por Rav Natan ben-Jai'm
"Porque no les ofrecieron pan y agua (...), y porque contrataron a Bil'ám ben-Be'ór (...)"
Devarím -Deuteronomio- 23:5
En nuestra parasháh, Hashém instruye que ningún integrante de los pueblos de Amón y Moáb podrá ingresar jamás al pueblo de Israel, ni a su pacto con el Creador. Y estipula dos motivos tan terrible sentencia: "porque no les ofrecieron pan y agua" cuando pasaron junto a sus tierras por el desierto, y "porque contrataron a Bil'ám ben-Be'ór", el mayor brujo de su tiempo, con el objeto de destruir a Israel y hacerle desaparecer de la faz de la tierra.
La enumeración de motivos parece por completo asimétrica a primera vista. Que "no nos recibieron con pan y agua" significa que se privaron de ejercer la piedad, se privaron de realizar un gesto amistoso. Frente al intento de exterminarnos por completo y para siempre, resulta una nimiedad..... y, ¿cómo es que, entonces, no sólo aparece en régimen de igualdad sino que este argumento es incluso el primero, antes que el intento de exterminio?
El Rav Misalant, autor del libro "BeEr Ioséf", explica que la Toráh viene a explicar aquí por qué Amón y Moáb están excluidos del pacto para siempre, y no así los egipcios, sobre quienes se nos instruye que, transcurridas tres generaciones desde los tiempos de esclavitud, podrán ser aceptados quienes de ellos lo deseen para integrar y unirse al Pacto de Israel con Hashém. ¿Cómo explicar que sea más liviana, y provisoria, la sentencia sobre los egipcios que sometieron a Israel a trabajos forzados y les torturaron de innúmeras maneras y les asesinaron a sus hijos?
Hallamos la explicación en el comentario de Rashi sobre Devarím 23:8: "no abominarás del egipcio, porque fuiste morador en su tierra". Dice Rashi que, aún cuando más tarde llegaron los egipcios a tirar nuestros hijos a las aguas del río, "fuiste morador en su tierra": hubo un momento, cuando pasaste tiempos de hambre (cuando Ia'akóv y sus hijos descendieron a Egipto), en que ellos te recibieron, y te brindaron alimento, y te dieron la oportunidad de sobrevivir. Y en mérito de ello, "no abomines del egipcio": tras la tercera generación, si es su voluntad ingresar al Pacto de la Verdad, deberás bienvenirlo y aceptarlo.
De esta precisión nace la diferencia entre los descendientes de Mitsráim y los de Amón y Moáb: si estos últimos hubieran tenido el menor gesto positivo, si hubieran exhibido en alguna acción cualquier forma de piedad o participación del bien, no sería irrevocable y eterna su sentencia. El castigo que reciben es por haber contratado a Bil'ám para exterminar a Israel (y en este punto están en pie de igualdad con los egipcios): mas no habrían sido de tal modo sentenciados, si algún bien hubiera salido de ellos alguna vez.
Porque toda acción humana, desde la más ínfima hasta la más grandiosa, genera mérito u demérito, genera causas de las que nacen efectos, y nada es nimio a la mirada de la Verdad, al criterio de la Justicia Absoluta en el Tribunal del Creador. No hay obra de bien desdeñable, por pequeña que sea, y no hay mal que no sea posible expiar.
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