16 agosto 2005

Matók MiDvásh #06 - vaErá 5764


Matok MiDvash
"Matók MiDvásh"

prensa electrónica de los proyectos Ieshivah.Net & EstudiosJudios.Net,
desde http://www.banaijtsion.com/ y http://www.patrimoniosefardi.org
Edición No. VI - Tevet 5764, Parashát VaErá, desde Jerusalem
http://www.ieshivah.net/ediciones/06/
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Nuestras ediciones anteriores: 01 , 02 , 03 , 04 , 05
Esta edición es dedicada a la memoria de David ben-Ioséf z"l
y a la sanación plena de Iehudah ben-Masha, Shlomoh ben-Moshéh y Shelby bat-Laura
Dedica Matók MiDvásh
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Indice:
* A modo de editorial: El milagro en nuestras manos
* La armonía judía de razón y corazón, por Rav Dorón Rosilio
*
Los diez golpes (o plagas) y los Principios de la Fe, por Rav David Meir
* El descenso como mecanismo de elevación, por Rav Eial Kedmi
* Incidir en el propio destino: manual de instrucciones, por Netanél Mazor
* Los Trece Principios de Fe, sintetizados por Rambám (Maimónides)

* NUEVA SECCION: Esta semana, en el Foro OrTora-Sefarad:
* Acerca del lavado de manos al empezar el día, una respuesta de Rav Guideon Muzykanski

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Parasháh de la Semana: VaErá / Shemót (Exodo) VI,2 - IX, 35
VaErá

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A modo de editorial:
El milagro en nuestras manos

Como cada semana sucede y con cada parasháh, son muchas las enseñanzas a extraer de cada faz del texto de la Toráh. Y deseo compartir con vosotros un elemento que es leit-motiv de todo el proceso iniciado con el libro Shemót, y que habla de quiénes tenemos verdadera capacidad de ser.

Al inicio de nuestra parasháh, transmite D's a Moshéh las promesas que él deberá comunicar al pueblo de Israel: "vehotséti", y os sacaré del sufrimiento de Mitsráim; "vehitsalti", y os salvaré del trabajo y el culto ajeno; "vegaAlti", y os redimiré con señales inobjetables y maravillas; "velakajti", y os tomaré por pueblo para ser conmigo. El propósito de todo el proceso es la conexión entre el Creador y su pueblo: "Y seré para vosotros E-lokim, y conoceréis...". Asentado ésto desde la definición de "pueblo" (en hebreo "am", de la raíz de "im" que es "con"), viene la quinta promesa: "vehevéti", y os traeré a la tierra señalada para vuestros ancestros, y os la daré en heredad. Mas se dirige Moshéh a su pueblo, y éste no se encuentra preparado para atender a grandes palabras ni al enunciado de propósitos trascendentales. El pueblo sufre en presente: está "corto de espíritu" y endurecido por el trabajo. Lo que habrá que reparar previo a una verdadera redención es, entonces, esa condición del pueblo que todo lo filtra por la cortedad presente de su espíritu, por el embrutecimiento a que lo ha sometido la esclavitud, la opresión, la humillación constante.

Sólo teniendo presente la necesidad de corregir al propio pueblo, de salvarlo de ese ensimismamiento en que se encuentra sumido, entenderemos una característica inherente a todo el desarrollo posterior de la parasháh, que trata de la "negociación" de Moshéh (en nombre del Creador) con Faraón: negociación que incluirá los golpes o "plagas" que habrán de abatirse sobre todo Mitsráim previo a la liberación.

