17 agosto 2005

Matók MiDvásh 20 - Devarím - ¿Conformarnos con menos que la Verdad?

¿CONFORMARNOS CON MENOS QUE LA VERDAD?

por Gabriel ben-Israel Produccion para LebEjad y Matok MiDvash
para LebEjad no. 36 y Matók MiDvásh

Hashem, vuestro D-s, les hizo crecer, y ahora son, en cantidad, como las estrellas (Devarim 1,10)

Explica el “Or Hajaim” Hakadosh, acerca de la comparación "como las estrellas", como dicen Jazal en el tratado de Sanhedrin: “no hay número para los malvados”. Esto es: a pesar de ser muchos, el hecho de que haya más, no los hace “ser más”. Intentaremos entender este juego de palabras...

En cambio, la cantidad de personas justas, cuando aumenta, se ve, se nota; a pesar de que sean contados, como las estrellas, su crecimiento “llama la atención”.
Hashem no hizo que seamos una “cantidad importante” (en cantidad) entre los pueblos, siempre fuimos una pequeña minoría (pero una minoría que sí se nota, Baruj Hashem: siempre todos se ocuparon de nosotros).

Ahora veamos: dado que somos pocos en cantidad, podrían venir representantes de las mayorías a decirnos: “Está escrito en vuestra Torah, que en las decisiones hay que ir siempre detrás de la mayoría, y por cuanto que nosotros somos mayoría, entonces, ¿por qué no reconocen que nuestros dictámentes son justos y valederos, y no renuncian a vuestra fe para convertirse a nuestra creencia?”, jas veshalom.

La respuesta nos la trae el rab Iosef Jaim ztz”l de Bagdag, más conocido como el Ben Ish Jai, o, como lo nombra el rab Bosner Shlita, el “Bagdude Rebe”:

Cuenta que había un reino cuyo rey vivía recluido dentro de su palacio, sin salir jamás. Nadie, en la ciudad, conocía su rostro, y le tenían un gran respeto y también temor.
Sólo sus 7 ministros habían visto al rey cara a cara, iban a verlo para tratar los asuntos del gobierno, escuchaban sus órdenes y salían inmediatamente a ejecutarlas.

Entendemos que los ministros eran muy poderosos, ya que sólo tenían que decir que el rey había ordenado algo para que ésto se realizara. Por este motivo, ellos podían hacer lo que quisieran, argumentando “decreto del rey”, ¿quién podía demostrar que era mentira? Sin embargo, siempre tenían el temor, que si mentían, podría descubrirse y en ese caso serían reemplazados en el cargo, aparte del castigo que podía llegar a ser la muerte.

Pero cierto día murió el rey, y su hijo pequeño tomó el trono. Los ministros resolvieron hacer una “actuación” frente al nuevo rey, alabándolo, para que no piense en reemplazarlos por otros.

Se presentaron ante él, y uno de ellos comenzó: “señor nuestro, rey, que viva por siempre... vemos que una luz sale de tu rostro... una luz maravillosa, de una gran belleza, que nos da placer y a la vez nos hace temer... un rostro bello, una gracia sin igual... una clara demostración de que eres justo merecedor del trono real...”.

Al rey le gustó escuchar esto, digamos que se lo creyó...

Al cabo de unos meses, le llega al rey un regalo de uno de los reinos vecinos, un regalo importante, un gran “espejo”, que en esos tiempos era algo muy valioso y apreciado.

Cuando el rey abre el regalo y se ve reflejado en él, ve, para su asombro, que ninguna luz sale de su rostro, tampoco ve una gran belleza, ahora se da cuenta de lo que sus ministros le dijeron. Esperó a que ellos vengan a tratar asuntos de gobierno y se anticipó y les dijo: “Ustedes son hijos de la muerte. La vergüenza del reino. Dijeron que una luz salía de mi rostro, y no no veo la luz, veo solamente un rostro negro y feísimo. Dijeron que quien me vea tendrá placer, yo me veo y quiero escaparme, salir corriendo, más que infundir temor, mi rostro ASUSTA”.

No sabían qué decir ni hacer. De pronto uno preguntó: “rey nuestro, ¿a quién le crees, a nosotros o al espejo? El espejo es un mentiroso, él oscurece y afea las cosas. Además debes considerar que él es sólo uno y nosotros siete.”

Este ministro vio que el rey lo escuchaba; entonces, pensando que iba por buen camino, prosiguió:
Hay que castigar al espejo por mentiroso y traidor al rey, con toda la fuerza del juicio. Decretaremos romperlo en pedacitos y tirarlo al mar.

El rey dijo: Como dijiste así se hará. Mañana “ejecutaremos” al espejo.

Al día siguiente, el rey mismo, tomó un martillo y llevó a la práctica su decreto, rompiendo en pedazos el espejo. Juntaron los pedazon y los dejaron a un costado para llevarlos y arrojarlos al mar al otro día.

Otra vez, el rey se levantó temprano para terminar con este asunto, y esperó a que lleguen sus ministros, y les dijo:
Vean qué cosa maravillosa: hace dos días, ustedes anularon el testimonio del espejo, ya que él era uno y ustedes siete, y uno sólo no puede contrariar a siete testigos. Pero ahora, hay varias docenas de “espejitos” que me dicen que no soy nada lindo, que no tengo gracia, que no tengo luz, y por cada uno de ustedes ahora hay varios que atestiguan en su contra. Ustedes son los mentirosos y los merecedores del castigo.

Señor rey, protestaron, ¿cómo un pedazo de vidrio roto puede atestiguar si no tiene ni boca ni lengua, ni ojos ni oídos?; ¿esos vidrios rotos pueden ser más que una persona que tiene entendimiento, dueña de inteligencia y sabiduría?

El rey les dijo: ¿y ustedes se creen inteligentes? Antes dijeron que el espejo era traidor y mentiroso, ahora resulta que el vidrio no tiene boca... No entendieron: el vidrio no tiene boca, pero la naturaleza “grita” como cien testigos juntos, la naturaleza no miente.

El hombre miente, a veces por miedo, a veces por interés, otras por ambición, pero a la naturaleza siempre le podemos creer: nunca miente.

El estudio nos lleva a la sabiduría que nos ilumina el camino. Pero a veces los razonamientos y cálculos de situaciones nos lo pueden oscurecer. Razonamientos “a ciegas”, tratando de prever situaciones que no tienen por qué suceder, nos pueden hacer equivocar el camino. Pero la luz del día nos hace ver las cosas como son. Sin buscar vueltas, lo que vemos nos mostrará el camino correcto.

Esta es también la respuesta a las culturas del mundo que no reconocen Verdad en la Toráh. "Ustedes son muchos como la arena que está a la orilla de los mares. Pero lo que ustedes practican es fundamentalmente mentira, ya que va detrás de los deseos y del orgullo, que son cualidades nada buenas".

En cambio, quien vive de acuerdo a la Toráh, va detrás de las cosas vistas y sabidas. Vimos los milagros y las maravillas que Hashem hizo en Egipto, hablamos “cara a cara” con Boré Olám cuando nos entregó Su Torah, vimos los milagros constantes que se producían en el Bet Hamikdásh, y vimos cómo siempre se hizo Su Voluntad, cómo gobierna el mundo. Estas “vistas” son testimonio irrefutable, transmitido de padres a hijos desde aquel entonces hasta hoy. ¿Podemos siquiera pensar en creer en las tonterías frente a la “vista” de la verdad?

Fuente: Matamim leshuljan Shabat en nombre de Abotenu sipru lanu.

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