17 agosto 2005

MM #37 - Matót 5765 - Se ha desatado la guerra dentro de tí mismo

Matók MiDvásh: prensa electrónica de Ieshivah.Net - Edición No. XXXVII
Tamuz 5765, Parasha't Matót, desde Jerusalem
Edición dedicada a la generación de mérito colectivo para la Redención con Shalóm
Edición Web: Foro Matok MiDvash (nos interesan tus comentarios)

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"... y os Icé sobre alas de águilas, y os traje hacia Mí..."
Ultimo Momento:
Se ha desatado la guerra dentro de tí mismo

Javerím, queridos amigos, Shalóm:

Lecturas imprescindibles para parashát Matót (Bamidbar -Numeros- 30:2 a 32:42)
* Parashát Matót-Masa'éi: clase de daniEl I. Ginerman en el Beit-Midrásh virtual
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Matók MiDvásh #19 a b c d e f
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Parashát Matót, por Rav Shlomo Wahnon en Mesilot.Org
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Parashát Matót-Masaéi, por Rav Shimon Elituv
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Parashát Matót, por Rav Pynchas Brener

Tratamos de comprender qué es lo que nos pasa. Caminamos un largo camino de exilio: 400 años desde que Ia'acóv descendiera a Mitsráim; 40 desde que salimos. Un camino que incluyó etapas de prosperidad y de esclavitud, de desesperación y de certeza; un camino en el que perdimos a gran parte de nuestros hermanos (¡apenas un 20% del pueblo de Israel salió de Mitsráim!) y continuamos caminando, con firmeza, con los ojos ahítos de maravillas y señales verdaderas, rumbo a una realización que sabemos cierta desde siempre.

Y entonces, en este último tramo de camino que nos va trayendo de retorno a casa desde cada dimensión de nuestro exilio, una y otra vez desviamos la mirada. El camino se enrarece; se llena de tentaciones extrañas, ajenas. Cuanto más cerca nos encontramos de la meta, más neones nos encienden por doquier, más coreografías baratas que marean, más ruido del que impide que escuchemos el silencio. Ora son ejércitos armados, ora brujos malignos; las memorias de la carne o las túrgidas princesas midianitas: todos buscan desviarnos, para derribarnos. Porque nada tenemos para hacer en este mundo sin Toráh, y ningún destino tienen nuestros pasos sino la tierra de Israel. Valor hay que tener para merecerlo, y hay que demostrar valor para lograrlo.

Tratemos de comprender qué es lo que nos pasa. Caminamos un largo camino de exilio: casi 2.000 años desde que fuera destruido el segundo Beit-HaMikdásh. Un camino que incluyó etapas de prosperidad y de esclavitud, de desesperación y de certeza; un camino en el que perdimos a gran parte de nuestros hermanos a manos de los enemigos de Israel. Y continuamos caminando, con firmeza, con los ojos ahítos de maravillas y señales verdaderas, rumbo a una realización que sabemos cierta desde siempre. En el último siglo, desde el tobogán del exterminio se alumbró la salvación, y nos vimos de pronto retornando, juntos, por todas las rutas del mundo hasta nuestra tierra. Rumbo a la libertad de ser, otra vez, por entero, nosotros mismos.

Y entonces, en este último tramo del camino hacia el verdadero camino, arrecia la tentación de desviarnos
. ReUbén y Gad, primogénitos de LeAh, tienen vocación de sacralidad, de ser buenos, de hacer lo correcto a ojos del Creador. Son poderosos, e inmensamente ricos en ganado. Y descubren que en el lado oriental del río Iardén, antes de entrar a la tierra sagrada de Israel, se encuentran las pasturas que sus rebaños necesitan: el potencial que habrá de multiplicar y perpetuar su riqueza.

¿Para qué quieren ser ricos? Quieren ser ricos para sostener a los pobres de Israel, pues han hallado que tal es su misión para con el resto del pueblo. Están dispuestos incluso a sacrificar su porción de tierra sagrada y permanecer fuera, junto a ésta, con tal de desempeñar correctamente tal misión. Van y se pronuncian ante Moshéh (Bamidbár -Números- 32:4): "La tierra que azotó Hashém ante la congregación testimonial de Israel es tierra de ganado, y tus siervos tienen ganado". Moshéh sabe que sus intenciones son sagradas. Y no obstante, reacciona (32:14): "Y he aquí que os habéis levantado tras vuestros padres, tarbút Anashím jataIm", con una cultura, un aprendizaje, "de hombres pecadores; para agregar más a la furia de Hashém sobre Israel".

¿Por qué semejante reacción de Moshéh, cuando las intenciones de ReUbén y Gad son sagradas?
Porque su acción, aún cuando no contradice al camino del bien, abre un espacio por el que puede colarse lo profano y anular todo propósito previo, para poner la acción completa al servicio del mal. Moshéh advierte que lo que Gad y ReUbén se proponen -viola, no lo sagrado, sino los cercos que lo guardan y lo vigilan. Y sabe que, sin esos cercos, no es posible asegurar realmente el camino de Israel.

Moshéh sabe que uno puede consagrar -tornar sagrados- sus apetitos "de este mundo": desear riqueza para hacer el bien, buscar comodidad para avanzar sin angustia en la sabiduría verdadera, procurar los más estupendos manjares para bendecir con mayor énfasis al Creador. Pero sabe también que, hacerlo, entraña un peligro que pocos hombres serán capaces de sobrellevar: el peligro de apetecer a la riqueza en sí por el honor que conlleva, a los manjares por el deleite, a la comodidad por la tentación del ocio, etc. A la postre, esta tesis se demostrará cierta: a la hora del exilio (hace más de 2.600 años), Gad y ReUbén serán los primeros en caer en manos del enemigo, y desaparecer sin rastros hasta hoy.