En primer término, los cayados de Moshéh y de Aharón, al ser arrojados al suelo frente a Faraón, se convierten en serpientes, que devoran a los cayados -también convertidos en serpientes- de los brujos y adivinos egipcios. Luego, el cayado de Moshéh golpeando las aguas del río Nilo es la señal que éstas recibirán para mudar de naturaleza y volverse sangre. Y es Aharón quien extenderá su mano sobre las aguas de Mitsráim, y emergerá de éstas la invasión de ranas; extenderá nuevamente su mano sobre la tierra golpeándola con su cayado, y el polvo se convertirá en piojos. La invasión de fieras salvajes se frenará sólo ante el pedido de Moshéh frente al Creador; la langosta llegará, por su parte, y se irá más tarde, sin su intervención. Moshéh y Aharón arrojarán hollín con sus manos hacia arriba, y provocarán así el golpe de las llagas y úlceras en la piel de los egipcios y sus animales. Y el granizo con fuego dentro de sí recibirá la "señal de largada" al estirar Moshéh su mano hacia el cielo.

Al leer esta sucesión, ¿no surge inmediatamente preguntar para qué es necesaria esa mínima intervención humana -estirar una mano, golpear el suelo con un bastón- para dar inicio a un proceso que revertirá instantáneamente toda la naturaleza, por encima de cualquier causalidad? ¿Es que necesita el Creador del gesto de un hombre para mudar la creación toda?

La respuesta negativa es obvia. ¿Por qué, entonces, se exige la intervención de Moshéh y Aharón para la producción de éstos, y de tantos subsiguientes milagros? Planteemos al menos sólo una faz de la respuesta: el Creador rige toda la creación, pero las "reglas de juego" indican que, para la realización de los milagros que vencen a la causalidad y producen maravillas al servicio de los hombres, es imprescindible que éstos realicen aunque sea un mínimo gesto, un mínimo esfuerzo, que los torne socios del Creador en su ejecución. No hay proporción alguna "razonable a nuestros ojos" entre estímulo y reacción: un cayado toca el agua en un punto del río, y todo el río se convierte en sangre. Pero ese gesto es fundamental, porque asienta la voluntad del hombre y su disposición de obedecer al designio, de ser socio y partícipe de la maravilla, de tomar sobre sí el resultado de la acción.

Esto es válido para todos, en todos los tiempos. El resultado de nuestros esfuerzos en la vida material no se encuentra en proporción directa a la cantidad de los mismos: basta observar en derredor para saberlo. Antes bien, es quiénes somos y a qué estamos llamados; y es la fuerza de nuestro compromiso con el Bien y la Verdad, con el manual de instrucciones que provee la Toráh, lo que nos agraciará a ojos del Creador, lo que fijará la calidad de lo que hacemos, y en consecuencia, de las herramientas con que nos tocará contar para nuestro trabajo en esta vida.

Espero que os sea de enriquecimiento y disfrute el material que hemos producido para vosotros con amor. Mientras escucháis la brajáh que os brinda, esta semana, Rav Dorón Rosilio, y deseándoos un luminoso inicio del mes de Shvát, me despido de vosotros con brajót,


daniEl I. Ginerman
editor@ieshivah.net


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La armonía judía de razón y corazón

por el Rav Dorón Rosilio, ravdoron@banayichzion.com

Honorables lectores, queridos amigos:

Nos encontramos esta semana ya en Mitsráim: en la cúspide de la opresión, de la esclavitud, la oscuridad, la desesperanza, la degradación.... todas vivencias, éstas, reunidas en una única encrucijada de espacio y tiempo: nuestra permanencia en Mitsráim.

El nombre de Mitsráim sale de la palabra "metsár", que es el límite opresivo: ese máximo de opresión angustiante que obliga a desear con fuerza sobresaliente el retorno de la luz. Es al final de la noche cuando llega la oscuridad a su punto máximo; nunca está más oscuro que justo cuando empezará el amanecer. Así como el lucero del alba marca el inicio de la iluminación, hay un paralelo en las señales que el espíritu recibe en vísperas de la gran Redención.

El pasado, el presente y el futuro son herramientas para nuestra comprensión. No es el tiempo otra cosa que una forma que adopta la Creación, para hacernos posible el fluir a su través. Mas en realidad, no hay tiempo: lo que fue es lo que será; de modo tal que el pasado es guía y paradigma del futuro, y éste, proyección y oportunidad a partir de lo que fue.

