EL QUE ROBA A UN LADRON, TAMBIEN DISFRUTA DEL ROBO
Dice la gente: "El que roba a un ladrón, siente el gusto de lo robado"
Tratado de Berajót 6:1, Talmud Bablí
Está prohibido robar a un ladrón, aunque se tenga razón, aunque quien roba al ladrón sea su propia víctima, que de este modo compensa aún parcialmente el daño que el ladrón le infligiera.
¿Y por qué está prohibido? ¿Acaso la víctima de robo no tiene derecho a compensación?
No es tal, sino que al robar -aún a un ladrón-, se estará degradando el propio espíritu. Porque inevitablemente el robo tiene un sabor propio, clandestino, especial, que contamina el alma aún si en el caso específico la acción es de justicia.
Y lo que está prohibido por la Toráh es contaminarnos el alma con la sensación de lo prohibido. Y para hacer justicia, están instituidos los caminos correctos. Y aún si por ellos la justicia no se hiciera patente, robarle al ladrón sólo ahondará el mal sufrido, extendiéndolo al alma, sometida al sabor del mal que está allí para perderla
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