¿Aparece Superman en la Torah? por Rav David Shlomo Mendelsohn |
¿Es acaso razonable que un hombre vuele por el aire a su antojo, o tal idea es solamente fruto de la imaginación de cineastas y sueño inalcanzable de los hombres? ¿También ustedes han jugado con la idea.... "si sólo pudiera de pronto saltar por sobre el océano y aparecer en Africa o en América, donde alguna tribu extraviada, o meramente en los días agobiantes del verano refrescarme en Alaska..."? Presumo que todos hemos soñado algo así alguna vez.
En nuestra parasháh, "Matót", el gran comentarista Rash"i (Rabi Shlomo Itsjaki) nos enseña que Superman, o la posibilidad humana de volar, no es meramente fantasía.
En el capítulo 31 de Bamidbár versículo 6, se nos dice que Moshéh envía el pueblo de Israel (12.000 personas, 1.000 por cada tribu) a la batalla contra Midián, para vengar la muerte de los 24.000 varones hebreos que murieran por su causa (otros 12.000 siguen a los primeros, y se dedican a elevar plegaria durante la batalla). Pinjás, conocido nuestro desde la parasháh de la semana pasada cuando ejecutó a Zimrí y a Kozbí, recibe la orden de continuar al mando de la misión que él mismo comenzó. Para la misión, lleva consigo armamento sagrado y trompetas de guerra para elevar la "truáh". Rash"i nos explica que el tal "armamento sagrado" se compone del "tsits" (la vincha de oro que viste el Sumo Sacerdote, con el Nombre del Creador en letras de luz) y del Sagrado Tabernáculo que porta las Lujót haBrít, las Tablas del Pacto (también conocidas como "Tablas de la Ley".
Realmente, se trata de una composición militar bastante absurda a primera vista: 12.000 personas, apenas provistas de armamento convencional, contra un pueblo entero. Pero en los pasos sucesivos, tendremos la oportunidad de observar que no se trata en absoluto de una guerra convencional, sino antes bien, de una guerra espiritual, o como hoy se la llamaría, de índole "mágica". Los doce mil guerreros eran, en realidad, doce mil tsadikím, hombres justos y sabios, iniciados a la verdadera sabiduría, capaces de resistir encantamientos y hechizos. Su preparación poco tenía que ver con la resistencia a un ejército físico; y tal habían sido elegidos a partir de la constatación de que, en la primera instancia de la guerra, cuando 24.000 hebreos murieran, no había utilizado Midián verdaderamente un ejército físico (apenas si las doncellas midianitas por anzuelo) sino el encantamiento y la hechicería idólatra en que sus príncipes eran duchos.
De tal modo, este ejército está compuesto de hombres elevados, que no se dejarán seducir y en quienes no hará mella maldición alguna; y llevan consigo el Tabernáculo en que reside la Presencia y la Supervisión de Hashém sobre Su pueblo, y así también el "tsits", la vincha de oro del Sumo Sacerdote sobre la que brilla el Nombre Sagrado capaz de obrar maravillas.
La batalla dio comienzo, y los midianitas comenzaron a activar sus hechizos y encantamientos contra los tsadikím que trabajan en anular el maleficio de Midián con el poder conjunto de la plegaria y la espada. Cuando los reyes de Midián se percatan de que sus ejércitos caen vencidos y sus fuerzas menguan, deciden utilizar su poderosísimo armamento secreto: éste es Bil'ám, el brujo, que ha retornado hasta la tierra de Midián para cobrar su recompensa por la victoria reciente. Bil'ám es conciente de lo crítico de su situación, y empeña en la batalla sus mejores hechizos. Mas los hebreos están alerta, y no cesan de orar, y los hechizos de Bil'ám no surten efecto alguno. Llegando a la desesperación, Bil'ám apela a su último recurso: un ardid mágico que les permitirá, tanto a él como a los reyes de Midián (que le deben aún su recompensa) elevarse por el aire y huir, volando, del cerco de Israel. Mas el Nombre Sagrado, brillando desde el "tsits", golpeó en ellos y los derribó desde gran altura, acabando con los reyes de Midián.
Bil'ám era fuerte todavía y con el poder que le restaba, logró reemprender el vuelo y se dio a la fuga. Fue entonces cuando Pinjás decidió enfrentarse con él. Pronunció el Nombre Sagrado del Creador y emprendió vuelo tras Bil'ám. Lo atrapó y desenvainó su espada de dos filos, en cada uno de los cuales una serpiente amenazaba al enemigo, y se acercó a ultimarlo. Estaban sus figuras imponentes en el aire y Bil'ám se rindió y suplicó por su vida, y prometió no volver a maldecir ni dañar a Israel.
Le respondió Pinjás: "Tu palabra es ya culpable de la muerte de 24.000 hebreos; no hay reparación posible a tu pecado", y le mató.
De esta batalla extraemos, entre otras, tres enseñanzas fundamentales:
1. Una guerra no forzosamente se lleva a cabo con "tanques", con armamento convencional: "No con ejércitos y no con la fuerza, sino con Mi Ruaj (espíritu), digo Hashém Tseba-Ot", se advierte en Zacarías 4:6.
2. "Al final, el ladrón es castigado": toda persona que produce mal en el mundo, al final recibe su castigo.
3. Pese a que "los Cielos son Cielos para el Creador, y la tierra la dio a los hijos de Adám" (Tehilim -Salmos- 115:16), hay fuerzas que se ofrecen a disposición de los hombres, que pueden ponerlos por encima de las leyes de Newton con la condición y el objetivo de preservar en puridad su carácter sagrado y el camino de la Verdad.
Porque la mentira carece de piernas y de alas: puede planear un poco, y al final, se estrella y de esfuma como toda fantasía sin sustento.
Fuentes: Rashi, traducción de la Toráh al arameo de Ionatán ben-Uziel, Midrásh Tanjuma, Zohar Balák.
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