Matók MiDvásh: prensa electrónica de Ieshivah.Net - Edición No. XXXI
Rosh-Jodesh Siván 5765, Parasha't Nasó, desde Jerusalem
Edición dedicada a la elevación del alma de David ben-Teresa, y al brillo de Luz de Torah en las almas de todo Israel
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"... y os Icé sobre alas de águilas, y os traje hacia Mí..."
¿Qué te importa a tí, sino lo mismo que me importa a mí?
disfruta la clase que "La máxima Bondad se manifiesta en el Rigor" que dimos hace pocas horas:
Javerím, queridos amigos, Shalóm:
A propósito de nuestra parasháh, trae el Zohar un relato que se ha hecho muy conocido con el paso de las generaciones: en un barco de pasajeros, uno de éstos comienza a hacer un agujero en el piso. Otro le increpa: ¿Por qué estás agujereando el barco? A lo que el primero responde: ¿Qué te importa a tí? ¡Es en mi espacio que estoy haciendo el agujero!
Nuestra parasháh nos hablará (Bamidbár -Números- 5:6) de un hombre o una mujer que realicen "de todos los pecados del Adám para mentir delante de Hashém" ("lim'ól má'al", en el original, requiere de larga disquisición; hemos preferido traducir desde la versión aramea de Onkelús, que dice literalmente "mentir una mentira delante de Hashém"), y resulten culpables. La aparente amplitud del texto es inmediatamente disuelta por el Or HaJaím, según quien la referencia es, puntualmente, a quien roba o estafa a otro, y con tal de defender su botín en el juicio subsiguiente, está dispuesto a "jurar en nombre de Hashém" su inocencia. Continúa diciendo la Toráh (Bamidbár 5:7): "Y confesarán su pecado que hicieron, y devolverá...".
En el comentario del Zohar, se sorprende Rabí Iehudáh de que, a quien ha robado y ha mentido, le baste con básicamente la confesión, la devolución y una multa, para volver bastante pronto a estar normalmente "en circulación". Quien obra de acuerdo a los criterios del mal en este mundo, al igual que quien taladra el piso del barco "sólo bajo sus pies", genera un daño espiritual y material que nos toca a todos, y aleja de nosotros la enmienda universal, el tiempo de la Redención en que la Luz brillará por fin para todos, irrefutable y en espléndida transparencia. Entonces, si quien así obra está dañando a toda la Creación, ¿cuál puede ser la herramienta mágica que le redime del daño colectivo ya causado? ¿No deberá también, dicha "herramienta mágica" que le redime, enmendar por completo el daño producido a los demás?
Rabí Iehudáh responde a su pregunta con la continuación del mismo versículo: "... y devolverá"; en el original hebreo, "veHeshív", de la raíz de "teshuváh". No se trata de que meramente devuelva lo robado, sino de que realice verdadera "teshuváh": que se arrepienta y vuelva sobre sus pasos y rectifique su camino y enmiende su modo de actuar. Continúa diciendo Rabí Iehudáh que el poder de la teshuváh es magnífico: "metakén", enmienda, el daño producido en el mundo material (por vía de la devolución de lo robado más una multa de compensación), y enmienda también el daño producido en el mundo espiritual.
El mundo camina inevitablemente hacia su "tikún", hacia su enmienda. A cada paso, surgen obstáculos y escollos, fuerzas de la ignorancia y el mal, que deben ser "expiadas", compensadas. Si sus "agentes", si quienes actúan mal, vuelven sobre sus actos y retornan al camino de la Verdad, el daño que han producido "arriba" y "abajo" se enmienda con ellos. De lo contrario, según explica Rabí Ioséf en nombre de Rabí Shma'iáh (Tratado de Shabát 33b), "cuando hay Tsadikím -justos- en la generación, ellos expían por todos (....)".
El "sistema operativo" de la Creación es implacable: "midáh ke-négued midáh", cada medida de mal debe ser corregida por una medida equivalente de bien; a cada acción corresponde una reacción que guarda relación de cantidad y calidad con la acción que la produjo. De tal modo, si la realidad atraviesa "picos de mal" de los que no se responsabilizan sus autores (que no hacen teshuváh ni producen la enmienda urgente), son los hombres más elevados de todos, aquéllos que más mérito guardan y más íntimamente se hallan ligados a la Verdad y la Luz, los primeros que absorberán el "pasivo espiritual" de toda la comunidad; y lo absorberán con la felicidad de estar cumpliendo su misión en este mundo.
Hoy comienza el mes de Siván: el domingo próximo, por la noche, ingresaremos en la festividad de Shavuót, aniversario de aquel día luminoso y terrible en que recibimos la Torah, al pie del Monte Sinai. Dijimos entonces (tú, yo): "Haremos y Comprenderemos". Supimos aquel día, cuando la Verdad era obvia y patente ante nuestros ojos, que sólo comenzando por la acción, accederíamos a la comprensión de la Verdad. Supimos que "Kadósh" significa "sagrado", y sagrado es lo que ha sido "segregado", lo que se aparta, lo que se dedica, lo que se niega a todo cuanto no sea la verdadera razón y meta de la vida (a continuación, muchos años más tarde, vino Edóm e inventó el esparcimiento y el entretenimiento y el ocio para hacernos olvidar lo que debíamos recordar; y antes aún, Aristóteles, para hacernos creer que hay muchos conocimientos distintos, y que nunca llegaremos a una verdadera noción global de lo que Es).
Mas sus engaños tienen corto aliento. Seguimos sabiendo que, si hacemos sagrada la palabra de nuestras bocas, la palabra de nuestras bocas incidirá con bien en el mundo. Si consagramos nuestra mirada (si la apartamos de lo impuro, de lo violento, de lo profano, de lo lujurioso), la mirada de nuestros ojos incidirá con bien en la realidad (y cualquiera ha oído de miradas "fuertes", que producen -Hashém nos libre- enfermedad, o por el contrario, "inexplicablemente" suerte). Si aprendemos el arte de lo sagrado, seremos cuan poderosamente luminosos hemos nacido a este mundo para ser.
La noche de Shavuót se abre para nosotros una nueva oportunidad: en víspera de aprender a decir que "Haremos y Comprenderemos" (óbrese el milagro para nosotros), podemos inaugurar el hábito de abrevar de las fuentes del conocimiento verdadero. El domingo por la noche, es importante que nos dediquemos a estudiar Toráh, a bucear en las palabras sagradas de nuestros sabios y rescatar, de entre ellas, una oportunidad de Teshuváh, de verdadero retorno, de abstracción respecto del ruido informe que nos rodea; de consagración, de asunción del conocimiento imperecedero que nos dice cómo y por qué hemos venido a dar aquí, ahora, con tantos problemas y tanto vértigo sobre nuestras cabezas, con tantas ganas y tanto amor para compartir, con tanta certeza de que nuestra alma sabrá reconocer la circunstancia justa en que todas las interrogantes se resuelven en una espléndida sonrisa; desde la certeza de Shalóm: de paz, de plenitud, de felicidad de saber que nosotros, y los mundos con que interactuamos conciente o inconcientemente de continuo, estamos por fin en armonía, y en posesión del mapa que nos llevará, por fin, hasta el gran tesoro que aguarda a que nos atrevamos a saltar el abismo y descubrirle.
Sea Voluntad de Hashém que así suceda, en el corazón y en el tiempo de cada uno de nosotros.
Mis brajót para vosotros, desde Ierushalaim,
daniEl I. GinermanEditor
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