Mitsráim es la opresión de la tempestad que se abate sobre nosotros con horribles vientos, rayos, lluvias inclementes, frío atroz.... tras la cual, sólo podrá venir el fluir calmo y silencioso hacia el más amplio y bello horizonte. No habríamos sabido de tal horizonte ni de tal calma feliz, sin la previa tempestad: ¡era forzoso atravesarla!. Tal como tras los dolores de parto en que la parturienta puede aún sentirse agonizar, viene, por fin, toda una vida nueva a este mundo.

Mitsráim es la opresión en la garganta y en la nuca, ejercida por Faraón, por Paróh, que se resiste a liberar al pueblo de Israel: él sabe que el proceso de la verdadera Redención, del pueblo de Israel y del mundo entero, hallará inicio en esta liberación, y busca retrasarla todo lo posible: evitar que Israel pueda izar la bandera de la fe y que la verdad del Creador, del D's único atento y regente de toda la creación, sea progresivamente aceptada por todos, ya por amor o aún contra la propia voluntad. Pero no está en sus manos evitarlo, y contra su voluntad, con una gran carga de sufrimiento que serviría a la difusión de la Verdad, la liberación tiene lugar, y la Redención de todos ingresa por fin a su proceso de gestación.
Las dolorosas contracciones aceleran el parto.

Así, también, sucede en nuestras propias vidas, hermanos míos queridos.
Tenemos una mente que piensa, compleja, aún brillante con frecuencia.
Y tenemos un corazón enorme, lleno de sentimientos y deseos.
Y ambos se conectan a través del estrecho conducto del cuello.
Si esa conexión no existe, la mente y el corazón operan por separado, y nuestra personalidad se divide, se desintegra: aún somos capaces de pensar y hablar acerca de cuestiones elevadas, sublimes, y no obstante, ser en nuestros actos bestias que se revuelcan en un pantano de apetitos dementes.
Pero si articulamos la conexión, armónica y correcta, entre ambos extremos, nos volvemos completos, capaces de plenitud, bellos, verdaderos, y fluimos con felicidad sin contradicciones ni conflictos internos. ¡Esta es la conexión que quiso Faraón estrangular!

Así como requerimos de una composición musical completitud, "que cierre" armónicamente, también de nuestras propias vidas debemos exigir la plenitud. Y disponemos de las herramientas hábiles para merecerla y construirla. No tendremos respiro si no caminamos hacia la completa plenitud del alma.
¡Debemos salir de Mitsráim hacia el espacio abierto!
Y no hay felicidad como la de la resolución de todas las dudas; no hay felicidad como la que se vive desde la verdadera certeza.

El corazón es la madre de nuestra vida: opera la piedad, el afecto, la emoción; y es por tanto el fundamento silencioso y amable del hogar, en el que todo lo rige con dulzura y sutileza. La mente es el padre: la administración y la dirección cerebral necesaria también en nuestra vida.

Esto no es imaginación, hermanos queridos: ¡somos nosotros!
Es tiempo de salir al camino, unir cerebro y corazón, verdad y deseo, camino a la plenitud.
Salid de la opresión rumbo a la libertad, al espacio abierto, desde el que se ve claro el horizonte.
Basta ya de conflictos internos, de argumentos íntimos rebuscados, de multiplicidad de valores contradictorios. Basta de hacer pactos con la supuesta "realidad". No a la muerte. Sí, a la verdadera vida. Como está escrito: "Y elegirás la vida", y se nos enseñó cómo se hace, cómo felizmente hacerlo y ser lo mejor que podemos ser.

¡Shabát Shalóm!

Rabi Janania
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Los diez golpes (o plagas) y los Principios de la Fe

por Rav David Meir ravmeir@banayichzion.com

En la parasháh de esta semana, VaErá, tienen lugar las diez plagas o "makót" (cuya mejor traducción es "golpes") que D's aplica a Mitsráim previo a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. Acerca de ellas, leemos en la Hagadáh de Pésaj que Rabí Iehudáh las nombraba por sus iniciales, divididas en tres grupos del siguiente modo: detsá"j adá"sh beajá"b.


