Leyes de Tzedaká
El siguiente texto es extraído de Síntesis del Shuljan Aruj, Código de prácticas rituales y leyes judías, de Iosef Caro (Ed. Sigal, Buenos Aires)
1. CARIDAD
1.Es un deber religioso dar caridad al pobre, puesto que el Todopoderoso ha ordenado (Deuteronomio XV, 8): “Más abrirás a él tu mano liberalmente”. Si vemos que un hombre pobre pide ayuda y cerramos nuestros ojos y desatendemos sus súplicas y nos negamos a darle socorro, transgredimos el mandamiento de Dios, pues Él ha ordenado (Deuteronomio XV, 7): “No endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre”. Que nadie piense en los siguientes términos: ¿Por qué habré de disminuir yo mi riqueza dando de ella al pobre?” pues se debe ser consciente de que la riqueza realmente no le pertenece a uno, sino que le fue dada, simplemente, como depósito, con el cual debe ejecutar la voluntad del Unico que le ha confiado de fondo. Y esto (dar caridad) es la porción real que el hombre ha obtenido de todos sus afanes en este mundo.
2.Toda persona debe contribuir a fines de caridad de acuerdo con sus medios. Aunque una persona no pueda dar sino muy poco, no debe abstenerse de darlo, pues lo poco que da es exactamente tan valioso como las grandes contribuciones del rico. Pero el que tiene apenas suficiente para sus propias necesidades, no está obligado a dar caridad, pues su propio sostén tiene precedencia sobre el de otro.
3.El pobre de cualquier otra nación debe ser alimentado y vestido junto con el pobre de Israel.
4.El que da limosna al pobre con semblante inamistoso o con rostro hostil, aunque dé tanto como mil piezas de oro, no recibe mérito por sus actos, pues está amargado por la mala voluntad. La caridad debe darse libremente, con todo corazón.
5.No debemos dejar partir con las manos vacías a nadie que recurra a nosotros en busca de ayuda, aunque todo lo que podamos dar sea un pedazo de pan. Si no tenemos nada para darle, démosle por lo menos palabras amables. No debemos responder ni hablar duramente al pobre, pues su corazón está destrozado y humillado. ¡Pobre de aquel que ha puesto al humilde en desgracia y en ridículo! Debemos comportarnos frente al pobre como un padre y mostrarle misericordia en los hechos y en las palabras.
6.La promesa de dar caridad participa de la naturaleza del voto. Por eso, si decimos: “Daremos una cierta suma de dinero como caridad”, debemos hacerlo sin dilación.
7.El que insta a otros dar caridad y los induce a practicarla, merece una recompensa mayor que el que la da.
8.El mayor mérito, al dar caridad, es el de la persona que viene en ayuda de aquellos que no han alcanzado el estado de pobreza real. Tal ayuda puede revestir la forma de un presente sustancial, o de un préstamo, o de ayuda para lograr empleo.
9.Es meritorio hacer contribuciones caritativas en secreto y, si es posible, de tal manera que el dador mismo no sepa a quién da, y el que recibe no sepa de quién recibe. Ningún hombre debe hacer alarde de las contribuciones caritativas que efectúa. Pero, si un hombre consagra cierto objeto a fines caritativos, está permitido que su nombre sea grabado sobre él para que sirva de recuerdo.
10.Debemos tener especial cuidado en el tratamiento que damos a un pobre que estudia la Ley de Dios, y ofrecerle la ayuda de una manera que esté de acuerdo con su dignidad. Si no quiere aceptar dinero en forma de caridad, debe arreglarse para él alguna transacción comercial provechosa, o, si es capaz de dirigir un negocio, debe entregársele dinero con ese propósito.
11.Es preferible que una persona sufra penurias antes que se vuelva dependiente de los demás, y, por eso, nuestros sabios de bendita memoria, ordenaron (Bavli, Shabat 118 a): “Es mejor convertir el sábado en un día hábil (en cuanto a las comidas festivas), antes que depender de los hombres”. Si un sabio honrado se torna pobre, debe hallar alguna ocupación, aunque sea de tipo servil, con tal de no depender de los demás.
12.Todo aquel que acepta caridad sin necesidad y por engaño, vivirá para tornarse dependiente de la caridad de sus semejantes. Por otra parte, el que realmente tiene necesidad de caridad, ya porque esté enfermo, o viejo, o en situación de penuria, y que se niega a aceptarla por orgullo, es culpable de haber derramado sangre y de descuidar su propia vida y no recibe nada por sus sufrimientos sino que sólo se toman en cuenta sus pecados y transgresiones. No obstante, el que tiene necesidad de caridad y sufre desgracias y penurias no por orgullo, sino porque no desea convertirse en una carga para el público, debe vivir para adquirir los medios de ayudar a otros.
*Nota de la Redacción: en el presente texto la palabra Tzedaká está traducida como “Caridad”. Sabemos que en el judaísmo este concepto es mucho más amplio que el que se atribuye por el uso común del término, a la palabra caridad. En el judaísmo la Tzedaká es una obligación e incluye, en el propio significado de la palabra hebrea, el concepto de “Justicia”.
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