17 agosto 2005

Matók MiDvásh 23 - Shoftím 5764 - Nuestra madre Rivkáh: la fuerza motriz de Israel

Palabras de la mujer judi'a
NUESTRA MADRE RIVKAH, LA FUERZA MOTRIZ DE ISRAEL

por Galia Ginerman Nota original, en hebreo, exclusiva para Matok MiDvash. Traducción: Ieshivah.Net

Es conocida la influencia de numerosas mujeres, presentadas por la Toráh y los libros de nuestros profetas, sobre el pueblo de Israel. No obstante, la influencia de Rivkah sobre el destino de Israel es la más potente y significativa de todas.

Rivkáh creció entre malvados. O como dice el Midrásh: "como una rosa entre los cardos" (Cantar de los Cantares 2:2); y por mérito de su determinación a conducirse a la luz de la Verdad, consiguió librarse de ellos y ser desposada por Itsják, hijo de Abrahám.

Rivkáh es descripta por la Toráh como una mujer recatada desde su niñez; cuando se encontró por primera vez con Itsják, cuenta el Midrásh que "cayó del camello" y cubrió su rostro inmediatamente. Mas "recato" no se ha de traducir por debilidad, inacción o pasividad. Rivkáh nos enseña cómo, precisamente desde el recato, es posible poner en movimiento las gigantescas ruedas del mundo.

Rivkáh tenía el don de la profecía. Sabía que nacerían de ella mellizos, y el valor espiritual de cada uno de ellos. Sabía que uno se impondría sobre el otro. Cuando crecieron sus hijos, Iaakóv y Esáv, reconoció en Iaakóv al "tsadík", al justo, hombre completo y sedentario, y en Esáv reconoció al hombre "sanguíneo", asesino y estafador. Su descubrimiento la apenó enormemente, y no obstante, en toda su percepción y sus acciones, supo siempre hallar la visión superior, el punto de la Verdad, y dirigirse hacia él.

¿Cómo lo hizo?

Rivkáh, claro está, deseaba que sus dos hijos fueran tsadikím, y rogaba con todo su corazón que Esáv desandara el camino del mal que había elegido y participara del bien. Mas su deseo no le impidió saber, en cada instante, qué era su deber hacer, aún si hacer lo correcto pudiera ser interpretado como agresión hacia una de las partes.

Itsják no atendió a la condición criminal de Esáv, y Rivkáh, quizá por su deseo de darle la oportunidad de retornar al bien, de hacer "teshuváh", o por creer que amargar a su esposo no ayudaría en nada, no compartió con Itsják su percepción de la realidad. A la postre, Itsják supo la verdad; mas en ningún lado nos refiere la Toráh que el tema fuera conversado, compartido, dentro de la pareja.

Y he aquí que cuando Itsják consideró llegado el momento de dar su bendición a Esáv, Rivkáh tomó una iniciativa proactiva y llena de riesgo: provocar que fuera Iaakóv quien recibiera la bendición, y no Esáv, a través de que Itsják les confundiera. No sólo envió a Iaakóv a recibir las bendiciones, sino que preparó personalmente la carne con que habría él de obsequiar a su padre, le vistió con ropas de su hermano Esáv, y cubrió las manos de Iaakóv con pieles de cabra para que, al tacto, semejaran las de Esáv. Y cuando, en el último momento, Iaakóv dudó y dijo a su madre que acaso su padre descubriría el reemplazo y le maldeciría en lugar de bendecirle, le respondió su madre: "Caiga sobre mí tu maldición, hijo mío" (Bereshít 27:14), y cargó sobre sí toda la responsabilidad y el riesgo: ella sabía que estaba haciendo lo correcto, y que lo sucesivo demostraría la justicia de su acción.

Más tarde, cuando Rivkáh descubre que Esáv se propone asesinar a Iaakóv, envía a éste a Jarán, con la intención agregada de evitar que éste contraiga matrimonio con mujeres ajenas a la familia cual había hecho su hermano Esáv. Aún cuando ya sobran razones para denunciar la verdadera condición de Esáv ante su padre, Itsják no es informado de la urgencia de que Iaakóv huyera hacia casa de Laván: hasta la última posibilidad, Rivkáh busca dar a Esáv la oportunidad de retornar al camino del bien. Y también frente a Iaakóv se referirá a Esáv como "tu hermano", y le asegura que más tarde, sin duda, se hará nuevamente la paz entre ellos. Empeña todo su esfuerzo en evitar toda disputa, toda discusión prescindible, aunque sabe, en su corazón, que Esáv no retornará al buen camino. Ante sus ojos se halla siempre la verdad, la necesidad de trabajar por la verdad; y sabe que la verdad requiere de paz en la completa medida de lo posible; en cuanto está en sus manos, tal procura que sea.