Y vale la pena hurgar en el sentido de este peculiar modo de agrupar y clasificar los diez golpes que precedieron a la redención, referidos a tres principios fundamentales de la fe judía, que encabezan los "Trece Principios de Fe" sintetizados por Rambá"m (Maimónides).

Empecemos por analizar el primer grupo, que incluye los tres primeros golpes o "plagas": dam (sangre), tsfardéa (ranas), kiním (piojos). El denominador común de todos ellos está en su capacidad de reflejar el primero de los principios de nuestra fe: D's, el TodoPoderoso, creó el mundo ex-nihilo (a partir de la nada), y renueva su creación a cada instante y cada día, y sólo por ello el mundo tiene existencia hoy. D's recrea el mundo en todo el tiempo, de modo tal que las características de cada componente de la creación dependen de Su exclusivo arbitrio, y las maneja de acuerdo a Su decisión. Al anunciar la sangre, dice la Toráh: "con ésto sabrás que yo soy D's", tras lo cual, llega el golpe: el agua muda completamente de naturaleza para adoptar la de la sangre, con glóbulos rojos y blancos, sin relación alguna con su naturaleza anterior.

Lo mismo sucederá durante el golpe de las ranas o "tsfardéa". Dicen nuestros sabios acerca de la expresión "y subió el tsfardéa" (que aparece en singular en la crónica de la Toráh), que cuando mataban a una salían de ella grandes cantidades de nuevas ranas, de modo completamente ajeno a la naturaleza reproductiva de la especie, representando otra demostración de creación ex-nihilo de una realidad nueva que escapa a toda lógica causal. Otro tanto vemos en el golpe de los "kiním" (piojos), donde es el mero polvo de la tierra el que cambiará de naturaleza para tornarse multitud de estos pequeños animales asolando la tierra toda. Tres operaciones que vienen a afirmar el mensaje único del primer principio de fe de la Toráh: el Creador es Uno, todo lo puede, y renueva la Creación de acuerdo a su arbitrio; dueño de la naturaleza, nada escapa a Su supervisión y determinación.

Tras las primeras tres, llega el segundo grupo definido por Rabí Iehudáh: "aróv" (mixtura de animales salvajes), "déver" (peste que afecta al ganado y animales domésticos), y "shjín" (llagas y úlceras en las personas). Cuando las fieras salvajes, dice D's en la Toráh: "Y distinguiré en ese día la tierra de Goshen" (en que residía el pueblo de Israel), que no será afectada por las fieras, "para que sepas que yo Soy D's en la proximidad de la tierra" (o sea, que "afecto directamente a la tierra"). Así sucede con la peste del ganado: "Y distinguió D's el ganado de Israel del ganado de Mitsráim"; y así también con la siguiente: sólo la piel de los egipcios se vería afectada por las úlceras y las llagas terribles.

Tres instancias que vienen a enseñar la continuación del principio de fe ya estudiado, a través de señalar que el Creador rige efectivamente el destino de todas sus creaturas, incide, dictamina y supervisa directamente la existencia global y la de cada quien, desde una lógica sólo penetrable desde la sabiduría de la Toráh.

Llega entonces la tercera serie: "barád" (granizo combinado con fuego), "arbéh" (la langosta), "jóshej" (oscuridad), y "bejorót" (la muerte de los primogénitos), que vienen a completar el primer principio de fe: "sólo El hizo, hace y hará", en definitiva, "todo lo que tiene lugar en la Creación". Dice D's al anunciar el granizo: "para que sepas que no hay" otro "como Yo", sentencia que se repetirá ante la langosta y ante la oscuridad, y en su cúspide, en la muerte de los primogénitos de Mitsráim.

Viene la lectura de Rabí Iehudáh a enseñarnos que, antes de la gran Redención, procede el Creador a refutar, anular de modo incontestable, hasta el último vestigio de la idolatría de Mitsráim, enseñando para la posteridad que es en la Toráh donde se hallará la verdad, porque no hay otra potencia verdadera a la que acudir que no el Creador, Sagrado, Bendito sea, que nos ha concedido el conocimiento de Su Ley y Su Verdad para todas las generaciones.



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El descenso como mecanismo de elevación

por Rav Eial Kedmi, raveial@banayichzion.com

Toda persona sabe que en su vida se alternan los ascensos y los descensos; todos podemos percibir fácilmente que así funciona la naturaleza del hombre, y "subimos" y "bajamos" sin cesar. Y muchas veces, la magnitud de los descensos es tal que pone en riesgo nuestras certezas, nuestra fe, nuestra solidez, nuestra armonía.

Explica Rabi Najman de Breslev que todo ascenso exige un descenso previo. Que para todo ascenso, para todo crecimiento, para todo cambio positivo de etapa, es imprescindible el retroceso, el descenso, la caída previa, que concederá la fuerza y el mérito para la "subida" que le sigue.

Debemos saber, por tanto, que no descendemos, no caemos, sino por requisito del nuevo progreso, de la nueva ascensión. Sólo para recibir bien nos vemos forzados, a veces, a sufrir en propia carne formas del mal. De tal modo, explica Rabi Najman que toda caída, toda dificultad extra, todo precio vital que nos sabe desmesurado, debe ser tomado como herramienta de adquisición de un bien mayor, una luz más alta, que ha dictaminado D's para nosotros.

Si "trabajamos" nuestra vida desde la actitud que la Toráh nos indica, de toda experiencia de apariencia negativa saldremos reforzados en nuestra fe, y hallaremos la sintonía correcta para tomar la oportunidad de "ascenso", de crecimiento, de recomposición -tikún- superior a que el aparente mal hace lugar. Y no habrá ya experiencia alguna de este mundo a cuyo través uno pueda no enriquecerse y hacer más fuerte y evidente la conexión que le une, en cada instante, a través de la Verdad al Creador.

¡Shabát shalóm!


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Incidir en el propio destino: manual de instrucciones
por Netanél Mazor, netanel@banayichzion.com

La realidad del Creador es inasible a sus creaturas, desde que nuestras limitaciones nos tornan incapaces de percibir el Absoluto. Por consiguiente, D's se revela ante el mundo desde sus distintas "bejinót" o cualidades perceptibles. Entre estas "bejinót", se encuentran los opuestos complementarios de "Rajamím" (la entrega, la misericordia, la piedad) y "Dín" (el rigor, el juicio); a cada una de ellas corresponderá, entonces, uno de los nombres que atribuimos al innombrable Creador.

En nuestra parasháh, nos ocuparemos de la presencia de los nombres correspondientes a estas dos bejinót: el nombre E-lokim, correspondiente a la bejináh de Dín, y el nombre de cuatro letras que leemos Adon-i, que refiere a la bejináh de Rajamím.

Al inicio mismo de la parasháh, aparece D's revelándose desde el Dín; desde el juicio, el rigor: "Y habló E-lokim a Moshéh". A la culminación del mismo versículo, no obstante: "y le dijo Yo soy Adon-i", manifestándose en la piedad y la bondad de Rajamím. Ante esta peculiaridad, vale preguntarnos: ¿Qué está expresando el Creador en su mensaje a Moshéh?

El "Or HaJaím" explica este versículo como respuesta a la pregunta que formulara Moshéh en la parasháh de la pasada semana: "¿Por qué hiciste (pasar) mal a este pueblo?". A esta pregunta, una respuesta que indica de qué modo es conducido el mundo, y cada una de sus creaturas, a manos del Creador. Releyendo el primer versículo de nuestra parasháh, parece venir el Creador a decir: "¿Cómo refieres a mí toda actitud que produzca mal a los hombres? ¿No ves que soy el Bien, que es a través de la Piedad que me manifiesto?". Con el inicio de la frase, está aclarando que es desde el rigor que debe funcionar todo en un inicio; con el final, que en la misericordia y la bondad se funda en realidad la conducción del mundo.

