos ordena suspender todo ese esfuerzo por completo. Sin
duda, suspender toda labor no es en absoluto un desafío sencillo. Por
un lado, tenemos la sensación de que si sólo nos dieran la oportunidad,
nos entregaríamos al ocio todo el día y viviríamos sin esforzarnos en
nada, descansando y disfrutando de la vida. Mas por otro lado, todos
sabemos que cuando disponemos de días de "vacaciones", donde no se nos
exige ningún esfuerzo, buscamos denodadamente qué hacer, para no
sentirnos inútiles, para no sentir que meramente perdemos el tiempo. En
apariencia, se ve contradictorio. Por un lado anhelamos descansar, y
por otro, necesitamos esforzarnos, hacer, crear.

En el idioma
sagrado, el hebreo, hay un concepto interesante en relación con los
géneros. Nada es masculino o femenino por casualidad. Todo sustantivo
masculino tiene en su esencia la entrega, la influencia. Todo
sustantivo femenino, tiene en su esencia la recepción, la fecundidad.
"Copa" es femenino porque recibe dentro de sí. El "iain" (vino),
"jaláv" (leche, masculino en hebreo), "maim" (agua, idem), son en
cambio masculinos, y fluyen para dar.

La mujer, paradigma de lo
femenino, recibe y toma del hombre. Mas bien sabemos todas que no
siempre es sencillo recibir; es más: a veces, no queremos recibir. La
mayor parte del tiempo, lo que queremos es dar. Como mujeres, como
madres, tenemos la voluntad y el deseo de dar a nuestros esposos, de
dar a nuestros hijos. Trabajamos duro para dar de nosotros, y con todo
lo difícil que es, a la postre, disfrutamos de dar, y siempre deseamos
dar. Eso explica por qué a veces nos es difícil recibir, aún cuando
siempre anhelemos algo de descanso tras todos los trabajos del hogar,
tras la atención que demanda todo lo relacionado con nuestro rol en el
hogar. Para quien da todo el tiempo, es difícil tornarse de pronto
capaz de recibir. Mas si no nos disponemos a recibir, ¡no habrá
continuidad a partir de nosotros! En la formulación más obvia y
sencilla, la mujer recibe la incidencia del hombre por vía de
espermatozoides, y sólo con ellos se torna capaz de producir vida. Sin
la aptitud y la disposición de la mujer a recibir, ¡no continuaría la
vida!

Y aquí se encuentra el paralelismo con el Shabát.
Seis
días de corrido trabajamos y nos esforzamos, y de hecho, anhelamos algo
de reposo. Pero cuando llega el día de descanso, nos resulta arduo
suspender la labor, tal como a la mujer le cuesta constreñir de pronto
su voluntad y su inclinación a la entrega, y comenzar a recibir.
Y
tal como la vida no continuaría si la mujer no se dispusiera en el
momento correcto a recibir, del mismo modo el orden del mundo se
alteraría y se degradaría si no aprendiéramos a frenar el flujo de la
acción por un día, para no hacer, no crear ese día, y en lugar de ello,
disponernos a recibir del Creador.

De aquí, que el Shabát sea
fuente de la brajáh, de la bendición. Si cuidamos del Shabát, cada
semana se torna plena de brajáh, aunque nos parezca que la vida se
suspenderá si dejamos de hacer, si suspendemos la labor. Pero es al
revés: si no frenamos, si no suspendemos la cotidianeidad laboriosa
para bienvenir el Shabát, nuestra integridad se dañará y la vida, la
verdadera vida, ya no tendrá lugar.

Estamos fundamentalmente
siempre en situación de poder recibir toda la abundancia, toda la
bendición, todo el bien que dispone para nosotros Hashém. La llave para
abrirnos al flujo que se nos ofrece está en nuestras manos, mas si no
la usamos para abrirnos, nos encontraremos en la misma situación en que
estuvimos días atrás, mi esposo y yo: en una estación de servicio que
contaba con gran abundancia de combustible, pero con el tanque del auto
vacío. ¿Por qué? ¡Por no disponer de la llave! ¡De nuestra llave!

Y
por ello, antes de ingresar a la tierra de Israel, el pueblo de Israel
recibe la orden de D's de cuidar del Shabát, que es la llave que le
habilitará a recibir el flujo de bendición; y a continuación: "Y mi
Templo temeréis" ("temer", aquí, alude a la sensación de numinosidad
frente a lo sagrado). Esto es: la concatenación de ambos temas expresa
que, a partir de que cuidemos el Shabát, el Templo estará completo; el
Gran Templo de Jerusalem, y también el Beit-HaMikdásh privado, el
Templo de cada familia de Israel. Sólo si nos abrimos a recibir el
flujo de la bendición a través del cuidado del Shabát, nuestros hogares
se tornarán Templos plenos, luminosos y completos.

"Yo soy D's",
termina diciendo el versículo: fiel a lo que prometo. Si cumplimos con
la norma que se nos regala en la Toráh, contamos con la promesa del
Creador de poner en nosotros la influencia de su bendición siempre,
cada día.

Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leerAMANTES DEL SHALÓM por Rav Meir Ifraj

Está
escrito en Pirkéi Avót I,12: "Dice Hilel: Sé de los discípulos de
Aharón el Cohén, amante del Shalóm, y que persigue el Shalóm, que ama a
las creaturas y las acerca a la Toráh".

Hilel nos indica
aprender de los caminos de Aharón, que amaba a todas las personas y
buscaba establecer entre ellas la paz. Cuando se enteraba de una pelea
o un litigio dentro del pueblo, se dirigía a una de las partes y le
contaba cuánto el segundo lamentaba la situación y cuánto se arrepentía
de haberle lastimado. Luego iba donde el otro, y repetía iguales
palabras. Y cuando se encontraban ambos contendientes por fin, se
abrazaban y besaban y recuperaban entre ellos la paz. Y así hacía
también entre los maridos y sus esposas en todo el pueblo de Israel.

Está
escrito en la mishnáh que hay acciones que el hombre realiza en este
mundo, y su aura y su mérito permanecen para el mundo venidero. Y entre
ellas, se encuentra atraer la paz entre las personas. Vaya si es
necesario que nos fortalezcamos y aprendamos a atraer la paz, el
Shalóm, entre los hombres, y principalmente dentro del propio hogar,
los hombres con sus mujeres y sus niños, porque nada hay más dulce y
más bello que el Shalóm, la paz de la plenitud.

Porque el Shalóm
es uno de los nombres de D's, y cuando hay Shalóm en el hogar se
evidencia en él la presencia del Creador, y la providencia, y la
bendición se hace patente. Y tenemos el privilegio de la Toráh y de las
enseñanzas todas de nuestros sabios, que nos indican infinidad de
caminos para arribar y asegurarnos el verdadero Shalóm dentro y fuera
del hogar, el Shalóm sobre el que se apoya toda verdadera bendición,
como está escrito: "Hashém fuerza dará a su pueblo, Hashém bendecirá a
su pueblo con Shalóm".




Todo está escrito; y estamos aquí para aprender a leer EL SENTIDO DE LAS MITSVOT
por Rav Natan ben-Jaím

Se
pregunta el Rambám: "¿Qué tienen en común el shabát y la shevi'ít (el
séptimo año de la tierra, sobre cuyos frutos está prohibido el lucro),
que hace que para ambos esté escrito que son "leshém Hashém" (en nombre
de D's), advertencia que no se menciona para ningún otro evento
temporal?

El Rav Leivovich explica el comentario de Rashi del
siguiente modo, en base a una lectura del Raabád: "La intención de las
mitsvót es que el hombre sepa que tiene un Creador que reina sobre él".
Tras que el Creador entregara la tierra a los hombres, éstos podrían
pensar que la tierra les pertenece, que ellos son sus dueños.... y
nadie más; y olvidar así al Creador; y tal olvido traería consigo la
disolución del propósito sagrado de la Creación. El Raabád menciona
varios ejemplos para ilustrar su explicación: Si D's le da al hombre la
posibilidad de poseer un campo, viene junto con dicha posesión el
conjunto de leyes relativas al arado, a la siembre y la cosecha; las
normas relativas a la prohibición de labrar la tierra utilizando
especies disímiles en yunta (por ejemplo, un buey y un burro uncidos
juntos); la prohibición de cultivar "kiláim", o la obligación de dejar
"peáh": una esquina del terreno para que su cosecha quede a disposición
de los necesitados. Durante la recolección, la cosecha que cae de manos
del dueño del campo debe quedar abandonada para que la recojan los
necesitados, y lo mismo sucede con lo que resulte olvidado en el campo
tras completar la faena. Y aún entonces, realizada ya la cosecha, se
debe descontar de ella el maasér (el diezmo) y la trumáh. Tras moler el
trigo y hacer harina, cuando tenemos ya la masa para hornear, tenemos
el deber de quitar "jaláh" para alimento del Cohén. Y por último, antes
de comer el pan y tras satisfacernos con él, tenemos un orden de
bendiciones-consagraciones que pronunciar. Tal sistema se proyecta a
todos los órdenes de la vida: a la vestimenta, al ganado, a las
plantaciones; a cada instancia de la vida, a cada momento del año.

Dice
nuestra parasháh: "Y será cuando vengan a la tierra que dispuse para
ustedes..."; y remarca: "que Yo les di". Debemos mantener conciencia
clara de que nada nos pertenece de por sí: todo cuanto poseemos, no
está en nuestras manos sino para cumplir con un propósito sagrado. Por
eso, cuando estamos en nuestra tierra, cada séptimo año debemos
suspender toda labor y abstenernos de sembrar y cosechar. Y aquí se
encuentra el paralelismo que halla Rashi entre el Shabát y la Sheviít:
ambas instancias hacen propicio que anulemos la sensación de ser "amos"
de la Creación y de la vida, y nos guían hacia la finalidad que señala
el Raabád para todas las mitsvót: que sepa el hombre que el Creador
gobierna sobre la Creación, y a El pertenecen (y a Su arbitrio se
encuentran) la Tierra y cuanto ella contiene.

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