17 agosto 2005

Matók MiDvásh #32 - Beha'alotjá 5765 - Encender en el suelo las candelas del cielo

Matók MiDvásh: prensa electrónica de Ieshivah.Net - Edición No. XXXII
Siván 5765, Parasha't Beha'alotjá, desde Jerusalem
Edición dedicada a la Revelación de Luz y Verdad a los ojos de todo Israel
Edición Web: Foro Matok MiDvash (nos interesan tus comentarios)

Dedica Matok MiDvash a la memoria o la superacion de tus seres queridos
Sostén, también tú, este proyecto


"... y os Icé sobre alas de águilas, y os traje hacia Mí..."
Encender en el suelo las candelas del cielo
disfruta la clase que "Tefilah (V): Porque Tú Eres Sagrado, y también yo" que dimos hace pocas horas:
play

Javerím, queridos amigos, Shalóm:

Comienza diciendo nuestra parasháh: "Habla a Aharon y dile: cuando eleves las candelas hacia el cuerpo de la Menoráh, brillarán las siete candelas" (Bamidbár -Números- 8:2). Comenta al respecto Rabí Aba, en el Zohar: "Cuando el Cohén se disponía a encender las candelas abajo" (o sea, en el mundo material), "y ofrecía el incienso sagrado, al mismo tiempo brillaban las candelas superiores" (en el mundo espiritual), "y ambos mundos se unían y se entrelazaban, y había una gran alegría y belleza en todos los mundos".

Repasemos la situación: El mundo material que conocemos y el mundo superior, espiritual, están en íntima relación. De hecho, toda nuestra misión fundamental en la vida consiste en unirlos, en consagrar la existencia material para hacerla indivisiblemente unida a la existencia espiritual.

Cuando no comprendemos por qué nos "sucede" lo que nos sucede en nuestra vida, tendemos a creer en un determinismo "unívoco", en cierta forma de causalidad en la que Hashém decide por nosotros, y nada queda en nuestras manos por hacer. Tal argumentan, con frecuencia, aquéllos cuya fe se ha debilitado: "Hashém no tiene tiempo para fijarse en cada uno de nosotros", "¿Por qué le importaría mi vida individual a Hashém? El se ocupa de cosas mucho más grandes". Tal he oído que erran. A ellos viene nuestra parasháh a responder: cuando el Cohén (el sacerdote) enciende el candelabro del Templo aquí, en nuestro mundo material, sólo entonces, se encienden las candelas en el Templo Superior. Y el tema exige mayor explicación.

Hemos aprendido (Midrash Tanjuma, Vaietsé, 3) que, cuando realizamos una mitsváh, cuando conectamos nuestro tiempo con lo sagrado a través de "actuar" uno de los preceptos de la Toráh, un ángel "bueno" nace para asistirnos en los mundos superiores. Hemos aprendido que, cuando incurrimos en la ira que nos ciega, en la cólera que pone a todo nuestro mundo de color rojo y nos arde en el corazón, destruimos nuestra propia obra en lo alto. Hemos aprendido también que, cuando el pueblo de Israel tenía tras de sí al ejército de Mitsráim comandado por el propio Faraón, y no tenían escapatoria posible, Hashém les proveyó el milagro de que las aguas del Mar Rojo se partieran a su paso. Mas para que ello sucediera, fue necesaria la circunstancia habilitante, el gesto de invocación de Moshéh, que hundió su cayado en las aguas del mar. Y no sólo ello, sino que nada hubiera ocurrido si Najshón ben-Aminadáv, aún viendo al mar profundo y bravo, no se hubiera atrevido a adentrarse en él, a dejar que el agua le tocara las rodillas, le llegara a la cintura, le cubriera el abdomen y luego el pecho: cuando el agua le llegó al cuello, el mar, por fin, se empezó a partir.

La fe de Najshón venció a la resistencia de las aguas, que no tenían deseo alguno de partirse. Mas cierto es que la fe de un hombre puede mover montañas. Y por eso aprendimos también que, con frecuencia, toca a los justos, a los grandes tsadikím, sufrir lo que individualmente no merecen, para "expiar" las culpas de toda una generación. Preguntaremos: ¿que significa "expiar las culpas"? Y responderemos: cuando un hombre actúa mal, contra la Toráh y contra la enmienda de la Creación, modifica la realidad colectiva: apaga las candelas abajo, y por consiguiente, se apagan las candelas arriba. De igual modo, aprendemos en Ialkút Shim'oní sobre VaEtjanán: ""no pueden, los ángeles del servicio, decir su canto arriba, hasta que Israel dicen su canto abajo". Es la acción de los hombres en su mundo, la que habilita la acción de las existencias superiores en el suyo.