Rivkáh, tal como había hecho Saráh, busca cumplir la voluntad del Creador sin interés en rédito personal alguno. Aún inmenso cuanto era su deseo de rescatar a Esáv de su opción por el mal, si el ejercicio de la verdad requería que fuera Iaakóv quien recibiera las bendiciones de su padre, ella haría cuanto fuera necesario para lograr que así sucediera.

Rivkáh toma sobre sí toda la responsabilidad sobre el destino de Iaakóv, y mediante esa acción, determina la fundación del pueblo judío. Se ocupa de que reciba las "brajót", lo envía a Jarán salvándolo así de Esáv, y le promete devolverlo a su tierra: "Y enviaré por tí y te sacaré de allí", le dice (Bereshít 27:45).

La amargura de Rivkáh por las malas acciones de Esáv la acompañará hasta su muerte, acerca de la que nada se nos cuenta en la Toráh. Llama la atención esa suerte de "recato hasta en la muerte", que llama a conjeturar que, seguramente, se encargó de que su despedida fuera silenciosa para que no quedara en evidencia públicamente la desviación de su hijo, para que no se le viera y se le reconociera como hombre de mal. De hecho, en todo lo relacionado a la educación de sus hijos, la actuación de Rivkáh fue siempre radicalmente distinta de la de su esposo Itsják, y no obstante, nunca hubo una discordancia entre ellos.

¿Cómo se explica tal paradoja?

Complementarios en la acción, Itsják y Rivkáh obraron siempre hacia un único horizonte y una meta: cumplir con la misión trascendental que el Creador les había encomendado. Desde el mismo momento en que Itsják introdujo a Rivkáh en la tienda que había sido de su madre Saráh, la brajáh -que se había retirado- volvió a hacerse patente en todas las dimensiones de su existencia: nuevamente se encendió la vela, la bendición de la abundancia se reveló en la masa, y la nube que manifestaba la presencia de Hashém aferrada a la tienda retornó a su emplazamiento como antes.

Rivkáh es un ejemplo patente y vivo de hasta qué nivel espiritual puede llegar una mujer judía. Desde su niñez, reveló una capacidad de entrega insobornable que le acompañó a lo largo de todo el camino. Capacidad de entrega y sacrificio en su recato y su pudor, en su piedad y vocación de dar, en su fidelidad a la verdad, en su lealtad a la misión que le encomendara el Creador. Es interesante observar que, la primera vez que aparece el nombre de Rivkáh en la Toráh, es tras "akeidát Itsják", el episodio en que Abrahám ofrece a su hijo Itsják en sacrificio; tras ello, Abrahám es informado de la descendencia de sus hermanos, y entre ellos, del nacimiento de Rivkáh. Inmediatamente a haber aprendido del episodio de Itsják que es posible morir en consagración a Hashém, aparece Rivkáh, a enseñarnos que también es posible vivir en consagración plena al Creador.

Por mérito de Rivkáh y por obra de su coraje, recibió Israel las bendiciones de Itsják: bendiciones materiales y espirituales, que hubieran correspondido a Esáv si éste no hubiera abandonado el camino del bien para entregarse a la falsedad y la mentira. Rivkáh nos enseña que una mujer judía debe vivir siempre en atenta entrega al ejercicio de la Toráh, siempre en consagración a Hashém y al plan trascendental de la Creación. En toda mujer judía reside la fuerza que desplegó Rivkáh, la potencia que auspicia vivir en la Verdad sin negociarla en modo alguno. Eso es lo que se llama una vida hebrea, una vida verdadera. Tal, la vida que nos abrirá la vía espiritual para recibir la bendición infinita del Creador.

Original en hebreo: http://www.amisrael.net/vaiomer/2004/08/blog-post_16.html


la midrashah para chicas judias hispanoparlantes en Jerusalem

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