por Rav Natan ben-Jai'm
Si describimos frente a un hombre libre la vida de un preso, él concluirá de inmediato que no es posible vivir de esa manera. Para quien, por el contrario, nació y fue criado en una cárcel, su vida de encierro tiene sentido y viabilidad. Quien conoce un único tipo de vida, cree que sólo así es posible, y de ningún otro modo.
"Cuando observamos el día a día" -dice el Rav Leibowitz en su libro "Dat Jojmáh uMusár"- "nuestra vida parece la de un preso: aprisionados en cuanto se nos impone", entre las redes de la competencia, el odio, la envidia, el deseo, la insatisfacción..... resulta asombroso que sea posible vivir así.
Mas no solemos ser sensibles a toda esa carga de negatividad, puesto que en esta cárcel nacimos y ninguna otra vida hemos conocido, de modo tal que entendemos que es así como naturalmente ha de ser.
Si abriéramos de pronto los ojos, veríamos que el mundo está lleno de errores, de disfunciones, de eventos caóticos. Nada es realmente continuo y permanente. Cada día se operan cambios en nuestra vida; con frecuencia descubrimos que el modo en que vemos o entendemos algo es errónea, y una y otra vez, buscando la solución, cambiamos de parecer. Hoy vivimos de un modo, pero mañana advertiremos error o engaño en nuestras certezas de hoy, y haremos la prueba de acercarnos más a la verdad si nos atrevemos a cambiar.
Nuestros sabios nos enseñan que la apariencia "caótica", la proliferación de errores, de verdades ilusorias, de certezas fugaces que nos acometen, forman en realidad parte del Plan de la Creación. No están en nuestro camino sino para probarnos y obligarnos a crecer, y forman parte de la preparación que debemos cumplir para acceder a "la próxima etapa" rumbo a la Redención. Un ejemplo de ésto viene en la parasháh de esta semana, en que se trata el caso del falso profeta: el falso profeta da señales verdaderas, lo que anuncia se cumple efectivamente, y tras ello, intenta desviarnos del camino de la Toráh. Otro ejemplo lo hallamos en una famosa discusión de los Tanaítas (los sabios de la Mishnáh) con Rabi Eliezer: todos consideraban que una halajáh determinada debía ser dictaminada de un modo, y Rabi Eliezer consideraba que era de otro modo en realidad. Se desplegaron "otót umoftím", señales sobrenaturales, eventos mágicos que modificaron la realidad, anunciando que Rabi Eliezer era quien tenía la razón. Y los Tanaítas se sobrepusieron a las señales, sabedores de la verdad, e impusieron el criterio correcto.
Enseñan nuestros sabios que la fuerza del "falso profeta", como la fuerza de las señales sobrenaturales que acuden a certificar lo que en realidad es incorrecto, forman parte de la autorización de que dispone Satán -el paradigma del mal, la fuerza del caos contra el orden- para confundir nuestros caminos; puesto que sin superar estas pruebas, no lograríamos un crecimiento espiritual que nos habilite a ingresar al mundo venidero, a la vida redimida por fin de toda esclavitud y de toda bajeza.
Cabe preguntarnos, entonces, cómo reconocer y enfrentar exitosamente estas pruebas que se nos presentan cada día. Y es claro ante nuestros ojos el ejemplo de los Tanaítas mencionados, entre todos los Sabios de Israel: "sólo la completa y firme convicción de que todo este mundo, esta vida y cuanto le está asociada, no es más que un camino de pruebas que el hombre ha de superar", para hacer su "tikún" y enmendarse, sirve como arma infalible frente a las veleidades del engaño. Quien detenta tal convicción, pesa todo y mide todo de acuerdo a la Verdad, y desde allí, sabe exactamente qué es correcto, y qué es otra prueba que habremos de superar sin que nos desvíe del camino.
Hay que mantener los ojos bien abiertos, y rodearse de las mejores enseñanzas y ejemplos, para ser aptos de cumplir el rol que nos ha sido encomendado en la Creación, y vivir en la luz de la Verdad, sin perdernos de ella, cada día.
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