Nuestra parasháh nos enseña el orden vital del pueblo de Israel, unido, cuando el Arón, la estructura que protege y porta las Tablas del Pacto, se encuentra entre ellos; cuando el espíritu de la Toráh se halla en ellos. Durante el día, una nube cubrirá el Arón. Y durante la noche, una apariencia de fuego. Y serán esa nube, y esa apariencia de fuego, las que instruirán también el momento de acampar y el de levantar campamento, y el rumbo a tomar cuando se emprende camino. La bendición de Hashém está concedida, y el camino signado; mas sólo será efectivo si los hombres activan físicamente los mecanismos habilitantes para recibir la bendición.

Gran parte de nuestra parasháh hablará del Arón Sagrado: es a su través que se manifestará Hashém directamente hacia el pueblo de Israel. Ahora en el desierto, saldrá la voz de Hashém de entre los querubím, dirigida a Moshéh. Más tarde, será el mismo Arón el que acompañará a Israel a los distintos campos de batalla, y su presencia producirá el desenlace favorable, una y otra vez, incolucrando a los ejércitos de lo Alto en una guerra que, aún sagrada, tiene lugar en lo bajo.

Leemos, en los comentarios del Ar"í HaKadósh al Zohar de parashát Bereshít, que se esconde un gran secreto entre la palabra "Arón", que denomina al tabernáculo en que se guardan las Tablas del Pacto, y la palabra "Norá", que denomina a la manifestación de Hashém cuando se revela en acción sobre este mundo (he hallado esta cita en el libro "Mima'amakím" de Rav Alexander Arieh Mendelbaum).

En hebreo, "Arón" y "Norá" se componen de las mismas letras, sólo que en orden inverso. La manifestación del "Norá" requiere, para ser recibida, de un recipiente perfecto entre los hombres; requiere que los hombres estemos preparados para recibir y activar la Luz que se vuelca en nosotros. Y el Arón, es el paradigma de esa antena que ha de residir en la acción de los hombres.

"Norá" es manifestación del lazo inquebrantable que une al Creador con su Creación, proyectado en la relación íntima que sostiene Hashém con Israel. Su mayor reflejo es, acaso, el "sueño" de Ia'acóv (Bereshít -Génesis- 28:12): "Y soñó, y he una escalera apoyada en el suelo, y su cabeza" (de la escalera) "llega hasta el firmamento". Esa es la escalera que están, nuestros propios actos, llamados a erigir.

Para terminar: en la clase que dimos esta tarde en el Beit-Midrásh de Ieshivah.Net, hablamos de la tercer brajáh de nuestra principal plegaria: Shemonáh Esréh. Esta tercer brajáh, en la que nos dirigimos a la cualidad de "Norá" del Creador, dice: "Tú Eres Kadósh, y Tu Nombre Es Kadósh, y los Kedoshím..."; para aludir a la condición de "Norá" del Creador, invocamos Su cualidad de "Kadósh", de sagrado, de apartado de lo profano. Y tan importante como ello, hablamos en iguales términos de nosotros mismos, en nuestra vocación de Bien y Verdad, llamándonos "Kedoshím": sagrados.

Y es que, sólo cuando nuestra propia acción nos vuelve "sagrados", tenemos capacidad de recibir el "shefa", el flujo de la Luz de Bien y Verdad que Hashém vierte sobre nosotros, desde su cualidad de "Norá". Sólo cuando somos sagrados, nos volvemos aptos para que Hashém se manifieste ante nosotros y nos bendiga. Sea Voluntad de Hashém que seamos capaces; que la sabiduría de la Toráh ingrese en nuestros corazones; que sepamos sostener, desde el suelo, el pie de la escalera cuya cabeza se afirma en el cielo.

Mi brajáh para vosotros, y el deseo firme de que Ieshivah.Net y toda la labor que allí desarrollamos les sea de crecimiento y disfrute,

daniEl I. Ginerman
Editor

No hay comentarios.: