LAS TRES ETAPAS DE LA CONQUISTA (Y EL ARTE DE LA DEFENSA)
por Rav Natan ben-Jaím
por Rav Natan ben-Jaím
1. "Y vio la mula al ángel de Hashém.... y se desvió la mula del camino y caminó por el campo"
2. "Y se paró el ángel de Hashém en el sendero de los viñedos, y había cerco a sus ambos lados"
3. "Y volvió el ángel y se detuvo en medio del camino estrecho, donde no había modo de esquivarle ni por la derecha ni por la izquierda"
Tres veces se interpuso el ángel en el camino de Bilám, que se dirigía hacia el mal. Y de estas tres apariciones, nos enseña el Rav Erentroi en su libro "Lekaj Tov" los tres pasos a cuyo través se enrieda el hombre en las redes de la profanación y la transgresión, hasta que, atrapado por completo, pierde su libre albedrío.
Al principio, uno camina con libertad: es ancho el camino del mal. Y pareciera que a la tentación se la puede esquivar, ya por izquierda o por derecha, e incluso es posible aún retroceder. Tal era la situación de Bilám en su camino, rumbo a maldecir a Israel. El ángel se interpuso, y bastó a su mula eludirle, salir del sendero y continuar un tramo por el campo.
Si uno se empecina en continuar por el sendero del mal, si uno se resiste a aprovechar la relativa comodidad con que puede eludir aún el mal destino con sólo salirse del camino y tomar la ruta del campo, el sendero comienza a hacerse más y más estrecho, hasta que se le descubre de pronto cercado a ambos lados. Allí se paró el ángel otra vez, y el camino, aún cercado, era ancho; y era posible aún retroceder. Mas no tomó Bilám la opción, y prefirió seguir adelante.
El tercer mojón del camino se encuentra donde ya el sendero es angosto, y está cercado, y sólo con violencia es posible seguir adelante rumbo hacia donde el instinto de mal nos llama. En cada mojón, has tenido la oportunidad de retroceder; cada vez, se te ha instado a hacerlo poniendo trabas a tu paso. Si llegado este último mojón optas por seguir adelante, habrás perdido las defensas, con ellas el albedrío, y te verás instalado en el reino del pecado y el mal.
Bilám no atiende al ángel ninguna de las tres veces que éste se interpone en su camino. Se deja convencer por la tentación del mal y sigue adelante, cayendo más hondo cada vez, hasta llegar a matar a golpes a su asno que percibe la presencia que él no puede ver. De modo similar, hay quienes se encolerizan contra quienes les aman e intentan salvarles del mal, hasta desear disponer de las armas necesarias para matarles. Porque una vez que se ha ingresado profundamente al sendero del mal, ya no puede uno salir por sí mismo.
La meditación acerca de estas tres etapas del ingreso del "ietser hará", el instinto de mal, en nuestras vidas, nos ayuda a prevenir e identificar los síntomas a tiempo, para retornar y retomar nuestro verdadero camino.
Hay un versículo del libro de ShmuEl (Samuel) en que se compara al instinto del mal -al inicio de su proceso de conquista- con alguien que pasa casualmente frente a nosotros. En la segunda etapa, se comporta a semejanza de un huésped de nuestro hogar: aún es posible expulsarle y cerrar tras él todas nuestras puertas. Mas si no se le expulsa, se siente verdadero huésped y exige se le sirva como a tal. En la etapa siguiente, por fin, si aún está aferrado a nosotros, se convierte en dueño de casa: al antiguo dueño le toca hacer de esclavo, y la liberación no ocurrirá ya de modo natural.
Valgan estas prevenciones para diseñar nuestras defensas: es el estudio y la práctica de la Toráh, del mapa de la verdad, lo que nos defenderá del engaño a que nos someten los instintos, y nos convertirá en hombres libres, capaces de crecer y aproximarnos cada día al propósito de la Creación.
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