El "Or HaJaím" no se contenta aún, y trae aquí distintos ejemplos del Taná"j (de la Toráh, los Profetas y los Escritos), desde los que demuestra que en cada ocasión en que recibe alguien un castigo, hay un mal originado en sí mismo, que le precede. De algún modo, todo mal que alguien sufre, tiene origen en sus propios actos; o es necesario por alguna cualidad que le es propia, y se trata de una prueba a pasar para hacerse acreedor a su más elevada porción de bien.

Dice a Moshéh el Creador: El mal, el sufrimiento, los atrae el hombre hacia sí, ya con sus actos, o con lo que habrá de corregir en su naturaleza, en sus inclinaciones, para hacerse acreedor al Bien que, éste sí, nace de mí. Es el hombre el que se hace zancadillas a sí mismo y atrae sobre sí el mal, y no puede protestar ante D's por ello.

Del otro lado, si tomamos el "manual de instrucciones" de que disponemos, si cumplimos la voluntad del Creador y, desde la Verdad, ejercemos el Bien; si nos conducimos desde el amor al Creador y la verdadera sujeción a la sabiduría superior que El puso en nuestras manos, nos tornaremos aptos para recibir de retorno el Bien, no ya desde su Piedad, sino también desde el Dín, desde el Juicio superior que dictamina nuestra vera condición.

De acuerdo a estas bases funciona, seamos o no conscientes de ello, lo aceptemos o no, la vida; con ella, la construcción de nuestro destino. Como la sombra, que proyecta a nuestros ojos nuestros propios movimientos, así también nuestras acciones, pensamientos, dichos y aspiraciones, proyectan desde nos nuestro destino.


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Iud"guimel Ikarim
"Los Trece Principios de Fe",
fijados por Rabi Moshé Ben Maimón -Maimónides-

Versión en español: Daniel I. Ginerman


Yo creo con fe absoluta que el Creador, Bendito sea Su Nombre:

1 ... Es creador y rector de toda la Creación y solo El hizo, hace y hará todos los actos de la Creación;
2 ... Es Uno y no hay de ningún modo ninguna otra unidad más que la de El; y sólo El es nuestro Dios y fue, es y será;
3 ... No tiene cuerpo ni puede ser concebido en términos corporales y no tiene ninguna semejanza con nada;
4 ... Es anterior a todo lo creado y existirá posteriormente a todo;
5 ... Sólo El es digno de que le dirijan plegarias y fuera de El no hay quien sea merecedor de plegaria;

Yo creo con fe absoluta que:

6 ... Todo lo que han dicho los Profetas es verdad;
7 ... La Profecía de Moshé, nuestro Maestro, que en paz descanse, fue verdadera y que él fue el mayor de los Profetas, tanto respecto de los anteriores como de los posteriores a él;
8 ... Toda la Torá que se halla actualmente en nuestras manos es la misma que fue dada a Moshé, nuestro Maestro, que en paz descanse;
9 ... Esta Torá no será cambiada jamás y que no habrá otra Torá del Creador, Bendito sea Su Nombre;

Yo creo con fe absoluta que el Creador, Bendito sea Su Nombre:

10 ... Conoce todos los actos de los seres humanos y todos sus pensamientos, como está dicho: 'El que ha creado juntamente sus corazones conoce todos sus actos';
11 ... Recompensa a quienes observan Sus preceptos y castiga a quienes violan Sus preceptos;

Yo creo con fe absoluta:

12 ... En la venida del Mashíaj y aún cuando se demorase, de todos modos lo esperaré hasta el día que llegue;
13 ... Que los muertos resucitarán cuando sea la voluntad del Creador, Bendito sea Su Nombre, y se exaltará Su recuerdo para siempre y por toda la eternidad.








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