¿Por qué semejante reacción de parte de cada uno que cela la Toráh, que cela el ejercicio de la Verdad, cuando los desvíos del plan sagrado parecen o dicen ser en aras del Shalóm, del bien universal, de la viabilidad judía, del desarrollo, de toda una gama de valores que suenan a bien a primera oída? ¿Por qué parece que no hubiera cómo negociar nada con quien detenta por bandera la Toráh? ¿Por qué semejante celo de parte de la Halajáh, cuando propone más y más cercos concéntricos alrededor del mal para que no lleguemos ni aún a aproximarnos a él; cuando prohibe acciones externas a cada prohibición fundamental, pero que ofician de pasaje hacia ellas?
Porque transgredir los cercos, abstenerse de tocar el objeto de deseo mientras se lo mira con ganas, quedarse en la tierra sagrada tomando la "tierra" y postergando su carácter de "sagrada", quedarse con la identidad judía olvidando los componentes concretos que le son irrenunciables, ...., todo lo que implique una aproximación a negociar lo innegociable, culminará indefectiblemente en una profanación fundamental, en un absurdo tragicómico que convierte en ridículo lo solemne, y expresa en discurso in-significante lo que antes era un silencio suficiente y pleno de sentido.

Nos encontramos en días de luto; en esas tres semanas que, desde el 17 de Tamuz hasta el 9 de Menajem-Av, se traducen hoy en memoria de destrucción, de ruina, de fracaso y frustración; en memoria de un despeñarnos en una oscuridad que aún nos pesa. En esas tres semanas que, éste mismo y cada año, pueden ser dotadas de un sentido de completa Redención, con tal que lo deseemos, lo pidamos, y lo ejerzamos de modo completo. Nos encontramos en días de luto cuando gran parte de Israel transa de modo insensato valores espirituales y materiales, actitudes vitales y extensiones de tierra, mitsvót positivas y la humillación de sus hermanos, a cambio de ilusiones vanas, de la alucinación de cualquier ficción televisiva mediocre, y la imposición de su final infeliz a la realidad palpable, y a la invisible a los ojos por igual. Días que vienen luego de lo que nuestra parasháh nos advierte. Acaso, si Gad y ReUbén no ceden a la tentación de preservar e incrementar su riqueza por medios "naturales" arriesgando su Toráh, sucederá que la obra de la fe les acreditará tanta o más riqueza: tanta como sus actos e intenciones merezcan.

Mas hoy, cuando ya tanto ha pasado afuera de cada uno, es tiempo de incorporar la sabiduría necesaria y arraigarla en nuestros corazones. No podemos engañarnos: no contamos con la altura espiritual, con la sabiduría, con la fuerza necesarias, para luchar contra nadie más que nosotros mismos. ¿Por qué? Precisamente, porque no hemos triunfado aún en la guerra que se libra en nuestro propio interior. Al ser responsable por mí, soy también, en parte, responsable por tí. Si no me corrijo, no te doy un ejemplo que te ayude a corregirte. Si no me enmiendo, no puedo esperar que te enmiendes tú. Y estoy en guerra conmigo mismo. Porque seguramente, a veces, cuando me presto a realizar tareas profanas a cambio de dinero, pesa en la decisión alguno de mis propios apetitos materiales. Porque no he vencido completamente a mis instintos, de modo que se vuelvan por completo sagrados, y vuelquen su energía a aprender y enseñarte lo que aprendo.

ReUbén y Gad son parte de mí (también son parte de tí). Moshéh es parte de mí (y es parte de tí). Si no aprendemos a leer en nuestro interior lo que indefectiblemente debemos aprender, nos condenamos a que sea nuestro exterior el que acuda a enmendarnos. Y entonces, aparecen ahí afuera esos monigotes que rigen inexplicablemente nuestros destinos. Y se van deteriorando para hacerse obvios, para que advirtamos lo que debemos hacer, hasta llegar a circunstancias tan demencialmente ridículas como las actuales (no te tomes el trabajo, pero si insistes, te remito a los titulares de prensa, de Israel y del mundo, de la última semana apenas).
¿Qué hacer? ¿Ocuparse de los que creen que mandan y rigen la realidad? ¿O hacer lo que nos tornará mandadores y regentes de la verdadera realidad? Tú y yo tenemos en nuestras manos con qué enmendar la realidad, con qué anular los decretos de los insanos que decretan, con qué acercar la GueUláh, la verdadera y completa Redención.

Cierra los ojos. Imagina, por un instante apenas, que con sólo modificar tu propia vida en dirección a la Verdad, puedes modificar la vida de los que amas, la vida de los que rodean a los que amas, la vida del mundo. Que con sólo dirigir tu vida hacia el camino de la Toráh y unirte a los que así hacen e impulsan, puedes acercar la construcción del Beit-Hamikdásh; puedes atraer la GueUláh; puedes hacer felicidad, constituir Shalóm.

Ahora abre los ojos, y sabe que es así, que lo que has imaginado es verdad. Hashém nos conceda el mérito de hacer Bien.

Quiera Hashém que sepamos hacerlo. Shabát shalóm,

daniEl I. Ginerman
Editor

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