"Las artiman~as del Instinto de Mal"
LA RECOMPENSA POR EL CUMPLIMIENTO DE LAS MITSVOT
por Rav Natan ben-Jai'm
"Hete aquí que le doy (a Pinjás) mi pacto de paz"
(Bamidbár 25:12)
El Midrash Rabá comenta: Pinjás merece una recompensa de Hashém por su acción. Y este "pacto de shalóm" es su recompensa.
Sobre las palabras del midrash se puede entender que hay algo fuera de lo normal en la retribución por el acto de Pinjás, en comparación con la retribución que acreditan, en su cumplimiento, el resto de las mitsvót.
El libro DARKEI MUSAR se extiende para aclarar la esencia del pago de las mitsvót en general, para desde ahí comprender también en qué se diferenció del común la mitsvah que llevó a cabo Pinjás: quien espera una recompensa por el cumplimiento de las mitsvót se parece a un niño al que hay que convencer para que coma algo dulce y rico: en su actitud infantil, se niega a comer, hasta que por fin se lo convence. Un hombre inteligente entiende que el verdadero sistema es al revés. Está obligado, por principio, a agradecer y aún retribuir a quien le alimenta.
Quien realiza las mitsvót, y a su través, da existencia real a la Toráh en este mundo, experimenta un sabor y un deleite inigualables. Escribe sobre las mitsvót el rey David, que son "más dulces que la miel"; así se define también en la plegaria el pueblo de Israel: "am medushnei oneg", un pueblo sumido en el deleite.
Dado el inmenso deleite que las mitsvót pueden reportar al hombre, ¿qué sentido podría tener reclamar, aún por encima del deleite, recompensa? ¿No se parecería nuestra actitud a la del niño que se empecina en no comer las golosinas que tanto apetece, hasta que se lo debe seducir y convencer de que lo haga?
A la mishnáh que establece: "no puedes saber cuál será el pago de las mitsvót", comenta Rav Jaim de Voloyin: "lo que uno no tiene modo de saber es la magnitud del reconocimiento que debiéramos expresar a Hashém, la magnitud de la retribución que le debemos por cuanto nos dio la Toráh y las mitsvót para deleitarnos en la Verdad, y acceder a percibir la Presencia manifiesta de Hashém en el mundo. Y no hay mayor placer que ese en la vida".
Quien no es capaz de tomar para sí las mitsvót de la Toráh salvo a través de esperar una gran recompensa a cambio, no tiene noción del verdadero sentido de la vida. Cierto es que quien vive de acuerdo a la Toráh goza en general de una "bondad" inexplicable que se aplica a su vida. Pero no es recompensa sino el Jesed, la gracia y la bondad de Hashém, que se aplican a su vida. Cual reza Tehilím (Salmos) 62: "Y tuyo es el Jesed, que lo darás al hombre en mérito de sus actos".
Así es como se entiende el tema, en cuanto a todas las mitsvót de la Toráh. Mas la acción de Pinjás (cuando por iniciativa propia tomó la espada y ejecutó a quienes estaban atrayendo el mal sobre todo el pueblo de Israel), tuvo el sello de la voluntad de Hashém en tanto la acción toda estuvo marcada por el celo de lo sagrado. Si Pinjás hubiera podido experimentar el más mínimo placer en su acción, ya no habría tenido mérito de mitsváh, sino que habría sido, por el contrario, una transgresión ("dar muerte". Porque es muy clara la Toráh en cuanto a los cercos que, de uso, no debe traspasar el hombre en la relación e interacción con sus semejantes. Tal como aclara el Rav Grodzinski en su libro "Kneset Israel": "no todo quien se incline a odiar a su prójimo por la transgresión que éste haya cometido, tiene permitido hacerlo"; y no todo quien se alegra por la caída de los malvados, es su alegría bien vista por la Toráh.
Las mitsvót de las que no es posible experimentar deleite están reservadas a los tsadikím, a los grandes Justos de nuestro pueblo. Son las mitsvót conocidas como "averáh leshem shamáim": algo que, a priori, es una transgresión, pero que en el caso particular, cuenta con el beneplácito de Hashém, y sólo en nombre de la sacralidad es llevada a cabo. Y el más mínimo placer o alegría que hubiera experimentado Pinjás al ejecutar a Zimbrí, hubiera transformado su mitsváh en un terrible pecado.
En este caso, entonces, cuando se cumplen todas las condiciones (es un gran tsadík quien lleva la acción a cabo; cuenta con el beneplácito de Hashém; su único móvil es el celo de lo sagrado; y no hay en él un ápice de disfrute o alegría en la ejecución), tal como citamos más arriba del Midrásh Rabá: es justo que reciba una recompensa. Y tal es el pacto de Shalóm, y la "kehunáh" (desempeño del sacerdocio) que impone a continuación Hashém, para Pinjás y su descendencia.
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